viernes, 13 de julio de 2012

Pájaros, pajaritos y pajarracas y + Carson McCullers











La insatisfacción y los posesivos


Me dice

-Él se lo quedó todo, pero lo peor es que se quedó con mis amigos.

Llevo un rato oyéndola sin entenderla, intentando saltar desde lo que dice hasta lo que necesita decir. Termino por no ver más que angustias viejas (en Almuñecar hay una calle que se llama así). Y  piedras.

 Al final me despierto: ¡yo soy una de las amigas con las que se quedó! ¡acabo de pasar a la categoría de objeto robado!

Quizá si le desato ese nudo ella sea capaz de dar con el cabo, me da tiempo a pensar. Pero sólo logro decir:

-Para el carro

Y entonces se despeña por un terreno aún más desquiciado y repite que ella me vio antes.

-Tú eras amiga mía, no suya

Luego las aguas amainarán, el venenoso discurso se irá olvidando y cualquier mañana nos reiremos tomando un vermouth. Seguiremos evolucionando y me volverá a decir que no me ponga Sarda cuando parodie esta nefasta conversación. En algún momento volverá a contarse su propia vida sin tantos posesivos y los telefonazos recuperarán la alegría.

Frases agazapadas esperando que llegue su  momento.

-Los que están bienvenidos, los que no están no hacen falta
-Y mi sensibilidad ¿qué?


Los microcósmicos Padilla.

El día que conocí a Amanda no paraba de berrear delante de un limonero porque quería un limoncito pequeño, el más pequeño.

Ayer vino Carlos a verme y me dijo que le había tocado la lotería y que se había comprado un coche, pero que además yo tenía también premio, que me había hecho una urbanización.  Carlos nunca miente. Le tocaron siete euros y el coche era de los de control remoto, mi urbanización son seis preciosas casitas para los pájaros molineros.


La McCullers me persigue y por lo tanto yo a ella y también al revés o no se sabe.

Encuentro en Antígona sus memorias y cuando me ve con ellas Pepito asegura que se las encargué hace exactamente un año. No tenía ni idea pero él ahí tiene guardada la nota, todas las notas, aunque no le hacen falta, nos conoce al dedillo. Casi nunca nos recomienda nada pero cuando lo hace nos deslumbra, además controla nuestras neurosis y siempre nos avisa cuando nos llevamos un libro repetido.

Vuelvo pletórica con el botín para todo el verano, este año me han ayudado a elegir, pero muy poco, Pepe, Ester y Javier, en medio de una juerga en la que hasta a Chejov se trató de tú. Sobre todo me urge leer esas memorias: la semana pasada Annemarie Schwarzenbach  hablaba de la McCullers y esta semana la McCullers me hablará, por azar, de Annemarie Schwarzenbach.

(Ya lo he leído, del tirón, en unas pocas horas seguidas, en una intensa zambullida sin ninguna interferencia, y me cae muy bien, cada vez mejor, va a tener más hueco en mi verano.  Hay detalles en los que mi vida se parece un poco a la suya, el que más me ha llamado la atención es el apego al hogar de sus padres, el bienestar que le proporciona estar cerca de casa)


 Imagen Yosa Nakamura