martes, 25 de agosto de 2015

Cada verano nos visita Caeiro





Las cuatro canciones siguientes
se apartan de todo lo que pienso,
mienten a todo lo que siento,
son de lo contrario de lo que soy…
Las escribí estando enfermo
y por eso son naturales
y concuerdan con lo que siento,
concuerdan con lo que no concuerdan…
estando enfermo debo pensar lo contrario
de lo que pienso cuando estoy sano.
(si no, no estaría enfermo.)
Debo sentir lo contrario de lo que siento
cuando disfruto de buena salud,
debo mentir a mi naturaleza
de criatura que siente de cierta manera…
Debo estar completamente enfermo –las ideas y todo.
Cuando estoy enfermo, no estoy enfermo para otra cosa.
Por eso estas canciones que reniegan de mí
no son capaces de renegar de mí
y son el paisaje de mi alma de noche,
de la misma al contrario…


¿Por qué veríamos una cosa si en su lugar hubiera otra?
¿Por qué ver y oír serían eludirnos
Si ver y oír son ver y oír?
Lo esencial es saber ver,
Saber ver sin ponerse a pensar,
Saber ver cuando se ve,
Y no pensar cuando se ve,
Ni ver cuando se piensa.
Pero eso (¡ay de nosotros que traemos el alma vestida!)
Eso exige un estudio profundo,
Aprender a desaprender,
Terminar con la libertad de aquel convento
Que según los poetas tiene a las estrellas por monjas eternas
Y a las flores por penitentes fervorosas de un solo día,
Pero donde, al fin de cuentas, las estrellas no son sino estrellas
Y las flores no son más que flores,
Siendo por eso que las llamamos estrellas y flores.
Lo que vemos de las cosas son las cosas.




No siempre soy igual en lo que digo y escribo.

Cambio, pero no cambio mucho.
El color de las flores no es el mismo al sol
que cuando una nube pasa
o cuando entra la noche
y las flores son color de sombra.
Pero quien mira bien ve que son las mismas flores.
Por eso cuando parezco no estar de acuerdo conmigo,
fíjense bien en mí:
si estaba vuelto a la derecha,
me he vuelto ahora a la izquierda,
pero siempre soy yo, teniéndome en los mismos pies.
El mismo siempre, gracias al cielo y a la tierra
y a mis ojos y oídos atentos
y a mi clara simplicidad de alma…