martes, 17 de julio de 2007

Los viajes de los otros



En la habitación de Marisa hay una placa de agradecimiento, “del pueblo de El Salvador a Marisa Santiago que nos entregó trece años de su vida” o algo así pone. Cuando me quedo en casa de Marisa y duermo en su habitación, ella hace muchas guardias de noche, mientras pliego las sábanas, o recojo algo, me encuentró con esa placa y nunca puedo evitar emocionarme porque sé todo el dolor y la felicidad, el montón de vida y de muerte que se esconde detrás.

Luego me prometo escribir los relatos de la cocina, que siempre duran hasta el amanecer.

Marisa acaba de volver después de diez años con Amanda a El Salvador, y yo no paro de acordarme de ellas. De todo lo que sentirán y me van a contar después. Es un lujo poder apropiarse de los viajes de los demás. ¿Qué dirá ahora Amanda, ahora que puede poner una imagen a tantos y tantos relatos?¿Qué se encontrará Marisa, dentro y fuera, cuando pase, tantos años después, por Chalate, por los Chorros, por Salinitas, por Guazapa?