lunes, 22 de febrero de 2010

Clase de Literatura



En la época de Homero, el ojo humano era sensible a los colores muy luminosos, pero no distinguía los matices del verde y el azul. Hacia los siglos finales del segundo milenio había desarrollado sensibilidad a todo el arco iris. Nosotros ya no percibimos el rojo y el amarillo como Homero pero vemos más allá del ultravioleta. También han evolucionado el olfato, el oído y el gusto. Nadie se extasía hoy con el nauseabundo olor de los jazmines, ni escucha arrobado la estridencia barroca del clavicordio, ni prueba el pan de levadura con que se alimentan los cerdos. Estos cambios en la percepción de las cosas provocan desde hace mucho la obsolescencia de muchas obras antiguas que hoy resultan desconcertantes. Sin embargo, no faltan escritores y críticos no realistas, que en nombre de una supuesta vanguardia reivindican el extrañamiento ante lo irreal que producen las minuciosas descripciones de Balzac y de Émile Zola

Raúl Brasca Escritos disconformes Ediciones Universidad Salamanca