miércoles, 7 de abril de 2010

El doble sentido de alentar


Hay una expresión aragonesa para nombrar que otro ha conquistado el silencio, que por aquí suele suceder cuando está de muy mala leche:

-No alienta

Decimos.

Me gusta aún más en un contexto en el que adquiere doble significado: alentar por respirar, y alentar por animar a seguir preguntando

-¿Le has preguntado qué le pasa?

-Claro, pero no alienta

Abernuncio, que decía Sancho, de las identificaciones con el terruño, si alguna me queda es porque le tengo devoción a lo concreto, además, si algo me gusta de los aragoneses es su complejo de inferioridad: ya que parece imposible evitar esa lacra, consecuencia del afán de medir lo que no se puede ni se debe medir, prefiero el mal de bajura al de altura.

Me tropiezo con frecuencia con lo inevitable, mi carácter heredado. Así las cosas, cuanto más tengo que decir, más me callo, cuanto más segura estoy, más me encojo, cuanto más me indigno más me petrifico y más rumio.

Y sé que la impronta, el sentido de la rabia es estallar.

No tengo ninguna duda, voy por un mal camino.

El lunes sí estalle, después de la presentación del diccionario de autores aragoneses. Mis alumnas, la mayoría son periodistas maltratadas a diario en estúpidos actos oficiales, estaban asombradas de lo poco duro que tengo el cuero. Un afectado se imaginaba qué torpón había escrito el discurso, pero ni lo escuchó.

De María Zambrano me viene una convicción importante que se puede resumir como: “dime cómo entonas y te diré quién eres”. Los políticos utilizan ese ronroneo infalible, que duerme más que el tepazepan, para seguir perorando sin consecuencias. El lunes logré mantenerme despierta y oí el acto, incluido Marcelino Iglesias, entero. El presidente habló de sus vacaciones en Nápoles, no sé cortó al decir que los aragoneses van a Nápoles y no se enteran de nada, contó que el presi de la dpz, el colega, ha bajado el cuadro del compromiso de Caspe que había en su despacho, y que eso le recordaba que ¡qué guay, el compromiso de Caspe! y que en el despacho se ha puesto otro de Saura, también muy chulo, y, sin saber cómo, dió la vuelta y pasó a que tresmil y pico institutos estaban en el plan de animación a la lectura, que no venía al caso ni de coña. También dijo que tenía intención de leerse el diccionario, pero que no le había dado tiempo entero; eso es disculpable, lleva pocos días impreso y pesa dos kilos y medio. Es el trabajo de toda una vida lo que estaba ninguneando. Entonces cogió la batuta el otro, más valiente, aún disimulaba menos la improvisación y, atentos, dijo que Internet iba a terminar con la literatura regional, no tengo ni idea de a dónde quería ir a parar, sospecho que él tampoco, pero tenía una baza, era el que anunciaba los vinos buenos, para olvidar, y una de esas de matarse a tapitas jugando a tonto el primero que salude.

En resumidas cuentas, que salí de allí rezando a Musil

Notaran que, lejos de haberse vuelto mudos, hablan, pero sin elegir las palabras: son

las palabras quienes los eligen.

Menos mal que me acompaño la lúcida dama del pelo blanco y nos tomamos un café después comentando aquello otro que decía Musil también:

En el curso del tiempo, las ideas ordinarias e impersonales se refuerzan siempre a sí mismas, por lo tanto las extraordinarias se pierden con la regularidad fatal de un proceso mecánico y se vuelven mediocres, esto explica que se malgasten miles de posibilidades diferentes que tenemos delante. El hombre ordinario es muy ordinario.

Y digo yo que habrá que empezar a escuchar de otra manera, menos iliota.

la imagen es de Jaume Plensa