sábado, 29 de agosto de 2009

Los trabajos y los días


Tierra-Fuego-Tiempo

Hay una severa descompensación entre las chimeneas de esta casa; la de la cocina nunca ha podido tragar, la tuvimos que entubar y le salio una estufa, la otra es un animal enorme que devora la leña. La chimenea feroz se convierte durante el verano en un prodigio para limpiar los campos de basura, de cajas de baldosas y sacos de cemento que parecen infinitos, no he parado hasta hoy de entrar y salir cruzando por debajo de la manguera: mis tratamientos de belleza; una exquisitez la saunas polvorientas.

Luego quito las cenizas y hago brasas limpias con buenos sarmientos.

Bajamos al barranco al atardecer, a por la cena, y volvemos cargadas como burras, sobre todo de leña, porque acumular cebollas y calabazas es una tontería de supermercado pudiendo asarlas recién cogidas. No pasa lo mismo con la leña y con las almendras, puritito vaticinio, si hay tanta cantidad es porque hay otro invierno. Al campo aún descienden los dioses dice Musil. Será porque aquí el tiempo es meticuloso, está pormenorizado.

Pero estoy desentrenada, a veces me falla la memoria imprescindible, y aquí la precipitación se paga: ayer cogí un melón antes de tiempo.


Las cucarachas

Tengo tanto sueño, he oído a Inma, que es una madrugadora, y me he levantado a las seis de la mañana, no he podido resistirme al relato de su confusión entre amor y cataplexia.

-Cuando me entraba aquella flojera en las piernas, cuando no me sentía de cintura para abajo creía que me había enamorado y me lanzaba a besar al interfecto. Por eso me casé tan convencida. Años después se lo conté a mi padre y se echó las manos a la cabeza. El neurólogo me diagnostico enseguida, no era amor, soy narcoleptica, eran cataplexias.

Me debería ir a la cama pero tengo que regar a las cinco, más o menos, que aquí existe el tiempo pero la puntualidad no. Debo estar dormida, lo que sigue no me parece del todo real.

Nos hemos ido temprano a recoger el desayuno, un desayuno lotófago, una de las mejores cosas que aprendí en Centroamérica es a comer flores y este lugar es como aquel. Luego he descubierto dos nidos de cucarachas en la cocina. “Hueles peor que los cucos” dice mi madre, y ya no me acordaba de aquel olor de las matazones de Ayutuxtepeque, pero las cinco o seis mil cucarachas muertas han producido la esencia que activa la memoria remota. De momento he vencido en tan singulares batallas, pero estoy exhausta y me da un miedecillo extraño irme a dormir. Tampoco me parece muy real que ahora no salgan de los agujeros y sigo vigilando.

Buñuel me consideraría una digna sobrina, ¿soñaré como él cuando me duerma?

Cuando me estaba duchando me he imaginado que tenía una cuca entre el pelo a punto de morderme el cerebro como venganza, y luego a mi madre, contando, totalmente en serio, que la conozco, que está preocupada porque tiene una hija que huye hacia el pasado, y que si sigue a esta velocidad va a llegar al neolítico.

Fuego-Tiempo

Me tomo mucho tiempo y ya no me quemo y ya no me salen las hogueras desordenadas.

Es difícil abanicar el fuego, cuando más apagado parece es cuando hay que seguirle soplando si se quiere destapar la llama. Otras veces hay que echarle sal para que se quede en brasa.

Alquimia.

Los frutales

Me siento totalmente eximida de la obligación de tener libros o niños, acabo de plantar con ayuda de los invitados 22 árboles: dos ciruelos, dos manzanos, un cerezo, dos nogales, un guindo, dos granados, dos melocotoneros, un abeto, otro limonero, un naranjo enano, ¡Blanca un zapote!, y dos perales, y ahora mismo no me acuerdo de más.

viernes, 21 de agosto de 2009

Regreso al ciber-zen




Agua

No podía dejar de nadar de golpe, me hubiera demenciado, el cuerpo se la pasa reclamando, grita y vuelve siempre a por su vuelto. Nadar es de momento la manera de que estemos en paz y le cumplo.

No sé cuantos metros tiene la playa del muerto, cuesta un buen rato cruzarla, hay que bajar temprano, a las nueve, antes de que empiece el concierto de motores amplificado por el agua. Cuando llegan los barcos, las motos y las barcas, los peces más que nadar tienen espasmos, se desordenan. Intentan huir, esconderse, pero no hay donde, y con tantos sobresaltos se dispersan. A partir de las diez y medía aquello es un psiquiátrico de peces, un caos, un desorden nervioso.

A la mañana siguiente, cuando llego, los peces se han convertido en bancos otra vez, han recuperado la sincronía y puedo nadar confiada siguiendo la dirección que eligen ellos, o pararme, y se paran a coquetear, siempre a la misma distancia. Cuando giro se ponen en fila y me rodean.

Ayer me fui muy adentro, había una corriente cruzada que me jalaba, iba siguiendo a una manada de diminutos hilillos de neón. Me asusté cuando se dispersaron y gracias a eso pude hacerme ver por una moto que casi me atropella (hubiera resultado tan poco verosímil ser atropellada mientras perseguía neones, y además nadie lo hubiera imaginado, que me desperté)

Entonces me di cuenta de lo lejos que estaba de la orilla y recordé los calambres que dan al asustarse

Agua-tierra

Ningún río, aunque se llame como éste, está tan seco cómo aparenta. A nuestro río seco le mana suficiente agua al lado del barranco y José ha puesto una huerta que es exactamente como me gustan las huertas, suelta, aparentemente descuidada, sin cálculos ni rectas visibles, poco cartesiana, llena de sorpresas. Sólo parece un calabazar, sin embargo, mirando con atención encontré pepinos, sandías y melones camuflados por las larguísimas guías de la calabaza en flor, dónde menos se espera ha escondido el José una fila de ajos y cebollas, tiernos como el agua. Cuando llegué ya estaban las patatas en la cocina.

Dedicarse a ver crecer los árboles, eso es una ocupación alta y sobre todo fructífera. Ahora están cargados pero está todo verde, voy por las tardes a respigar los aguacates, duros como pedreños, los palos de mango están cargados de fruta, ya roja, pero a medio crecer, lo mismo pasa con las guayabas, los chirimoyos, la higuera, los olivos y las toronjas. Ahora toca acumular uva y almendra. Los cítricos que pusimos enanos tienen muchísimas mandarinas, naranjas y limones, por eso en esta cocina más de una vez se oirá:

-Necesito un limón para el gin-tonic
-Es el árbol de enfrente, el tercero, si prefieres lima es el árbol que está detrás de los pomelos.

Que a mi me parece uno de los mejores diálogos posibles.

Hablé con José y consulté a los socios, hay que establecer prioridades, nos faltan muchos frutos secos, mañana iremos al vivero y pasara como cuando vas a una biblioteca, que nunca te llevas el libro que ibas a buscar, pero por lo que tenemos meditado creo que este año vamos a plantar un nogal, un granado, plátanos, pistachos y anacardos. Me siento como un Noe vegetariano, al tiempo, con la jubilación, llegarán los pavos y las gallinas.

miércoles, 5 de agosto de 2009

El arte de narrar



De El arte de narrar, Juan José Saer, editorial Visor

Música: The Best Blue Note
Imagen: Su Blackwell

martes, 4 de agosto de 2009

Hypnotic Brass Ensemble




He leído en el País:

P.¿Hay música nueva que sorprenda a Iggy Pop?

R.Me impresiona el
Hypnotic Brass Ensemble. Músicos callejeros, la mayoría hijos de un trompetista de jazz. Tocan muy crudo y... bueno, ellos no lo saben, pero les estoy componiendo canciones.

Y , claro, los he buscado luego. En verano necesito mucha más música.