sábado, 23 de agosto de 2008

Los bienes más preciados



Tengo que atravesar la distancia desde este sofá a este teclado, y luego pensar en otras heroicidades posibles.

En el anuncio del autobús (o ¿era el metro?) una señora se sienta al lado de un chico que esta leyendo Ecce Homo, lo olfatea, sale corriendo y hace un gesto. Imagino que exclama:

-Puaf!!! Más nietzschianos no.

Luego Agathe, la autentica mujer sin atributos, descubre que esta blindada por una profunda indiferencia interior.

Yo he empezado a preguntarme cómo vería mi vida si me subiera a un cerro.

El tío José María, que siempre estaba en agosto haciéndome barra agricolari en la ponderosa (ambos estábamos casados por entonces con sendos cosmopolitas que se querían ir a dormir a Zaragoza) esta intentando morirse en el edificio de al lado desde hace meses, esta tan sano que no se puede morir del cuerpo.

Si duermo bien, si me concentro, seré capaz de soñar que paso a la residencia y le digo:

-Pero que hacemos nosotros dos en este pueblo, anda vamos a limpiar la piscina o a plantar cebollas o a cortar el seto. No me gusta nada este final. ¿Sabes de dónde le viene el nombre a Juslibol?, otra ironía, quiere decir Deo lo vol

El 25 abre Pepito, podría aprovechar para ir a por el botín lector y a buscar la bandera. Pero algo de superstición, aún a nuestro persar, nos queda, y siempre he creído que cuando compre la bandera, ese día, se morirá. Quizá vaya el lunes. No sé.
La imagen es de El Bosco