miércoles, 28 de mayo de 2014

Algunos destrozos del éxito y el fracaso.




Tommy Ingberg
 

Cuando leo en los autobuses tengo la impresión de poner chinchetas paisajísticas. Tengo tendencia a recordar datos insulsos, como que el artículo “Los segundos no tienen hipertexto”de la revista Bostezo sobre el fracaso lo empecé saliendo de la estación de Bilbao y allí descubrí que se podía imaginar otro París teniendo un dato: el de quien quedó el segundo, detrás de Eiffel, en 1886, en el concurso para construir una torre en el Campo de Marte.

“Lo firmaba el ingeniero Sébillot. Era una torre-sol, una torre-faro, de una altura de trecientos metros que iba a iluminar el bosque de Boulogne, todo Neuilly y Levallois, hasta el Sena”

Que no hay termino medio en esto del triunfo y el fracaso, la mecánica burda de esa dualidad que todo lo aplasta ,queda demostrado por el absoluto olvido del ingeniero Sébillot y el permanente recuerdo de Eiffel. Y es sólo un ejemplo.

Esta mañana he descubierto un término, “escotoma”, que significa pérdida de conocimiento, pérdida de visión, olvido de algo importante que se supo, vuelta a explicaciones menos certeras, menos perspicaces, menos profundas de las que en algún momento se alcanzaron. Se aplica sobre todo a la ciencia y habla de otro tipo de fracasados: los precoces. Aquellos que han descubierto teorías imposibles de integrar en su época.. Ahí encontramos otro ejército, a otros que fracasaron de un modo injusto: Goethe con su teoría de los colores y Oswald Avery, que descubrió el ADN en 1944 por ejemplo.

Esta semana el desaparecido Comandante Marcos logró que todos lo leyésemos, y me parece muy bien, en uno de los párrafos de su discurso decía:

“Si ser consecuente es un fracaso, entonces la incongruencia es el camino del éxito, la ruta del poder. Pero nosotros no queremos ir para allá, no nos interesa. En estos parámetros, preferimos fracasar que triunfar.”

En Masa y Poder dice Canetti que si todos tuviéramos más de un oficio descubriríamos que no eramos buenos en todos, y asegura que tirando de ese hilo conseguiríamos cambiar muchos conceptos y aumentaría el respeto hacia los otros.

En todo caso no sé por qué me enredo tanto si siempre tuve clara mi vocación por motivos mucho más banales: no soporto el tufo de los triunfadores y me ponen mala los efluvios del exceso de admiración, que casi siempre esconden una impotencia. Siempre he sentido cierta nausea al comprobar que el éxito suele nutrirse del fracaso igual que la riqueza de la pobreza. Creo que ambos son conceptos en los que estamos adiestrados y que nos empequeñecen la vida, que es mucho más compleja. ¡Cómo no recordar aquí a los Tangu, aquellos que jugaban hasta que empataban!


P. D. Anotaciones paralelas para disolver cualquier confusión: mi enhorabuena a Podemos y también a Pablo Iglesias.¡Casi nada reilusionarse!