jueves, 29 de mayo de 2014

Una fuga: ¡Dos temporadas a dos metros bajo tierra del tirón!




Como si hubiera oscuros poderes confabulados me he cortado, me he quemado y me ha picado un bicho, todo en la mano izquierda. Menos mal que acabo de encontrarme dos temporadas que no había visto de "A dos metros bajo tierra"  ¡casi grito de gusto! Todos, pero sobre todo esa madre titubeante y esa pelirroja, están entre los seres de ficción que prefiero

A mí también me tienen loca los HBO. Carnival, En terapia, The Wire, True Detective, hasta True Blue.¡Black Mirror!

Pero la que más, la que más, "A dos metros bajo tierra"

miércoles, 28 de mayo de 2014

Algunos destrozos del éxito y el fracaso.




Tommy Ingberg
 

Cuando leo en los autobuses tengo la impresión de poner chinchetas paisajísticas. Tengo tendencia a recordar datos insulsos, como que el artículo “Los segundos no tienen hipertexto”de la revista Bostezo sobre el fracaso lo empecé saliendo de la estación de Bilbao y allí descubrí que se podía imaginar otro París teniendo un dato: el de quien quedó el segundo, detrás de Eiffel, en 1886, en el concurso para construir una torre en el Campo de Marte.

“Lo firmaba el ingeniero Sébillot. Era una torre-sol, una torre-faro, de una altura de trecientos metros que iba a iluminar el bosque de Boulogne, todo Neuilly y Levallois, hasta el Sena”

Que no hay termino medio en esto del triunfo y el fracaso, la mecánica burda de esa dualidad que todo lo aplasta ,queda demostrado por el absoluto olvido del ingeniero Sébillot y el permanente recuerdo de Eiffel. Y es sólo un ejemplo.

Esta mañana he descubierto un término, “escotoma”, que significa pérdida de conocimiento, pérdida de visión, olvido de algo importante que se supo, vuelta a explicaciones menos certeras, menos perspicaces, menos profundas de las que en algún momento se alcanzaron. Se aplica sobre todo a la ciencia y habla de otro tipo de fracasados: los precoces. Aquellos que han descubierto teorías imposibles de integrar en su época.. Ahí encontramos otro ejército, a otros que fracasaron de un modo injusto: Goethe con su teoría de los colores y Oswald Avery, que descubrió el ADN en 1944 por ejemplo.

Esta semana el desaparecido Comandante Marcos logró que todos lo leyésemos, y me parece muy bien, en uno de los párrafos de su discurso decía:

“Si ser consecuente es un fracaso, entonces la incongruencia es el camino del éxito, la ruta del poder. Pero nosotros no queremos ir para allá, no nos interesa. En estos parámetros, preferimos fracasar que triunfar.”

En Masa y Poder dice Canetti que si todos tuviéramos más de un oficio descubriríamos que no eramos buenos en todos, y asegura que tirando de ese hilo conseguiríamos cambiar muchos conceptos y aumentaría el respeto hacia los otros.

En todo caso no sé por qué me enredo tanto si siempre tuve clara mi vocación por motivos mucho más banales: no soporto el tufo de los triunfadores y me ponen mala los efluvios del exceso de admiración, que casi siempre esconden una impotencia. Siempre he sentido cierta nausea al comprobar que el éxito suele nutrirse del fracaso igual que la riqueza de la pobreza. Creo que ambos son conceptos en los que estamos adiestrados y que nos empequeñecen la vida, que es mucho más compleja. ¡Cómo no recordar aquí a los Tangu, aquellos que jugaban hasta que empataban!


P. D. Anotaciones paralelas para disolver cualquier confusión: mi enhorabuena a Podemos y también a Pablo Iglesias.¡Casi nada reilusionarse!

lunes, 26 de mayo de 2014

Algunas vueltas con Faulkner.




 Dalton Ghetti


Hay un cuento de Faulkner “El pez Gordo” que he leído mil veces. Como todas sus obras es un mecanismo giratorio. Suma las escenas como si hiciera una bobina, lo mismo es contado de diferente manera por distintas voces, pero el hilo pasa por la misma puerta, por la misma frase, por el mismo gesto, por el mismo instante una y otra vez, hasta que la madeja más liada es convertida en bobina. El protagonista de este cuento va un día a casa del patrón de la hacienda que le recrimina que no haya utilizado la puerta de servicio, y ese va a ser el motivo central de su vida. Se hará rico, muy rico, impulsado por el deslumbramiento y la ira que el potentado le producen, y tensará esa obsesión hasta el final, aunque adopte otra forma: la necesidad de que su hija sea recibida en un baile de prestigio. Esas dos neurosis son los cabos de un ovillo que hipnotiza tanto que puede hacer que pase desapercibido uno de los mejores personajes del cuento: la mujer del rico nuevo, que muere de pena cuando se trasladan a la ciudad y se queda sin su huerto.

Todo me gusta de Faulkner: que uno de sus personajes “utilice la pistola a modo de énfasis”, que tenga en cuenta “la felicidad negativa” ,que la cara de Peter sea “redonda como una taza de leche con una nube de café” , que el personaje de detrás del escritorio tenga “la inmovilidad dinámica de una locomotora parada” o que otro viaje “con esa emoción inolvidable de los primeros viajes, esa atenuación de uno mismo”.

Pero también me gusta que se vuelva loco y escriba sin venir al caso:

...y se dice que fue el primero que pensó en reescribir las obras de Goethe y Wagner y atribuir su autoría a Pershing y a Wilson.

Y esas certezas sureñas.

Me gustaría poder exponerle con claridad mi situación-dijo-Pero si pudiera hacerlo usted no sería usted y ya no haría falta. Y yo no sería yo y nada tendría importancia.

viernes, 23 de mayo de 2014

Cecilia Bartoli





 Cuando te despierta un dolor de muelas a las cuatro de la mañana parece que te traen un recado urgente de la calavera.

Pero Cecilia Bartoli me alivia por lo menos tanto como el ibuprofeno.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Realidad fermé


Esperar el veredicto de las Lolas cuando escribo algo es como esperar los resultados de unos análisis, aunque no temas nada siempre sobresalta un poco ver la cifra exacta del fósforo y los trigliceridos. También es la parte más interesante de cualquier trabajo el día después: ¿por qué?¿dónde lo has encontrado?¿cómo lo sabes?¿por qué no lo matizas? Además la niña sabe qué se me ha olvidado exactamente y eso me sugiere por dónde quiero seguir.

A Inés le ha gustado más esto, lo guardo aparte.

Los neoliberales se han caracterizado por una gran habilidad para acuñar un lenguaje que nadie entiende porque nada significa: negocios responsables, capitalismo creativo, cadenas híbridas de valor, filantropía competitiva, y también por sus dotes para vaciar de significado el lenguaje y los iconos de quienes les llevaban la contraria: basta que adopten una palabra para que se infecte sin remedio: sólo hay que ver que entre las más queridas por la publicidad se encuentra revolución. Los neoliberales utilizan con el lenguaje el mismo procedimiento que en la película de "La invasión de los ladrones de cuerpos" en la que las personas son suplantadas por clónicos, han sabido suplantar nuestros campos semánticos y cada vez nos resulta más difícil significar.

Para identificar los intereses de estos magnates y sus organizaciones hay que fijarse en lo que no nombran: corrupción, soborno, fraude, especulación, evasión fiscal, déficit democrático o lobby, destrucción del territorio, derechos laborales, desigualdades de género, destrucción de la biodiversid, destrucción del tejido productivo local, derechos de los pueblos indígenas, criminalización y represión de las organizaciones sociales que se oponen a sus actividades, contaminación de aire, agua y tierra. Y en aquello que no reivindican; verdad, justicia, igualdad.

 Puestos a guardar me guardo también el cuento de Ester Berdor de esta mañana, que me venía que ni al pelo y es muy bueno:

Amores no correspondidos

Me hice periodista y me comprometí con la verdad. El problema fue que, en el fondo, yo estaba enamorado de otra.



P.D Y la vuelta, al fin, me voy a tumbar tres días seguidos con los cuentos de Faulkner y no quiero oír un sólo dato que me devuelva al mundo real.

martes, 20 de mayo de 2014

Monólogo postneurótico.


Si estuvieramos sanos mentalmente no seríamos personas, seríamos animales, y estaría rebien. Así las cosas la única opción es aprovechar los desajustes.

Rumio todo eso porque acabo de terminar de escribir un artículo en el que me he pegado tres semanas brazeando, vengo pues de muy lejos, y tengo la sensación de que sólamente he escrito un diez por ciento de lo que debiera. Pero rumio eso, sobre todo, porque me cuesta encontrar el camino para volver de la neurosis, aunque sea una asquerosa neurosis filantrocapitalista. Es intensa la impresión de que te aproximas un poco a saber lo que ocurre, es de las que no dejan dormir.

Ve, mira, piensa, te deconstruyes, te reconstruyes, vuelves, me lo cuentas, y te diré quién eres. O algo así me diría el rubio.

Esa flor es un floripundio rojo, huelen de maravilla.  Se me cruzó en otro día entre la ONU y Rockefeler y tanto logró llamar mi atención que buscarla ha sido lo primero que he hecho. Urge que me revegetalice.

sábado, 17 de mayo de 2014

Y la conversación, como un animal caricioso





Acabo de hacer un recesito y he recordado en el balcón lo que decía Chantall Maillard sobre que recitar debe ser decir. Cuando salgo a fumar dejo elegir al azar, pero siempre me acompaña el rumrum de algún poema que aún no he dicho, ni sola, en voz alta, hoy le tocaba otra vez a Lezama.

El esperado

Para José Rey

Al fin llegó el esperado,
se abrieron las puertas de la casa
y de nuevo se encendieron las luces.
Una sombra ligera había repasado
las paredes, que brillaban como ojos metálicos.
El esperado comprobó cada uno de los secretos
que guardaba la casa mágica
llena de los amigos que fueron llegando
para sentarse en torno de los instrumentos
musicales, lentamente comenzaron a sonar.

La conversación, como un animal caricioso
se extendía por la humedad criolla de la noche,
mientras las estrellas nos regalaban sus ojos.
Todos volvimos a penetrar en la casa
y los contentos, villancicos para el niño, las vihuelas
de cordaje dorado, las transfiguraciones
del piano en la esquina silenciosa
nos acariciaban el cabello.
Nos tapaban los ojos
y entrábamos en las promesas
de la tierra lejana,
de la confluencia de los ríos
que se amigan en una noche
igual a todas las noches,
porque en aquella casa, el timbre
amistoso convocaba al castillo
en cuyos secretos duerme una doncella
y despierta en la brevedad
de aquellas noches que traía de nuevo el esperado.
Eran breves aquellas noches,
porque cerrábamos los ojos
y los abríamos en la tierra lejana.
Fuimos pasando de nuevo a la casa.
Éramos los reconocidos de siempre.
Nadie había faltado a la cita.
El clavicémbalo con sus agudos de fuego
nos convertía en momentáneas estatuas
y después nos deshacía
en un agua soterada,
haciéndonos reaparecer de nuevo
en la casa mágica.
La casa iluminada
nos prestaba un sencillo vestigio de la eternidad.
Las tazas de café
se habían convertido en joyas alucinadas,
que regaban la casa de gnomos que se
reían al encontrarse con los conocidos de antaño.
Cada día reconocemos la casa
y volvemos a reunirnos de nuevo en ella
Nada era fantasmal ni borroso,
cada vihuela era reconocida
como el sonido del timbre del amigo que llegaba.


 P.D. Dice el Escarpa que el molino parece un oasis para maquis. Esas luces de colores en medio del monte  transportan bien lejos, y además hubo maquis refugiados en el molino, nos ha contado José.

viernes, 16 de mayo de 2014

¿Sabes de qué me acuerdo?





Me cuesta elegir una canción, las pondría todas porque esta semana he quedado con Javier Losilla que es música: imaginar su enorme pasión ha sido una de mis tareas desde muy pronto. Reconfortaba, reconforta, saber de alguien que escucha un arpegio más y está allá, al fondo.

Si aquella noche de hace treinta años en Carabanchel hubiéramos tenido un aleph desde el que vernos paseando camino de la estación anteayer, yo abrochándome la chaqueta y él hablando de la arena de los frenos de los tranvías, nos hubiésemos sentido bien, muy bien.

Pensé a la vuelta.
En el tren.

Y sigo sin encontrar la canción que es. Después de toda una vida haciendo oreja, ¡hay tantas que pueden ser y no ser!

Claro que entre jóvenes panafricanistas, siempre procede un desert blues.




miércoles, 14 de mayo de 2014

A la recherche des sens perdus


Walker Evans


Cuando utilizo más herramientas literarias es cuando intento narrar hechos documentados.Me he pegado toda la vida decidiendo no escribir ficción, eso por fin está decidido, pero cuesta mucho huir de ella cuando eres consciente de todo lo que implica.

Entonces encontramos una biblia, un diccionario, un reflexionador: "Elogiemos ahora a los hombres famosos" se titula. Me lo recomendó Pepito, y creció tanto que recuerdo a Inés dictándome un texto por teléfono que yo le tecleaba a Blanca.


En una novela, una casa o una persona deben su significado, su existencia, exclusivamente al escritor. Aquí, una casa o una persona sólo tiene su significado más limitado a través de mí: su verdadero significado es mucho más vasto. Es porque existe, vive realmente, como ustedes y yo, y como no puede existir  ningún personaje de la imaginación. Su gran peso, misterio y dignidad residen en este hecho. En cuanto a mí, sólo puedo contar de ella lo que vi, con la exactitud de la que soy capaz en mis términos: y esto a su vez tiene su categoría principal, no en cualquier capacidad mía, sino en el hecho de que yo también existo, no como una obra de ficción, sino como un ser humano. Debido a su peso inconmensurable en la existencia real, y debido al mío, cada palabra que digo de ella tiene inevitablemente una especie de inmediatez, una especie de significado, en absoluto necesariamente "superior" al de la imaginación, sino de una clase tan diferente, que una obra de la imaginación (por muy intensamente que la extraiga de la "vida") sólo puede como máximo imitar débilmente una mínima parte de ella

                                                                                                                            James Agee

¿Vas a conseguir que te crean?





 Después unos cuantas semanas averiguando qué más quieren los ricos de los pobres y revisando los mil disfraces terminológicos que están utilizando para conseguirlo (contaminan terminología  tan impunemente como derraman el petroleo, ¡ no ha hecho más que empezar la charca hedionda que están montado alrededor de la palabra emprender! )

Pues eso, después de unas cuantas semanas rezando no es posible, poniendo al lado los problemas de salud de los Mapuches intoxicados por las petroleras y los anuncios idílicos de Repsol, me acordé de La invasión de los ladrones de cuerpos. Acabo de volver a verla y ha superado con creces la metáfora del comunismo que todos le atribuyeron para convertirse en una película de rabiosa y terrorífica actualidad.

domingo, 11 de mayo de 2014

Menestra para el Maestro.




Salió rebuena la menestra para el maestro, se comió cuatro raciones por lo menos y yo disfruté un montón de ese acto místico de cocinar, que no siempre acontece cuando cocinas. La menestra se disfraza de sencillez, es mate, parece mediocre aún en la fuente, pero es tan sofisticada que obliga a cocer las verduras por separado para que no se mezclen antes de hora los sabores. Sería un desastre que los guisantes se pusieran acibalados con la alcachofa, o que la judía asimilara lo áspero del espárrago. Y así sigue hasta el final la menestra, barroca, hipnótica, exigente con los tiempos, castigadora si te ausentas o improvisas, con momentos álgidos, como el de calcular el pimentón picante o decidir el punto de las patatas fritas.

-Supongo que es sinestesia ¿no? Cuando sé que estoy cocinando bien ni se me ocurre probarlo, manda la mirada asesorada por el olfato, el gusto se destierra.

Le digo.

Y será sinestesia, porque no me replica.

jueves, 8 de mayo de 2014

La tía Pili es omnisciente.




-¿Dónde compraste la última vez el tocino? No trajiste la misma bolsa.

-Joder tía, me siento metida en una policíaca.

-No, si yo no espío,  me doy cuenta de las cosas pero nunca encuentro la finalidad, tranquila.

-El otro día le decía a Concha que no podría esconder un alfiler sin que te dieras cuenta, pero mira, eres la primera persona con la que vivo que no me inspira en algún momento ganas de esconder cosas.

-Gracias. Te recuerdo que los alfileres los tengo que esconder yo, eres tú la que los roba.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Hacia la alfarería pasando por el teatro.



Encierro cada planta en un círculo que luego se comunica con el siguiente y el anterior, para que corra el agua, ¡de aquí a la alfarería! -me digo después de culminar la obra hidráulica.

Y hablando de fluir, está fluyendo esta mañana: casi me he sentido una mafiosa tirando de teléfono en el balcón Quería paja, Javi me lleva paja. Gonzalo no podía hacer el cartel, casi mejor, ahí estaba la gran Lujan, con la atención enérgica del que aún está desayunando. Quería que pasara algo en la plaza y dos africanas han pasado rezando en algún idioma armónico -Martita, que me voy a clase de suajili, enseguida vuelvo- me dice dos veces a la semana Tati desde Kivu, que está aquí al lado. No sé nada de teatro, mi pudibundez se pone de punta y me encierro debajo de siete estados, ¿qué mejores iniciadores que Marcos, a quien conocí en una obra sobre el miedo, y Joselín, el chi-clown de la familia? ¡nunca le he dejado enseñarme lo que sabe!

Quería alfarería pero me toca teatro, desorganizado este guión.


El cartel molinero de este año queda así:

Cursos de Verano
Almuñecar-Granada

Primera edición
2-6 de julio
Segunda edición
9-13 de julio
Tercera edición
16-20 de julio
Cuarta edición
27-31 de agosto
Quinta edición
3-7 de septiembre.


Espacio y tiempo para la creación.

-Talleres Prácticos de narrativa y Prácticas de escritura dramática.

-Microrrelato y microteatro.

-Taller de chi-clown


Profesores:

Ester Berdor
Marta Sanuy
Marcos García Barrero
José Sanchez Miranda



lunes, 5 de mayo de 2014

¿Otro zapote, Enriqueta?





  

A mitad de mañana me ha perseguido Lezama con un cantadito.

Pepito, Pepito
si sigues jugando
te voy a meter
un pellizquito
que te va a doler

Ya que me acercaba me he quedado leyendo alambicados manjares criollos y de cuando el Coronel, henchido por el olor de un melón, abofetea al insustituible cocinero Izquierdo.


"Se acercaba el Coronel tarareando los compases de La Viuda Alegre, “al restaurant Maxim de noche siempre voy”, con el mismo gesto de la burguesía situada en un can can pintado por Seurat. Traía en el arco de su mano izquierda un excepcional melón de Castilla. Al acercarse contrastaba el oliva de su uniforme con el amarillo yeminal del melón, sacudiéndolo a cada rato para distraer el cansancio de su peso, entonces el melón se reanimaba al extremo de parecer un perro (…) El melón debajo del brazo era uno de los símbolos más estallantes de uno de sus días redondos y plenarios. Pasó rápido frente a su casa, para evitar el cuidado de los saludos del ceremonial y las señas y cumplidos que se abrían delante de su cargo. A paso de carga se dirigió al comedor, puso el melón de Castilla sobre la mesa y con su cuchillo de campaña le abrió una ventana a la fruta, empezando a sacar con la cuchara de la sopa lo que él llamaba “la mogolla”, “lo mogollante”, volcando sobre el papel de periódico gran cantidad de hilachas y semillas que atesoraba el melón. Con el cucharón, una vez limpia la fruta y ostentando su amarillo perfumado, la empezó a llenar de trocitos de hielo, mientras el olor natural del rocío que despedía la fruta se apoderó de todo el comedor. En esos momentos llegó la señora Rialta, y casi al oído le hizo el relato de lo sucedido con el mulato Izquierdo, cocinero de chaleco blanco y leontina de plata fregada. Sin perder la alegría que traía, y sin que el relato lograra inmutarlo, se dirigió a la cocina. Izquierdo, hierático como un vendedor de cazuelas en el Irán, adelantaba la sartén sobre el hornillo. Cuando se fijó en el Coronel, sumó en sus mejillas otra sensación: caían sobre sus mejillas cuatro bofetadas sonadas con guante elástico, hecho para caer sobre la mejilla como un platillo de cobre.-No haga eso Coronel, no haga eso Coronel, -repetía el mulato, mientras toda su cara se metamorfoseaba en gárgola comenzaba a lanzar lágrimas por las orejas, por la boca, corriendo por las narices como un hilillo olvidado. -Largo de ahí, váyase ahora mismo-le decía el Coronel, señalando hacia la espesa noche sostenida por el centinela del fondo de la casa. Izquierdo se puso el saco, no tan blanco como el chaleco, y se fue ocultándose al pasar frente al centinela como quien abandona un barco, como quien visita la casa vieja al día siguiente de la mudanza. Su cara de mulato, ablandada por las lágrimas, al desaparecer se había transfigurado en la humedad blanda de la noche.

Se probaron nuevos cocineros. Fracasos. Levantarse de la mesa decepcionados sin deseos de ir a la playa. El gallego Zoar aconsejado por la señora Augusta, fracasó al presentar unas julianas carbonizadas como cristalillos de la era terciaria. Truni, paseando por la cocina de prisa, queriendo terminar un punto macramé, aconsejada por la señora Rialta fracasó en un conteo equivocado de raciones de platos sustitutos, como huevos fritos, con miedo a la astilla de manteca que le quemase un ojo, friendo con agua del filtro, en cuya etiqueta de marca Chamberlain saludaba a Pasteur. El nuevo cocinero, temeroso a cada instante de ser despedido, miraba con sus ojos de negro ante los fantasmas, si el plato había fracasado. Y exclamando a cada fracaso: Así me lo enseñaron a hacer a mí, en la otra casa les gustaba así. La casa se desazonaba. La tarde fabricaba una soledad, como la lágrima que cae de los ojos a la boca de la cabra. Y el recuerdo de aquellos sucesos desagradables, de los que nadie hablaba, pero que latían por la tierra, debajo de la casa. La lágrima de la cabra de los ojos a la boca. La cara ablandada del mulato, sobre la que caía la lluvia; la lluvia ablandando la cara de los pecadores, dejando una noche de grosero rocío que enfriaba el cuchillo, haciendo que el centinela se enrollase toda la noche en sus mantas, o que el gallego Zoar se levantase cuando el mismo frío le exacerbaba el olvido, para cerrar cien veces la ventana"

Capítulo I

domingo, 4 de mayo de 2014

Sunil Gangopadhyay

 

  Vladimir Markovic

 

Antes de eso, antes de eso

Del dedo de mi mano derecha cuelga

un hilo azul
del cual se haría la bandera triunfante del paraíso
Pero sin duda no es hora todavía
Antes de eso, el silbido del pájaro doyel

debe posarse en mis labios

para cada revelación
Antes de eso, amor en las casas de pólvora
Antes de eso, antes de eso, antes de eso...

El río sabe

A la orilla del río solitario permanece

una camisa azul de algún infeliz
No hay nadie, ni la clara luz del día
Es un día vacío lleno de sombra
¿Dónde se ha ido ese hombre?

¿Entro en el agua, de repente,
buscando un infierno que cubre su corazón?
¿O acaso esté acostado
en el adornado silencio del bosque?
Sobre su cuerpo se han marchitado

algunas hojas
Los infelices nunca dejan las huellas

de los pasos andados
Pero al borde del río, este enjambre de hilos azules

parece la fábula real de alguna vida
Como si la esencia de unos cuantos alientos,
la vanidad de un reino perdido, una carta desazonada
fueran mías, pues fui yo quien algún día
aquí se ahogó en silencio; el río sabe.

viernes, 2 de mayo de 2014

Indicaciones que son necesarias para que nos sintamos dentro del tiempo







Hoy hace 25 años que me casé con un gran amigo y me he despertado pensando que hay indicaciones que son necesarias para que nos sintamos dentro del tiempo.

Nos casamos un dos de mayo que era martes porque era el día de la Independencia.Y nos casamos para que se callara mi madre. Luego atravesamos unos años de vergeles y desiertos juntos, llegamos al otro lado de un puente, y ya está. Roberto es alguien que eleva,  con quien tuve la fotuna de acompañarme un trecho y a quien querré siempre mucho.

P.D. en el último número de la revista bostezo me he enterado de que la palabra fracaso proviene del lenguaje mercantil y he constatado que aplicarla a la propia vida es utilizar otra de las armas que nos han dado para que nos matemos solitos y  poco a poco. 


Roberto, cuídate. Dejo sonando lo que estaba puesto, con lo disfrutón que eres estoy segura de que te gustará.