domingo, 24 de julio de 2011

La condición familiar


No escribo porque me pican las piernas.

Ya he limpiado debajo de la mesa del ordenador, me he puesto aután, he echado matamoscas, he llenado el suelo de aromáticas y nada. Me siento a escribir y me pican las piernas.

-¿Será nervioso, Inma?

-No. Nervioso no es, porque si fuera nervioso nos picarían las piernas a todos menos a ti.

Como en la película de León de Aranoa, pero en verano

He adoptado a una familia, la de Inma, los Gómez Blaya. Desembarcaron aquí tres adultos, hermanos, un adolescente y tres niños..

Todas las familias somos entrañablemente insoportables. El viaje a otra familia es un viaje a muchas arbitrariedades pequeñas.

Tiene efectos depurativos observar a otra tribu. También los tiene observar la propia: hace poco descubrí que en la familia de mi padre había estado prohibido siempre comer bocadillos. Por azar le pregunté hace unos meses que por qué no nos dejaba comer bocadillos, y reconoció que porque a él no le dejaba su madre, investigamos y a mi abuela le había pasado lo mismo. ¿Por qué prohibió mi bisabuela comer bocadillos a tres generaciones?¿o viene de antes?

En fin. Así todo.

También para los Gómez-Blaya.

A grandes costumbres grandes convencimientos.

Hablando de convencimientos

Inma dice que ella no bebe ni fuma, pero cuando pasa al lado siempre me quita el cigarro y cuando le insisto para que tome una copa,después de muchas negativas, me pide absenta.

No me cuesta nada confiar en gente así.

Elegir los diálogos

Los recordaré luego, el porche está superpoblado de pelotazos, tonitos, planes, juegos, y luego hay demasiado silencio cuando se van a la playa. Pero oí a Vivi cuando le dijo a Olivia, que tiene dos años:

-Olivia, te voy a comprar un helado de recompensa.

Y ella se puso a gritar enfurecida:

-No. Yo no lo quiero de recompensa, lo quiero de fresa.

Como En los trazos de la canción, cada familia tiene su “cantadito” y solo se puede escuchar desde fuera

La imagen es de Gilbert Garcin