Ayer, después de comer, cuando Matías
se fue a dormir, Mapi y yo bajamos las persianas, pusimos la
refrigeración, bebimos cerveza y logramos un círculo imantado del
que entraban y salían quienes nosotras queríamos. Llamó la Boti
sin interrumpirnos, le hicimos mil preguntas, también llamámos a la
tía Aurora ,y a Marí Cruz.
Un poco antes habíamos estado pensando
en el reparto de sus cosas queridas entre quienes la querían. No
llegan, claro. Ni mi padre puede creer hasta que punto nos enseñó a
no desear nada material. Pero yo donde la encuentro con más rapidez es
en su perla japonesa,esos mil matices del blanco son mi primer
recuerdo. Sólo lo entendió bien Mapi, que se ha quedado con los
pendientes.
Luego vino a visitarnos una prima
lejana, la que relata las lavadoras que ha puesto y es como su abuela. Nos
sustituyeron los mayores pronto. No podemos oír otra vez el relato
chato de la muerte de la Arse, nos fuimos chutando a la cocina. Ella
ya sabía que éramos unas asquerosas.