martes, 22 de septiembre de 2009

La noche de las estrellas fugaces y los deseos menores



Dejé de pensar deseos cuando habían caído doce o trece. Me di cuenta de que estaba repitiéndome, pero resultaba difícil esquivarlas, cayó otra y pedí una bagatela; para evitar repetirme o para que algo, aunque fuera diminuto, se cumpliera. Sin darme cuenta luego pedí otra cosa menuda, y otra, y otra, y seguí allí sentada hasta que, ofuscada por tanta quimera innecesaria, cuando habían caído treinta y cinco o treinta y seis estrellas, me fui a la cama.


La imagen es de Su Blackwell