lunes, 3 de marzo de 2008

Intentando pensar ahora que soy más delgada




Me fui a la cama pensando que iba a escribir un “no me gusta” (ya he dejado lo de hacerme entrevistas, mi otro yo me ponía preguntas cada vez más retorcidas). Empecé el no me gusta, pero me pareció aún más desasosegante que lo de las preguntas, ¡vaya final de jornada!, además cuando estoy débil me toma la voz de mi madre:

-Marta tú te pasas

Oigo, y veo una señal de stop. No quiero parecerme a Millás con lo de las voces, ni dejar que me influya tanto a estas alturas mi madre, pero me pasa. Aún así escribí mentalmente:

-No me gusta ser un animal político. No me gusta que me llame un empresario, preocupado ,porque en su empresa trabajan personas de 18 nacionalidades y en el último mes se han disparado los casos de racismo entre sus empleados (¿no tiene nada que ver la campaña electoral del PP?) . Hubiese preferido que todo siguiera como hasta ahora, aunque quizá es bueno que emerja la merde y los equívocos, para actuar, porque se puede actuar ( la prueba es que en la única estación donde no se dan situaciones racistas es porque se habla del tema, se reflexiona, hemos convertido el racismo, las supuestas diferencias, las leyendas urbanas, los falsos tópicos, en un tema de conversación habitual)

Hasta ahí mi madre no hubiera dicho nada, ahí paré. Que no hay que malgastar la energía en empresas menudas y perecederas, sobre todo cuando se tiene tan poca, y en campaña electoral.

Podría haber seguido contando que no me gusta la debilidad. Pero la verdad es que esta sensación de estar flotando,de ser incorpórea, tiene algo agradable, como si fuera la justa recompensa a los nueve días en los que he sido alguien delirante a 40 grados. Claro que yo hoy tenía previsto salir chutando hacia Madrid, hacia los demás, hacia los proyectos, los amigos, los trabajos y los días. Entonces escribí mentalmente:

-No me gusta la urgencia, no me gusta mi manera de moverme, parezco un zompopo.

(los zompopos se quedan quietos mucho rato, parece que se han muerto, de pronto empiezan a volar enfebrecida y circularmente hasta que chocan contra algo, vuelven a caer al suelo y se quedan ahí quietos otra vez, haciéndose los muertos, ¡qué horror los zompopos!)

Menos mal que me puse a leer, con la propia cabeza a solas se va pocas veces lejos. Y me puse a leer a Peter Sloterdijk, con quién tengo una relación compleja, y que formuló una pregunta anoche:

-¿Tenemos una tradición o una tradición nos tiene a nosotros?

que más que pregunta me pareció una puerta que abría mil sentidos, aunque si digo la verdad funcionó como una nana, y es que con esta debilidad una pregunta así te tumba.