
Tuve problemas intestinales el miércoles, el jueves por la mañana mi madre llamó temprano y dijo en este orden:
-No te asustes, no quiero decir que te vayas a morir, pero ya se han muerto tres de lo tuyo en Alemania
-¿Y qué es lo mío?
-Pues un atracón de pepino.
Y puede ser grave la hipocondría, pero también es precoz, folclórica, imaginativa, y hay que considerar que el entorno me ayuda. Tres horas después llegó un correo de Ester:
Y le contesté más o menos:
“aquí estoy, ocupadísima esperando una parálisis renal, tengo lo de los pepinos”
Ella a esas horas no tenía ni idea de qué se trataba, así que se quedó patidifusa.
Luego hablé con Inma, le estoy dando clase de lengua a Javi ¡pobres, qué abstractas torturas! No es que sea una profe chivata, pero tenía que contarle a la madre que por la mañana el niño, que tiene diecisiete años, me había dicho que no se quería aprender los acentos porque había oído que los iban a quitar.
Aproveché para contarle mi muerte inminente y la conversación discurrió como sigue:
-¡Porque matarte comiéndote un chuletón! pase ¡pero matarte comiéndote un pepino!
-¿Y cómo te lo comiste?
-Sopa de pepino, con yogourt, pimienta, menta, ajo y cebolla. El pepino rallado, que batido se queda muy líquido
-Te lo pregunto por cambiar de receta, que solo hago gazpacho, precisamente me apetecía gazpacho pero algo en mi cabeza me avisaba: ¡déjalo, Inma! Y concretamente sentí aversión hacia los pepinos. ¡Nunca os vais a creer que adivino el futuro!
-Lo tuyo son chollos de narcoléptica, que no estás ni despierta ni dormida y después todo te cuadra
-Por cierto ¡a mi madre le encantan los pepinos! ¿Se lo digo o no se lo digo?
Yo ya estaba como una rosa al día siguiente, pero hoy parece que me quiere doler la cabeza.
¡Qué belleza de bacterias! no sabía cuál elegir, ni sé:
