jueves, 12 de febrero de 2009

Bajo el signo de Orfeo o lidiando con la extrañeza



Yo qué sé si descanso leyendo a Lezama, intentando hacer algo con la sensación de extrañeza, o es el vicio de la verborrea llevado a la quintaesencia, sin más. 

La noche se ha reducido a un punto, que va creciendo de nuevo hasta volver a ser la noche.  La reducción-que compruebo-es una mano. La situación de la mano dentro de la noche, me da un tiempo. El tiempo donde eso puede ocurrir. La noche era para mi el territorio donde se podía reconocer la mano. Yo me decía, no puede estar como en espera de la mano, no necesita de mi comprobación. Y una voz débil que debía estar muy alejada de unos pequeños dientes de zorrito me decía: estira la mano y verás cómo allí está la noche y su mano desconocida. Desconocida porque nunca veía un cuerpo detrás de ella. Vacilante por el temor, pues con una decisión inexplicable, iba lentamente adelantando mi mano, como un ansioso recorrido por un desierto, hasta encontrarme con la otra mano, lo otro. Yo me decía, no es una pesadilla, más lentamente, pues puede ser que esté alucinado, pero al final mi mano comprobaba la otra mano. El convencimiento de que estaba allí, hacía decrecer mi angustia, hasta que mi mano volvía otra vez a su soledad.

                                                                                                                   José Lezama Lima Paradiso