Entró a tomar un cortado el que entonces era el único médico de cabecera, además del encargado de sanidad. Nunca sabré si por joder, por reafirmarse o porque, como diría mi madre, era un desustanciao, dijo que el bar estaba sucio.
Mi madre fregona en la mano le dijo muy serena:
-Eso no es cierto, pero me alegro muchísimo de tener ocasión de decir que llevo treinta años hacinada en su/tú (eso no lo sé) consulta sin quejarme. Aunque eso no es lo más grave, lo peor es estar dándole/dándote (¿?) una propina todos los meses (se refería a la iguala). ¡A mí me daría mucha vergüenza!
Y aquel hombrecillo displicente, el miembro de las fuerzas vivas, salió colorado como un tomate.
Y de esas muchas.Es un lujo haber tenido una madre guerrillera incansable, especializada en los ataques selectivos y directos.