sábado, 1 de marzo de 2014

Batida de alas y posterior planeo de un ave terrestre de gran tamaño





Estoy haciendo planes de futuro a corto, medio y largo plazo,  como me enseñó mi pequeño comandante. Ya sé que me saldrán paternostes, pero no pierdo nada. 

En otoño empezaré a ir a clase de cerámica. Siempre he tenido ganas. Y también siempre he sabido que lo haría. Que llegaría el momento. Además imagino un horno en el molino, David Gómez Blaya me ayudará.  No creo que me convierta en una artista con estas manos como adobas, pero podré hacer tinajas y macetas y platos. Necesitaremos un horno enorme si voy a hacer tinajas.  Pondremos la rueda de alfarero en la puerta de mi habitación, cuando exista, la puerta, la que se abrirá al campo. Entonces ya habrá crecido el emparrado de glicina y habrá una fuente y muchas calas en ese rincón que queda de la almazara.

Luego me he ido de una a otra porque estaba empezando a romper ciclos, no es que sea inconstante pero no me colma decir "eso lo hago siempre, desde hace treinta años", así que he borrado el congreso de periodismo digital este año, y por eso me he acordado de cuando Edita estaba en el ciclo, y también del día que conocí a Benito, que ha venido evocado por uno de sus poemas y el barro.

Mientras inauguraba Gonzalo el Me cago en tu puta madre, menos mal que la gente ha olvidado ese poema porque llegue a temer que redujeran a Gonzalo como redujeron a Tania al Ñatazo. Bueno, pues mientras Gonzalo fulminaba la sala con rayos y centellas, estaba yo tomando un gin-tonic con Benito, a quién había conocido gracias a Enrique Mercado aquella tarde. Benito del Pliego, que tenía Fábula y más cosas en hojas sueltas, me regaló un poema, el que saliera, corría el 2007 y salió este :

Inútil evitarse. No hay nada bajo el cielo, ni sobre el cielo tampoco; nada que no haya yo trazado.
No digo que lo contenga todo, ni que pueda hacer surgir de la nada las cosas con el célebre “abracadabra!”. Soy lo que tienes frente a ti. No como el cristal que se interpone entre tu vista y la calle; como el barro que transforma la mano que lo estrangula; ¿lo entiendes?. Te pienso, y a través de ti, yo mismo resulto comprensible.

Supongo que lo de acariciar el barro será tan placentero como comer fresas con rúcula en el huerto, es  irle poniendo habitaciones a la vida. En cuanto a esa noche, que recuerdo entera, está entre las que prefiero recordar.