viernes, 27 de julio de 2012

Unas colombianas, que es viernes




Mi abuelo de padre, al que no conocí, era de Málaga. Exportado a Aragón parece ser que encontró más espacio para las saetas que para las alegrías. Quien lo oyó dice que cantaba como los ángeles. De ahí viene la tradición  del flamenco en mi casa. Algunas veces nos vamos los cuatro a un concierto. No deberíamos llevar a mi madre, que disfrutar, disfruta, porque ella es de su natural disfrutadora, pero no se entera de nada. O, mejor que restar, sumar a la Tía Pili, que anda enamorisqueada del Poveda



Redacción sobre el domingo pasado





El domingo madrugamos más, habíamos decidido bajar por la mañana a la playa y dejar las clases para la tarde, pero nos sentamos a desayunar y dos horas después hubo casi unanimidad, sólo Santiago y Lola se fueron, nosotros seguimos desayunando, y desayunando, y desayunando, y leyendo textos, y comentando citas, y contando chistes, y contando historias, y analizando costumbres aragonesas y salmantinas (Celia, buena narradora, buena observadora, es salmantina). Llegamos a la conclusión de que los usos y costumbres en orden moral son mucho más progresistas en nuestra comunidad, y todo gracias a una de nuestras exclamaciones favoritas: Bahhhhh. Maria José quería disentir, me gustan los polemistas, pero Pilar, Eva, Zoe y yo entonamos una loa al Bahhh y no la dejamos (hay una versión más terminada del mantra: “bah, no será pa tanto”)

Luego se levantó Gonzalo, la señal de que los demás pasamos al vermouth, y un rato después a la paella de Zoe, y al café, y a los Gin-tonics. Con el segundo nos empezamos a extender por la porta, en las hamacas, en la otra mesa, Gonzalo se fue a su silla, pero la conversación seguía aún a esa distancia. La sobremesa política heavi metalera fue derivando hacia lo platónico con el tercer gin. Sospecho que fue entonces cuando a María José se le convirtieron las hamacas en paréntesis.

Es difícil saber cuándo empiezan o cuándo terminan las clases, casi imposible adivinar dónde se imparten y quién las imparte. Con gente así siempre se está aprendiendo.

Sobre las ocho se me ocurrió decir “patatas asadas” y salimos disparadas a por leña, de paso encontramos aguacates altísimos, y Pilar, siempre rauda, los transformó en cucañas:

-Dale, piensa que es el ministro de educación

La jaleábamos, y el aguacate caía. Y cayeron por lo menos media docena.

También encontramos un aguacatero acogedor para sentarnos dentro a contar más cosas. Y subimos del huerto (que este año no hay)  cantando jotas castellanas y aragonesas. Por supuesto para las patatas no había tiempo, pero para una cervecita en el bar sí. Y allí que nos fuimos, cantando, nos lo debió notar doña Elena, que se sentó con nosotras y se arrancó con unos fandangos cortijeros y dos o tres de El Cabrero. Pudimos salir de allí porque nos despertó Pilar, una de las pocas personas a las que la profesión sustituyendo al apellido, es maestra, le sienta como un guante.

Entonces sí, después de cenar hubo clase. La primera de muchas que daremos juntos Gonzalo y yo.


Más tarde todos se fueron ensimismando y mi compi me leyó otra vez el tarot, es una lectura que utilizamos como disparadero, por si quedaran obstáculos en  los canales nuestra la intimidad.

Quiero agradecerle estos días a todos, a Juanma, que tenía la cocina siempre como un oro y tiene el secreto del tiempo, a Pilar y Juanma en comandita, compartiendo preocupaciones y profesión desde hace 27 años, se encuentran pocos equipos matrimoniados así. A Lola, que soportó estoicamente mis minutos de muñeco diabólico y me cuidó cuando menos lo esperaba. A Santiago, que hizo un montón de compras, un montón de fotos, y encontró un huequito una noche para hablar de sí mismo con nosotras. A Maria José, que habla, y se ríe, y se compenetra, y polemiza, y acompaña, y  escribió el diálogo entre la yuca y el chirimoyo el día del incendio. A Zoe, que se reveló como poeta,  que vive dentro de un rico silencio del que extrae  palabras exactas. A Celia, que llegó el viernes con noticias del exterior: un policía le había pedido que le pintara con el carmín la identificación del casco en una manifestación, no tenía y entonces el señor dijo: “no importa, es igual”. A Celia, por reírse tan bien, terminar de aclarar el jabón de vasos y cubiertos cuando friego y ser tan buena adivinadora.

Pero me dejo una gran prenda para el final. Muchísimas gracias Eva. No voy a decir cosas tan horribles como que eres una gran logista. Ese palabro tiene origen militar y deberíamos evitarlo. Porque la poesía es llamar a las cosas por su nombre, entonces venga: hacedora de armonía en las esquinas difíciles, te vamos a nombrar. No puede usted imaginar el alivio que significa trabajar con alguien que tiene la parte del cerebro que te falta y a quién es tan fácil querer.

Y a Gonzalo, claro,por decirle a Eva que conmigo no hable de dinero que me pongo mala. Yo también oigo todas las conversaciones niño.

 A Gonzalo siempre, por la libertad y la confianza.

La foto saturada por María José es de la noche en que me secuestraron dos parientes holandeses y me llevaron al mejor restaurante de la ciudad.