Me vinieron bien los gritos aquellos del camarada Escarpa hace un par de años.
Va por vos Carlos. Que nunca te dedico nada.
Yo ahora te cuento las minucias en el blog, le dije ayer a Tatiana, que me preguntó por las minucias. Y luego pensé que este blog parece una novela vaga e interminable y decidí callarme, ¡para mi genio, que ya no tolera ni las cortas!
Pero hoy es otro día y ahí van, las minucias: he montado una cadena de germinación y me estoy preparando desde el lunes la ensalada del viernes. A falta de tierra agua. Mejora mis procesos neuronales asistir al lento crecimiento vegetal. Pensando en el futuro también he estado mirando aboneras, creo que voy a preparar este verano un par de aboneras en el molino, necesitaré madera, gusanos, clavos y otra psicomótricidad, pero lo intentaré. No van a ser todo brotes y florecillas. Necesitaremos detritus, y fiemo.
Siempre había dicho que si me reencarnara sería cocinera, ya no, más después de hablar de esto con Blanca que dice que solo soy feliz del todo cuando juego con la tierra, tendre que ser, aún sin reencarnarme, y a la fuerza, agricultora.
Después, y mientras, he estado dándole la vuelta al libro de André Hirt que me regaló Antonio. Más que un libro ha resultado ser un fijador de nociones, o una conversación que me estaba haciendo falta (si no me conoce er Ezpeleta ¿quién?) Musil, le feu et l´extase (contributión á une vie exacte) se titula, gracias a ese librito he conquistado el trozo de la mesa de escribir a mano y el rincón que confía en la memoria, ¡y el rico trasiego de ir y venir a la estantería! Seguiré con El hombre sin atributos y El Calidoscopio, no hay de otra. Gracias Antonio, por tu exacta y legendaria contribución a mi inexacta vida
C´est tres important,
Hago mucha mermelada de limón, con poco azúcar, negro, y la cáscara, deja regustillo a gin-tonic.
También es verdad que tengo unas extrañas y variopintas amigas en el bar de abajo y algún día, pocos, entro y me tomo un gin tonic con ellas, capitulo aparte y buena compañía ese trío.
Nado cuarenta y cuatro largos cuando anochece ¡impresionantes atardeceres violetas y rojos desde el agua!
La interrogación es de Juan José Ruiz Fernández
no pienso en nada nadando.
0
Todas las historias empiezan antes. Ésta empieza cuando se rompió la hamaca y Mariantonia y yo nos dimos un culetazo del que nunca nos hemos recuperado.
Nos dimos cuenta enseguida de que no íbamos a recuperarnos. Agachamos las orejas ante la evidencia y no nos hemos vuelto a ver.
También esa historia había empezado mucho antes y quizá ni haya terminado aún.
1
No sé para qué fui a recepción, ¡supongo que tiene un montón de quehaceres en recepción alguien que habita sola una tienda de ocho plazas!, pero ahora no recuerdo qué necesitaba.
Estaba Sara. Enseguida llegó Pablo. Esa noche salí con ellos, había verbena en Alquézar.
2
Para Pablo lo acaecido también era muy reciente, a veces coger el hilo tiene que ver con que tu historia inmediatamente anterior no sea muy larga, aún te parezca intensa, y se deje imaginar en una noche de verbena.
3
Pablo había pasado por la gasolinera del cámping tres semanas antes, estaba de vacaciones con su enorme moto. Trabajaba como diseñador gráfico, bien pagado, en Alemania.
4
Me di cuenta inmediatamente pero no reaccioné a tiempo, no reaccioné hasta el próximo cámping. Entonces paré, monté la tienda y me puse a pensar. Volví dos días después.
5
Volvió dos días después y le dijeron que vaya pena, que acababan de contratar a alguien dos días antes.
6
Esos dos días fueron muchísimo tiempo, por eso me trasladé aquí y decidí esperar lo que hiciera falta.
7
Una semana después quedó la plaza libre. La que él quería: recepcionista con cinco idiomas y una mierda de sueldo, pero también durante el invierno, y en el lugar en ninguna parte en el que siempre había soñado aislarse Pablo.
Se quedó dos años y tuve la suerte de compartir la certeza del día en que paró la moto. Su casa es inolvidable, en su cadiera Conrad contaba en tiempo real mientras Amanda hacía los deberes.
8
Era un hombre tan alto, tan alto, que arreglaba los cables de telégrafos subido en una silla.
Hacía sufrir ver a Pablo siempre agachado, aprisionado por aquellos techos.
Compartíamos gustos y disgustos
-Odiaremos, no a Sabina, sino a todo el mundo al que le guste Sabina
Dijimos después de una de aquellas reiterativas verbenas. Y lo rubricamos con el Pulioretano
Nos encantaba esa canción.
9
Radiquero era un pueblo tan pequeño, tan pequeño, que todos los vecinos quedaban para cenar.
10
En ese teléfono que me robaron estaba por fin el de Pablo, lo iba a llamar esa tarde, hace por lo menos dos años que no sé de él.
Vuelta a buscar el teléfono. ¡Qué pereza da vivir en mundos tan grandes diosito!
A la vuelta de Punta Umbría siempre hay desastres.
El primero, el doloroso, fue el domingo, en la primera parada desde Madrid, que es siempre el km
Ya todo el viaje fue la incredulidad que produce la desaparición, la rabia, el miedo (aunque también la compañía, el recuerdo de haber compartido ese estupor con Antonio Gómez hacía unas horas)
Luego empezaron las desapariciones pequeñas:
El miércoles me rompieron la cerraja del coche e hicieron desaparecer el teléfono.
¡Ahora que había logrado poner cada nombre con su número!
El jueves, después de cenar con la gente del taller, desapareció el coche entero, se lo llevó la grúa. Todo lo que siguió fue como en Jo que noche, hasta volví a
El viernes no salí de casa, no fuera a desaparecer yo entera. Ya me sentía múltiple y demediada. Extraña superstición esa de que no puedo desaparecer aquí dentro.
Me he encerrado durante todo el fin de semana con mi cooperativa de Martas y creo que he logrado que hablen en orden, hasta que no alegan todo lo que tienen que alegar no me dejan leer tranquila.
Hoy me voy en tren.
Viví en un lugar con pocas estaciones y cuando llegaba septiembre, aunque hacía un calor impresionante, necesitaba ese otro abrigo íntimo que sólo puede proporcionar una chaqueta a tiempo.
Años antes, leyendo a Octavio Paz , había localizado el hueco que nos deja la perdida de los ritos cíclicos, y también entendí que, el vértigo es, sobre todo, imaginar el tiempo como una línea recta sobre la que corremos.
Lo más importante siempre se olvida y una y otra vez volví a saber de los horrores del hacer progresivo; del desorden inherente a la acumulación y lo estúpido de las carreras ¡La levadura de minucias que nos invade cuando pensamos que se puede llegar a otro sitio y antes siguiendo una línea recta!
Ahora tengo unos pocos mojones para marcar un tiempo circular, estacional, uno de los más importantes es ir a estrenar la primavera entre las dunas de Punta Umbría, a Edita, ese encuentro al que tan bien le cuadra mi etiqueta para todo: repetición y diferencia
Gracias a todos por estar.
Y sobre todo gracias a Uberto Stabile, por su atención invisible, por todo
El cartel de este año es de Rodolfo Franco