martes, 18 de octubre de 2016

Ay, los amigos.



Durante treinta años he visto a Javier escribir muchos libros, pero siempre hubo dos medrando en el barranco de enmedio.  Asistí al descubrimiento del verso infalible a las tantas de la mañana en tascas de las de antes y al milagro de la espera del próximo, que podía tardar segundos, minutos, meses, años: lustros si hacía falta. Presenciar la gestación de Lobotomía y que luego tan esplendido poemario pasara casi desapercibido me dice mucho de estos tiempos proliferantes.

Ahora acabo de terminar de leer el segundo de esos libros exquisitos del que tantas cosas sabia. Pero sigo siendo una privilegiada que nada puede contar hasta que se publique: un enorme buey ha pisado mi lengua.

De Lobotomía no hay que hablar, sólo hay que copiarlo.

El mago de lobostan

Provisto de sus atributos
pero algo triste
recorre la noche estrellada
Sabe que un mago sin gorro
es un pobre mago
y acaso ese emblema
no logre jamás.
Pues ¿Desde cuándo entre los lobos
viéronse capirotes, chisteras o tiaras?

Todo deseo confunde, desordena...
y el de Lobosán no sabe 
si utilizar fiereza, magia o astucia.
para obtenerlo.

O seguir como hasta ahora
sin esa pauta de unión
entre la tierra y el cielo.

El chillido de la lechuza
le arranca de su desvío
un brujo debe caer,
mas no debe dejarse llevar por el arrebato.

Sucumbe la noche.

Nada hay completo.


Javier Barreiro