domingo, 28 de septiembre de 2008

Amanda



Ella, Amandita, la niña, que se está haciendo grande, ha decidido que va a estudiar hispánicas. Lejos queda aquella pizpireta que quería ser dentista para no ser pobre como nosotros. Bueno pues también tiene blog.

No se va a librar la mona de su madrastra este invierno, me toca, es hora de seguirle la pista, es mi turno.

Su madre se queja, nos pregunta de vez en cuando porque nos tratamos así, de madrastra e hijastra.


Nosotras sabemos: ¡qué placer darle la vuelta a algo!, a lo que sea.

sábado, 27 de septiembre de 2008

La cordura del invierno



Sonia Antón me decía un día que los viajes en autobús no son para leer, son para cambiar mirando el paisaje, estoy totalmente de acuerdo, oigo y obedezco.

Durante el camino intento aislar lo diferente, lo importante.

Este año le ha tocado dejarme los calcetines a Elena, ya los ha visto. Las hermanitas de los hermanitos, esa otra estela, son amigas entre sí y de todos nosotros, nos vamos cruzando por el mundo y convivimos unos días, luego siempre tenemos mucha información y muchas versiones los unos sobre las vidas de los otros, conocemos detalles de trabajo, de amores, de progenitores y descendientes; son muy importantes los sobrinos (Antoñito parece un Lord Byron de siete años en esas fotos de la selva con camisa blanca, veo sus fotos y ya lo estoy oyendo hablar. Emilio es precioso y se parece a Moni) En fin otra novela. Sobre todo porque nos influimos sin pudor.

Llegó Carmela, hacía once años que no nos veíamos, desde El Salvador. Llegó y como la peluquería es su vocación frustrada me cortó el pelo, esta creando un estilo nuevo, nos lo corta a casi todas en distintas esquinas del mundo. Esta semana casi seguro que se lo corta a Mónica en Ecuador. Y Mónica y yo pensaremos la una en la otra desde el mismo corte de pelo.

Los cuadernos de José. Los precedentes de los blogs pero de otra manera. La intimidad. La continuidad. La otra conversación apuntalada con citas, con iluminaciones, con sueños, con presentimientos y también con borrascas.

Las notas como estas, para que no se nos olviden los detalles importantes. Ese señalar continuo, siempre diciendo: mira donde ví, dónde me fijé. Como ir dejando miguitas en un camino, sin ninguna garantía pero con afán.

Siempre nos hemos leído los cuadernos sin comentarlo explícitamente. ¡Cómo no hacerlo cuando vives tanto tiempo en la misma casa y te quedas solo ratos y ratos con los cuadernos de los otros! Pero uno de estos días dije (se me escapó)

-Todavía no he leído tu cuaderno, lo he visto encima de la mesa pero aún no…

Al día siguiente me dejó el otro y leí los dos.

Por la noche la conversación era exacta, concreta, fluía, era la conversación adecuada para ese vino perfecto que trajo José para la última cena: chuletón de la zona y calabacines del propio huerto rellenos.

Aún no he mencionado a Eva, la tercera de la casa.

-Estoy regular, no tienes más que mirar el huerto, mi cabeza suele estar como mi huerto,

Dijó Eva. Dijó eso y poco más y ya supe que estábamos donde teníamos que estar: juntas desayunando en un porche.

Fresnedilla es Sisely, el pueblo de Doctor en Alaska. Las casas tienen pasillos invisibles entre sí, todo el mundo tiene tiempo, el transporte es la bicicleta. Quedas con el carnicero a las siete y cuarto. A mitad de danza Blanca nos habla de Valente. En el Amador los sábados por la mañana se lee la prensa en comandita.

Alguien no quiere vino:

-Es que no me gusta regar ebria

dice tronchada de risa

Tienen algo triste las estaciones, las de ferrocarril, se obstinan en ensartar la memoria de muchas otras llegadas. Pero enseguida se me olvida, enseguida llama Inés y hablamos y hablamos mientras estreno, por fin, el flamante tren que me deposita en siete minutos en mi pueblo.

El pichi se vuelve a bañar a las once, Ana Pilar pasa por la plaza con Paula, su hija, tengo montones de sobrinos, y me pregunta si me sube el periódico: Anita conoce mi adicción a los pijamas y a las emboscaduras en el rincón de la terraza. Hoy iré a nadar. ¡Ya no recordaba lo acogedoras que son las prendas de abrigo y el invierno desde ese rayo absoluto de sol!


Los treboles son de Michal Bartory un tipo visionario

jueves, 25 de septiembre de 2008




Los calamares no me atemorizan. En señal de amistad trenzo y destrenzo sus tentáculos. Después de todo, soy casi una de ellos: yo también sé esconderme en nubes de tinta.

Ana María Shua


lunes, 22 de septiembre de 2008

y remacha y ajusta/tanta vida ambulante



Esta mañana, llevaba puesta una toquilla de Elena y había llovido; me he desdoblado y he tenido la certeza de que todo el camino me traía exactamente hasta ese momento y esa piedra: soledad, paseo, lluvia, piedra, alcornoque, toquilla.

Cogerse el ritmo, ir cambiando el ritmo, calmar a los otros miembros de nuestras respectivas cooperativas (todos tenemos un montón de personajillos dentro y cuando son buenos, cuando no riñen, trabajan como cooperativa, aún así) dejarles hablar entre ellos, y al pesado de tu portavoz y de mi portavoz, ese proceso largo, difícil, agotador, hasta que todos ellos callan.

Ir empezando conversaciones con silencios que duren muchos días, muchos meses, muchos años, buscar de qué otras corrientes mayores son afluentes algunas redundancias, algunas imágenes, algunos recuerdos; ir borrando cuidadosamente las palabras que sobran.

“Cada uno ha de volver a pensarlo todo desde el origen”. Y “hay que parar la cabeza para que al resto del ser le de tiempo a llegar a ser”. Algo así decía Elias Canetti, me recuerda José.

(y una imagen viva detrás de la conversación de anoche: el atracón de queso: ¡qué hambre dan los conceptos!. Hasta empezamos el turrón y dimos por celebrada la navidad)

Cuando me he despertado he buscado y encontrado la Oda a la Hospitalidad de Claudio Rodríguez. ¡Qué bueno es Claudio! y ¡cómo llueve!


La imagen es de Claude Cahun

sábado, 20 de septiembre de 2008

+Horizonte



Todos me reciben cuando llego de ocupa a sus casas con un par de kilos de patatas, una docena de huevos y alguna cebolla. Me gustan los rituales, nuestros hilos conductores, estemos donde estemos la certeza, y repetir los gestos por los que nos reconocimos cuando nos encontramos, in illo tempore.

En las casas de los nómadas tienen más responsabilidad y adquieren mayor complejidad los objetos, cada libro del niño José y el mismo calendario maya, que acabo de encontrar detrás del sofá, me hacen recorrer años, épocas, crisis, casas, euforias, lugares. Son solo objetos pero me ayudan a entenderme, como si señalaran un cauce.

Cuando vengo aquí sólo sé que voy a la Sierra, José cambia de casa casi cada año y nunca me pone en antecedentes. Este año toca otra vez Fresnedillas de la Oliva. Esta es una casa aérea, con huerto, con dos balcones enormes, desde el de delante Castilla parece el mar al atardecer. En el del otro lado hay pájaros, piedras y alcornoques.

Después de una semana estupenda y agotadora este es un buen lugar para hacer la digestión. Los Sánchez Miranda, José y su hermana Elena, dominan el cuerpo, y todo se contagia, se expresan con la intensidad de ser, entre otras cosas, buenos teatreros. El recibimiento no podía ser mejor, anoche nos dedicamos a bailar hasta alcanzar la catarsis varias veces y mientras preparaba la tortilla Joselín organizó el caos de mi omóplato. Se me estaba convirtiendo la espalda en una contradicción; el lado izquierdo aliviado, placentero, casi feliz, y el derecho tan dolorido.

Voy a ver con qué ensayos espesos adereza mis neurosis este año el hermanito. Empieza a atardecer y h
oy me apetecía Paul Klee

sábado, 13 de septiembre de 2008

La última cena



¿Siempre voy a tener esta angustia el último día de molino?. Creo que es un síntoma de que me debería quedar. Es tan saludable el fuego.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Cesar Vallejo



Esta mañana he recordado el trecho que adelanté gracias a Cesar Vallejo, recién pasada la adolescencia, cuando leí:

mi madre me oye en diámetro callándose en altura.


Pero cuando pienso en Vallejo no recuerdo eso, siempre recuerdo:


Y nuestro haber nacido así sin cauce.


Después de recordar eso me he puesto a leer a Vallejo, de verdad, debajo del palo de mango. Para hacer cosas así vengo hasta aquí. Y me ha apetecido copiar esto.


Otro poco de calma, camarada;
un mucho inmenso, septentrional, completo,
feroz, de calma chica,
al servicio menor de cada triunfo
y en la audaz servidumbre del fracaso.

Embriaguez te sobra, y no hay
tanta locura en la razón, como este
tu raciocinio muscular, y no hay
más racional error que tu experiencia.

Pero, hablando más claro
y pensándolo en oro, eres de acero,
a condición que no seas
tonto y rehuses
entusiasmarte por la muerte tánto
y por la vida, con tu sola tumba.

Necesario es que sepas
contener tu volumen sin correr, sin afligirte,
tu realidad molecular entera
y más allá, la marcha de tus vivas
y más acá, tus mueras legendarios.

Eres de acero, como dicen,
con tal que no tiembles y no vayas
a reventar, compadre
de mi cálculo, enfático ahijado
de mis sales luminosas!

Anda, no más; resuelve,
considera tu crisis, suma, sigue,
tájala, bájala, ájala;
el destino, las energías íntimas, los catorce
versículos del pan: ¡cuántos diplomas
y poderes, al borde fehaciente de tu arranque!
¡Cuánto detalle en síntesis, contigo!
¡Cuánta presión idéntica, a tus pies!
¡Cuánto rigor y cuánto patrocinio!

Es idiota
ese método de padecimiento,
esa luz modulada y virulenta,
si con sólo la calma haces señales
serias, características, fatales.

Vamos a ver, hombre;
cuéntame lo que me pasa,
que yo, aunque grite, estoy siempre a tus órdenes.

De Oración del Camino (1937)


El cuadro es de Caio Fonseca, un pintor recomendable

miércoles, 10 de septiembre de 2008

¡Oh Molino!






Contaba mi madre, a carcajadas, cuando le hice esa foto, que encontró a mi padre de rodillas en la cama con la cabeza pegada al cristal, muerto de miedo porque había oído una moto. Menos mal que enseguida pasó otra moto, y hasta una furgoneta, y dedujeron que aquello no era una peregrinación de salteadores sino una carreterilla que pasa cerca.

Ninguno de esos dos había dormido antes tan lejos de los demás, tan separados de la civilización por tantas curvas. Hasta ahora salen al porche poco a poco y escuchan y miran con extrañeza el silencio y la oscuridad.

-Pero si tu hija evoluciona Matías, pero al revés. Yo siempre le he dicho que tendría que haber nacido hace cien años pero después de conocer el molino rectifico. Hace doscientos. Acéptalo, este es su medio, mientras estemos aquí ella es la abuela. ¡Pero como se puede estar tan bien con esta soledad!

-Es una cosa extraña, una isla de confort raro en un entorno remoto, además, tenéis de todo. Busques lo que busques está.

-¡Sobre todo enchufes!¡en mi vida había visto un sitio con tantos enchufes!

El molino no se deja conquistar a la primera, y a veces hasta se resiste más, esta vez los albañiles rompieron la entrada de agua, hemos tenido ladrones, benignos, eso si, y luego, que manejar tan nuevas tecnologías tiene su aquel.

Nos vamos a buscar a Inma y a Javi, su hijo, a Almuñecar, vienen a pasar unos días. Un minuto más sin seres humanos a su alrededor y esos dos enloquecen.

martes, 9 de septiembre de 2008

Una jauría de impresiones




Alguien me contaba que nuestra cabeza es como un zoológico en el que un torpe amaestrador intenta poner orden. Es inútil. Cuando nos vamos a dormir las fieras vuelven a tomar el territorio. Ademas, hay días en los que el cuidador recibe visitas, y tiene que intentar que los leones no se merienden a los niños, a los padres, a los amigos que vinieron hasta aquí para conocerlo.

Es Agotador.


La imagen: estos claroscuros del bosque son de Bill Viola, así me gusta imaginar las neuronas

viernes, 5 de septiembre de 2008

1/Septiembre
Zaragoza

Tengo una relativa sensación de vacaciones cuando estamos cenando en la terraza con Versca, la búlgara, Mioara, la rumana, Ana la italiana, y la chica colombiana que lleva toda la tarde problemática y ha motivado cual efecto mariposa que mi hermana, que es la jefa suplente, me invite a cenar en su día de fiesta y en mi noche de preparar la maleta.

Me ha gustado Mapi de cerca. Iba a escribir de jefa, iba a escribir de lejos. Bueno no sé. Cuando la veo tratar a los demás me doy cuenta de que no se parece nada a como la imaginaba y al mismo tiempo es idéntica a cómo creía que era.


2/Septiembre
El camino

Ulrich decía que no se puede agujerear la vida con vacaciones. Pero yo lo estoy haciendo ahora. Con precauciones. Eso es cierto. Me he venido al molino con mis padres. El cable a tierra.

¡Qué locura mis padres de copilotos!, menos mal que la mayor parte del viaje ha conducido Matías.

Yo tengo habitualmente una copiloto imaginaría que algunas veces está de verdad sentada al lado. Me gusta pensar conduciendo y hablar pensando, y conducir, tengo un coche tan viejo y estoy tan compenetrada con él que en algún rincón de mi cerebelo se han fundido las tres costumbres con ese espacio para proporcionarme un bebedizo. Cuando tengo que pensar-me y percibir-me desde otra esquina salgo a una carretera, para seguir comprobando la infalibilidad de mi 106 y para contar con la cabeza de la Blanch de Vero y la mía. Por eso estoy bien, hago terapia. Y por eso casi no la echo de menos, por eso y por una telepatía que ya no nos sorprende (aunque terminemos beneficiando a las petroleras y a los supersticiosos)

En la primera parada mi madre ya ha dado un suspiro de enamorada.

-¡Que bien conduce tu padre!¡nunca he pasado miedo con él!

Y yo he empezado a imaginarme el resto. Pocas veces sucede lo que imaginas, hay que aprovechar cuando no falla un milímetro la premonición:

-Música prohibida. Aquí lo único que hay que escuchar es el motor. Ni olivos ni olivas, a lo que estamos. ¡Pero vas a reducir!, ¡mete la directa!, ¡pero estás sorda!, ¡tienes que oír el motor!, reduce. Se conduce de oído.

-También se escribe de oído.

-Marta, a lo que estamos, que ese pobre hombre ya no sabe si lo quieres adelantar o que te adelante. No se puede ir creando confusión por la carretera. Si quieres crear confusión te esperas a llegar al molino.

-Con mi coche no…

-Si tienes oído lo tienes, con tu coche y todos, así que calla y escucha.

Cuatro o cinco horas así…
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4/Septiembre

Ayer y hoy zafarrancho para conquistar el Molino. Me gusta limpiar de verdad, me pone enferma quitar motitas de polvo y suciedad imaginaria. Limpiando se apropia uno de los rincones, y creo que las grandes paletadas de tierra y el olor a lejía me van quitando otras basuras de más adentro. No es que adore matar arañas, incluso me planteo dejarlas porque sé que enseguida vendrán a sustituirlas otras más frescas, pero me gusta que haya seres vivos a mí alrededor. A veces me asusta vivir en un mundo tan aséptico. Además me gusta mucho la salamandra de la foto, ha acudido a la hora de la cena. ¿Vendría sola o la habrá traído Martín que sueña con que esto se llene de gecos?

Solo hay un problema ahora con lo de la limpieza: ¿cómo paro a mi madre?. Matías está como Rene y Martín, mide que te mide y dibuja que te dibuja.

P.D. Niña Blanch hemos tenido nuestros dos primeros limones, uno aún está creciendo. Me he preparado unas anchoas medio japonesas con la mitad para aperitivo, esta noche me tomaré un gin-tonic a la orilla del río seco para celebrar la cosecha. A votre chante.