El domingo madrugamos más, habíamos decidido bajar por la
mañana a la playa y dejar las clases para la tarde, pero nos sentamos a
desayunar y dos horas después hubo casi unanimidad, sólo Santiago y Lola se
fueron, nosotros seguimos desayunando, y desayunando, y desayunando, y leyendo
textos, y comentando citas, y contando chistes, y contando historias, y
analizando costumbres aragonesas y salmantinas (Celia, buena narradora, buena
observadora, es salmantina). Llegamos a la conclusión de que los usos y
costumbres en orden moral son mucho más progresistas en nuestra comunidad, y
todo gracias a una de nuestras exclamaciones favoritas: Bahhhhh. Maria José
quería disentir, me gustan los polemistas, pero Pilar, Eva, Zoe y yo entonamos
una loa al Bahhh y no la dejamos (hay una versión más terminada del mantra: “bah,
no será pa tanto”)
Luego se levantó Gonzalo, la señal de que los demás pasamos
al vermouth, y un rato después a la paella de Zoe, y al café, y a los
Gin-tonics. Con el segundo nos empezamos a extender por la porta, en las
hamacas, en la otra mesa, Gonzalo se fue a su silla, pero la conversación seguía
aún a esa distancia. La sobremesa política heavi metalera fue derivando hacia
lo platónico con el tercer gin. Sospecho que fue entonces cuando
a María José se le convirtieron las hamacas en paréntesis.
Es difícil saber cuándo empiezan o cuándo terminan las
clases, casi imposible adivinar dónde se imparten y quién las imparte. Con
gente así siempre se está aprendiendo.
Sobre las ocho se me ocurrió decir “patatas asadas” y
salimos disparadas a por leña, de paso encontramos aguacates altísimos, y Pilar,
siempre rauda, los transformó en cucañas:
-Dale, piensa que es el ministro de educación
La jaleábamos, y el aguacate caía. Y cayeron por lo menos
media docena.
También encontramos un aguacatero acogedor para sentarnos
dentro a contar más cosas. Y subimos del huerto (que este año no hay) cantando jotas castellanas y aragonesas. Por
supuesto para las patatas no había tiempo, pero para una cervecita en el bar
sí. Y allí que nos fuimos, cantando, nos lo debió notar doña Elena, que se sentó
con nosotras y se arrancó con unos fandangos cortijeros y dos o tres de El Cabrero. Pudimos salir de allí porque nos despertó Pilar, una de las pocas
personas a las que la profesión sustituyendo al apellido, es maestra, le sienta
como un guante.
Entonces sí, después de cenar hubo clase. La primera de
muchas que daremos juntos Gonzalo y yo.
Más tarde todos se fueron ensimismando y mi compi me leyó otra
vez el tarot, es una lectura que utilizamos como disparadero, por si quedaran
obstáculos en los canales nuestra la intimidad.
Quiero agradecerle estos días a todos, a Juanma, que tenía
la cocina siempre como un oro y tiene el secreto del tiempo, a Pilar y Juanma
en comandita, compartiendo preocupaciones y profesión desde hace 27 años, se
encuentran pocos equipos matrimoniados así. A Lola, que soportó estoicamente mis minutos de
muñeco diabólico y me cuidó cuando menos lo esperaba. A Santiago, que hizo un
montón de compras, un montón de fotos, y encontró un huequito una noche para
hablar de sí mismo con nosotras. A Maria José, que habla, y se ríe, y se
compenetra, y polemiza, y acompaña, y escribió el diálogo entre la yuca y el
chirimoyo el día del incendio. A Zoe, que se reveló como poeta, que vive dentro de un rico
silencio del que extrae palabras
exactas. A Celia, que llegó el viernes con noticias del exterior: un policía le
había pedido que le pintara con el carmín la identificación del casco en una
manifestación, no tenía y entonces el señor dijo: “no importa, es igual”. A
Celia, por reírse tan bien, terminar de aclarar el jabón de vasos y cubiertos
cuando friego y ser tan buena adivinadora.
Pero me dejo una gran prenda para el final. Muchísimas
gracias Eva. No voy a decir cosas tan horribles como que eres una gran logista.
Ese palabro tiene origen militar y deberíamos evitarlo. Porque la poesía es llamar a las cosas por su
nombre, entonces venga: hacedora de armonía en las esquinas difíciles, te
vamos a nombrar. No puede usted imaginar el alivio que significa trabajar con
alguien que tiene la parte del cerebro que te falta y a quién es tan fácil querer.
Y a Gonzalo, claro,por decirle a Eva que conmigo no hable
de dinero que me pongo mala. Yo también oigo todas las conversaciones niño.
A Gonzalo siempre,
por la libertad y la confianza.
La foto saturada por María José es de la noche en que me secuestraron dos parientes holandeses y me llevaron al mejor restaurante de la ciudad.