Podría decir que el
vecino me iluminó el insomnio al dejar la luz de su terraza
encendida. Primero porque las hojas
de la pared quedaron encajadas en las horizontales de luz como si
hubieran entrado en un pentagrama y se propusieran empezar a sonar.
Después porque recordé la importancia de persianas y cortinas, esas
dos metáforas tan diferentes.
La persiana hace que nos
veamos entrecortados, nos deja identificar los bultos y seguir los
movimientos pero nos priva de cualquier certeza, azuza la intuición,
como todas las visiones incompletas. Las cortinas no. Las cortinas
exhiben y ocultan alternativamente, se contonean para insinuar,
producen otro desasosiego, no paran de dialogar con lo de afuera y
agitan el salón, mientras las persianas, rígidas, proyectan en el
dormitorio lentas coordenadas de fuga.
Walter Benjamín en
Hachís, Lezama en Paradiso, Cortázar: búhos persianas y tranvías,
Flaubert también pone cortinas en el carruaje y que no se me olviden
las persianas de la roulotte de Raymond Roussel...voy a seguir
recordando y buscando: todo está en todo decía Spinoza y hay que
estar en algo decía el Chele.