decía mi abuela siempre que bajaba de
un coche, extrañada. Le había tocado ir a buscar a su suegra, mi
bisabuela Lamberta, durante muchos años al apeadero para acarrear
los recados tres kilómetros, y ese fue siempre su mojón para
calcular distancias. Ya he contado por aquí que mi bisabuela era
transportista, con carro y burro la mayor parte del año y en tren
cuando nevaba. Como recompensa por la ayuda le regalaba a la nuera un delantal al año, no era cicatera, pero no había para más. Cuando empezó a tener dinero la abuela Raimunda se
convirtió en una fábrica textil especializada en delantales de cuadritos, todas
tenemos delantales suyos aún.
Yo también rezo “tan pronto aquí
como allá” cuando bajo del coche, extrañada, aunque mucho menos
que ella.