jueves, 28 de junio de 2007

Y el incipit de la historia es: "mirá, venite a la desembocadura del Lempa, voy a preparar pesticidas con hojas".




Me las prometía yo tan felices organizando rutinas veraniegas. Pero aún no tengo ni una, y aunque hace fresco a finales de junio, tengo insomnio.

No es solo el miedo de no poder dormir lo que impulsa mi insomnio, también lo impulsan, con muchísima energía, las imágenes que no evacué a tiempo. Tengo un insomnio narrativo que quiere sacarme de la cama y traerme hasta aquí:

-Tenes que contar el viaje al Lempa, tenes que contar sin falta el viaje a la desembocadura del Lempa. Hablá del Lempa pues Martita, de las quesadillas del puente aunque sea, o de las tortugas, o de las sillas que se hunden en el barro en medio de la conversación, a mitad de cena, y siempre hay alguien levantandose, cada rato, y a quién le toca arranca la silla, la sacude, esquiva el agujero que dejaron antes las patas,se vuelve a sentar y sigue contando.
-Mirá, hablá “
de cuando éramos pobres y felices”, y fumar era el único modo de espantar a los zancudos. La eternidad y a fumar
-Bueno pobres aun somos, pero vergón, ¡que cuente!. ¿Sigues queriendo contar lo de la Toña?, es muy difícil, mirá: la Marta llevó una noche al gran San Sangrador a una niña Chalateca que tenía siete años y un ataque de asma y nunca había visto la luz artificial, yo ya le dije que está yuca contarlo bien, nadie puede recordar palabras tan radiantes, tan exactas como las de aquella chava, que apenas podía respirar pero nombraba todos los deslumbramientos.

Oigo la conversación bajito, este era el baron Alvarenga, no hay duda, estabámos locos intentando rememorar lo que nos dijo Toña cuando vio por primera vez la ciudad.

-No hay que rebuscarse mucho chamaca. Así fue, así lo cuentas, no te compliqués, vos sabes, lo cuentas, lo cuentas, ni modo. Empeñate en una suma de poquitos que te diría Lezama. No vengas con pendejadas. Ya estuvo de sentirse un chicle en la suela de un bolo.
-No hay cosa más triste que tener oficio y no contar con aperos.

Este último que me reta es Vladi, seguro, las otras voces son de los Salarrue, la de Luis y la de Manuel respetándose el turno. Estarán aún platicando en el pleisbois, o por la Zacamil, o en Mejicanos, o en Credisa, o en la U, seguro que es en la U. Allí es aun muy pronto.

-¿Te acuerdas de cuando se te coló la pierna en el único agujero del camión aquel en el que íbamos encerrados con candado?. Como si lo fueras buscando, solo por allí entraba luz y allí metiste la pata.

Y me acuerdo ¿cómo no iba a acordarme de las aventuras con los poétas y con los agrónomos?. Otra cosa será contarlas.

Dice Carlos Fuentes de Luis Buñuel que, como todos los aragoneses, se comunicaba como los insectos, más allá del espacio, por medio de los tambores y los sueños. Como es lo más intenso que he leído sobre este terruño me lo atribuiré. Además ahora que me duermo, ya no es hora de visitas