miércoles, 9 de junio de 2010

la luz del aula de octavo o otros batientes

En el aula de octavo se entendía mejor, y era por la luz, tenía seis ventanales enormes que daban a dos calles, ¿o porque era un cuadrado perfecto? En la de séptimo B también había seis ventanas, pero era rectangular y todo se entendía menos. Éramos muy pocos en octavo, menos de diez, seguro, y teníamos tres buenos profesores: quizá por eso se entendía tan bien allí.

Aquel día, don Jesús, que era el de lengua, nos dio aquella asignatura impronunciable: pretecnología. Teníamos que aprender a poner una bisagra. Se confundió un momento de disciplina y dijo que las frases en los textos deben ser como bisagras. Esa obviedad, y las que la siguen: que las palabras son como los tornillos, y el silencio como los agujeros, y la finalidad de una bisagra es hacer que gire algo; ventana, puerta o texto, siguen teniendo algunos días la luz del aula de octavo.