jueves, 19 de agosto de 2010

Semanas en el jardín




I

Hago lo que hacían los que tenían casa en el pueblo, dedicar las vacaciones a limpiarla, a enjalbegar, a investigar por donde se coló el ratón e intentar desterrar a las hormigas. Si fuera un poco más animista tendría el ego inflamado, desde que me he quedado sola y en silencio, bandadas y bandadas de pájaros se arriman al anochecer. Además: un gorrión entró mientras estrenaba la bañera y logró salir de ese bunker sin tropezar, dos perras de Julio, el vecino, se han venido a vivir conmigo, y lo último que vi ayer fue una rana diminuta, en la cocina, dándome las buenas noches.


Del mismo modo que otros no conciben los proyectos colectivos, yo no concibo los individuales ¡me moriría de angustia si esto tan grande fuera sólo mío! Además no tendría sorpresas a la vuelta, por aquí sucede que cada socio se obsesiona con un rincón y no para hasta conquistarlo. Coincidí con Martín una noche, hablamos de obras, de alarmas y de su trabajo, pero sobre todo de flores, llegó el momento de las flores y no pensamos en macetitas ni en arrietes, calculamos lomas enteras y barrancos, detrás de la casa Jazmín, en el rincón recién descubierto Jazmín y Glicina, blanca y azul, y desde la Glicina, Parsiflora, en la cuesta de arriba la Buganvilla, que es una planta con buena fama pero muy marrana y atrae a todo tipo de bichos, tiene que estar lejos. Aún no sé que hacer con la Hiedra roja que José se niega a poner en la fachada de atrás...


En los proyectos colectivos hay inteligencia colectiva, María Jesús que tiene desde hace treinta años una casa en el campo dijo tres cosas:


-Si el hombre que cuida el huerto decide que algo se va a morir, se morirá. Todos los hombres que cuidan huertos y jardines tienen siempre razón y si no la tienen la provocan.


-En esta casa necesitáis urgentemente una aspiradora, mañana vamos a comprarla, yo os la regalo.


-Pinta la fachada.


Luego exclamó en Frigiliana:


-¡Si no veo un barranco de jazmín no lo creo! ¡Vamos rápidamente a un vivero! ¡Y yo que creía que exagerabas!


Lo de la fachada traía cola, durante ocho años yo he dicho muchas veces: - ¿Y si pintamos la fachada? A lo que mi interlocutor, fuera quién fuera, siempre respondía levantándose de la silla, golpeando la pared por abajo con los nudillos y, cómo si con aquel sonido a hueco la casa hubiera respondido que no, que no quería que la pintaran aún, el intérprete negaba con la cabeza y aseguraba enérgico: ¡Antes hay que sanearla! Al final todo quedó en que después de un rato de rasqueta aparecieron rojos y verdes pompeyanos. Luego, con el primer brochazo blanco me desdoblé: ¿pero cómo iba a imaginarme yo el futuro encalando fachadas y oyendo flamenco y a la chicharra en Andalucía?


Se me chupó un buen trozo de vestido la aspiradora y por eso soñé que se me tragaba entera, terminé en una bolsa, rodeada de cadáveres de insecto y un amasijo de telas de araña. Las pesadillas son menos si al despertarse sigue ahí la yuca o izote.


Grandes avances hacia el pasado, no sólo hago cada vez más ordenado el fuego, ahora también fabrico hielo en cacerolas y me aseguro todo el día agua helada.


(y tal es mi obsesión con que todo lo bebestible esté helado, en invierno y en verano, que la otra noche me desperté, rellené una botella de tónica y la metí a la nevera ¡a qué tipo de persona se le puede ocurrir semejante desatino a las cinco de la mañana! Al día siguiente Gonzalo nos preparó ocho gin tonics, dos sin agua)


II


Lola, la perra tuerta por agresión de pato, se ha vuelto loca por Curro, el perro de Ana, y ha pasado la noche rondándole la ventana, eso sí, se ha puesto una almohada para estar cómoda. Mientras el otro lloraba en el alfeizar y despertaba a Ana o a Marisa para que le abrieran. En el desayuno ha ganado la sensatez campestre y su protectora ha cedido. Se han ido a la playa pero me han dejado con la algarabía descontrolada del reencuentro canino en el porche. La perra es de Julio, que baja a buscarla con su corte de animales, pero la Lola nada, ni los dogos, ni los caballos, ni las águilas la arredran. Supongo que hay otro motivo para que prefiera ésta casa: aquí no hay patos.


Durante unos días hemos convivido representantes de todas las décadas, desde los veinte hasta la de los cincuenta, por pelos se fue la de sesenta. Las de a partir de cincuenta se quejaban porque las de veinte les decían mamas, se quejaban pero no dejaban de partir pollo, preparar ensaladas, y estar en todo. Sin la presión del parentesco suelen fluir bien las relaciones, luego iban comentando largo y tendido de dos en dos. Hasta oí a esas maduritas reírse a carcajadas cuando Ana dijo: pero ¿por qué nos molesta? Es verdad, podríamos ser sus madres y además actuamos como tales.


Como en Paradiso: “toda la casa se puso al servicio de la abuela Munda”, aquí todos nos pusimos a preguntarle cosas a Marisa. Mama china pasa la semana respondiendo a cuestiones tan dispares como: ¿Están listas las brasas? ¿Cómo se cierra el candado? ¿Cuándo se ponen las plantas? ¿Me tomo hoy alguna pastilla? ¿Han comprado vinagre? ¿Cómo saco la bombilla? ¿Me recomiendas yoga o tai-chi? ¿Le habéis echado sal? ¿Queda vino ecológico? ¿Has visto el carretillo? ¿En que va a terminar la crisis? ¿Por qué no se traga el suavizante? ¿Cuántos años tiene tu hija? ¿Es inmoral tener bañera? ¿Cuáles son las urgencias más frecuentes en tu centro de salud? ¿De qué es esta picada del pié? ¿Cómo se llama esa estrella? ¿Tú qué harías si fuera tu perro? ¿Pero podrán?


Escarpa, el único hombre de la casa, esta perpetuamente desaparecido.


-Sanuy, nos reuniremos al atardecer


Me dice ceremoniosamente, durante la comida


Pero llega el atardecer y no lo encuentro. Empezaba a preocuparme que se hubiera aislado en la habitación, pero no, lo suyo es intuir y se nota, está domesticando el rincón, la parte recién conquistada, y nos reunimos allí. Claro. Pudiendo inaugurar se inaugura.


Mientras Marisa ha liberado un carretillo y puesto en marcha un operativo de limpieza: en pocos minutos el porche queda impoluto.


Martín quiere unas campanillas azules en la fachada, lleva años hablando de esas campanillas azules, también quería salamandras y han llegado, parece que no son recomendables más trepadoras porque competirían con la parra, no se puede hacer nada que perjudique a la parra, son imponentes estos 130 metros verdes desde abajo y desde arriba (acabo de saber cuanto mide para elegir el terrazo). Buscando alternativas se nos ocurrió que Paloma pinte las campanillas en la cerámica del lavadero, ya está todo listo, y tenemos un pájaro precioso para el grifo.


Estuvimos viendo estrellas fugaces, ya no puedo dejar de bromear:


-me pido un microondas


Les miento cuando cae una gorda.


Las noches de gran estrellada no vimos ninguna, estaba nublado, parece que este año no tocan deseos chiquitos.