Es un buen placebo si hace mucho que no he podido hablar con Joselín.
Porque el jazz y las conversaciones con el hermanito se parecen.
Además está aquel día, cuando me explico qué eran los fractales dando saltos: con la autoridad que le confiere una pulsera de piel de serpiente, ser bufón y matemático, llevar puesto un sombrero con cascabeles, ser el niño José y poder curar un cólico de riñón con palabras, imágenes y gestos.