lunes, 29 de febrero de 2016

José Carlos Becerra





Tenía la fortuna de no conocer aún a José Carlos Becerra, me lo pasó con urgencia y razones Gonzalo. También tiene cara de mago, también habrá puesto lo suyo en el jardín la intensa lectura de "El otoño recorre las islas".

III   LAS REGLAS DEL JUEGO

                                                             Yo no daría la vida por mi vida: es otra mi verdadera historia
Octavio Paz


Cada uno debe entrar en su propio degüello, cada uno retocan-
(do su respiración,
cultivando sus excepciones a la regla, sus moluscos solares,
haciendo sus abstinencias más inclementes y más diáfanas
porque la luz debe romperse allí, la eternidad debe dejar caer
(un guijarro en ese gemido.

Recuerden la niñez de vuestra madre, la niñez de vuestra muerte;
solitarios del mundo y de todos los deseos,
inoculados por el lagarto y el pájaro que se enfrentan en todas
(las intenciones de la sangre.
Ustedes han sentido la máscara y la falsificación de la máscara
(el rostro
en los invernaderos de las pequeñas, inútiles ceremonias que to-
(davía nos conmueven.

Bajo la luz de una luna parecida a la desnudez de las antiguas 
(palabras
escuchen este ritmo, esta vacilación de las aguas,
la noche está moviendo sus ruedas oscuras, estas palabras lle-
(van ese significado,
y yo me dejo arrastrar por aquello que quiero decir: aquello
(que ignoro,
y he aquí que la frase delibera su propio silencio.

Oh noche casual de estas palabras,
oh azar donde la frase regresa a su silencio y el silencio retorna
(a la primera frase,
en el lenguaje aparecen de nuevo los primeros caracoles, las pri-
(meras estrellas de mar,
y las bestias de la niebla ponen su vaho en los nuevos espejos.

Aquel que diga la primera palabra dejará caer el primer vaso,
aquel que golpee su asombro con violencia verá aparecer el
(fuego en sus cabellos,
aquel que ría en voz alta será el primero en guardar silencio,
(haciéndole señas extrañas a los árboles;
y el mar, como un síntoma interrumpido, vuelve de nuevo a
(oírse a lo lejos
y en su respiración otra vez escuchamos el ruido de esa puerta
que bate azotada por el viento del infinito.

Nace la luna sobre el mar como una antigua mirada del hom-
(bre.

En el puerto
se van encendiendo las primeras luces.