sábado, 28 de febrero de 2009

Hipocondrias y vecinos, una semana

La hipocondría

La hipocondría es la moneda suelta que le sobra al miedo ¿quién decía eso?bueno la cuestión es que yo esta semana llevaba muchísima calderilla. ¡Vaya semanita que le he dado al pobre Rafa! ¿Es bueno para un hipocondríaco ser amigo de su médico? Yo creo que no, se me acaba el ataque antes, pero luego me siento un poco ridícula, cuando recobro la cordura y me doy cuenta de que no se puede terminar un correo diciendo:

-Y dime cuanto antes que no me voy a morir

Cuando me lo encontré al día siguiente en la máquina de café del centro de salud no sabía cómo mirarlo. Menos mal que me salva rapidito, en cuanto me cuenta una buena historia insistiendo en el “no me mires así, que es mía” me doy definitivamente por curada.

La hipocondría debe ser hereditaria, tengo un primo que dice

-Parece que me quiere doler la cabeza

Aunque no sea hereditaria crea sólidos vínculos, que se lo digan al experto Ezpeleta:

-¿Cómo te ha ido la semana?

-He invertido tres días en un cáncer de colón que me subía ya por los riñones

-¡Toma!, y sin adelgazar, ni perder el apetito, ni dejar de comer, ni nada

Edificios multibiográficos

Conocí a unos hermanos que inventaban vecinos. Me acordé de ellos esta semana. Siempre tenían, y a tiempo, un vecino para todo. Que ibas a viajar en tren, un vecino ferroviario jubilado que iba un fin de semana a Oviedo y otro a Tarragona, que era año de sequía -un zahorí, vecino nuestro, que con solo dos palitos encuentra cascadas en cualquier parte- En cuanto alguien decía, por ejemplo, porcelana, ellos se sacaban de la manga la historia de un vecino asesinado por el polvo del caolín, y si se hablaba de música contaban la extraña historia saxofonista del segundo. Por supuesto, sus vecinos habían padecido todas las enfermedades imaginables.

Lo raro es que vivían en un edificio bien pequeño, eran cuatro familias contándolos a ellos.

Mis vecinos misteriosos.

Son una pareja con dos niñas, normales con anomalías, como todos.

Conozco sus intimidades pero sólo un par de veces les he visto la cara a la madre y a la hija pequeña, no tengo ni idea de quiénes pueden ser el padre y la otra niña, pertenecen al otro portal, no deja de parecerme extraño, inquietante, conocer tanto su voz y sus costumbres y no poder imaginarme siquiera si tienen un aspecto saludable.



El cuadro es de Guillermo Pérez Villalta