martes, 16 de septiembre de 2014

Sobre la gramática de cortinas y persianas y búhos.






 
Podría decir que el vecino me iluminó el insomnio al dejar la luz de su terraza encendida. Primero porque las hojas de la pared quedaron encajadas en las horizontales de luz como si hubieran entrado en un pentagrama y se propusieran empezar a sonar. Después porque recordé la importancia de persianas y cortinas, esas dos metáforas tan diferentes.

La persiana hace que nos veamos entrecortados, nos deja identificar los bultos y seguir los movimientos pero nos priva de cualquier certeza, azuza la intuición, como todas las visiones incompletas. Las cortinas no. Las cortinas exhiben y ocultan alternativamente, se contonean para insinuar, producen otro desasosiego, no paran de dialogar con lo de afuera y agitan el salón, mientras las persianas, rígidas, proyectan en el dormitorio lentas coordenadas de fuga.

Walter Benjamín en Hachís, Lezama en Paradiso, Cortázar: búhos persianas y tranvías, Flaubert también pone cortinas en el carruaje y que no se me olviden las persianas de la roulotte de Raymond Roussel...voy a seguir recordando y buscando: todo está en todo decía Spinoza y hay que estar en algo decía el Chele.

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