sábado, 30 de junio de 2007

A noi, che non abbiamo un altra felicita que di parole




He leído a
Jesús antes de irme a dormir la siesta y algo se ha desentumecido en un rincón donde estaban, agolpándose y a punto de emprenderla a tiros, ejércitos de ideas confusas . Pero he parado el carro a tiempo, ¡galán!. Me he sosegado con un poema que José María Alvarez atribuye a Filadelfo de Alejandría:

Meditaciones sobre el cuerpo:

Dejo vivir mi cuerpo y lo contemplo.
Lo veo amar y lo veo escribir.
Lo veo vivir. Y a veces
somos uno en algún sitio
Acabaremos juntos.

Ya apaciguada me he dormido y he soñado que alguien me acariciaba la cabeza y me decía

-Baja, mira

Y bajaba, solo un peldaño, y aparecían un montón de tuberías que hacían charcos con palabras, todas manaban ininterrumpidamente y todas estaban etiquetadas, como en los museos de vino, las antípodas de las tabernas. He alcanzado a ver una etiqueta, ponía: "Tribada" Miguel Espinosa. Tengo un montón de enfermedades literarias con sus correspondientes manifestaciones oníricas. La farmacia de Tribada está en la plaza de detrás de mi instituto, aunque esto no sea Murcia. Allí me he ido en el sueño y se ha truncado la imagen. Lastima, porque, de haber seguido en el sótano, quizá hubiera terminado intentando recoger el preciado néctar con canastos, en los sueños las palabras son líquidas, aún más escurridizas que aquí.

Antes de dormirme, antes de encontrarme con el poema, he escrito casi una tesis, he recordado mil argumentos contradictorios, tres mil promesas, de escribir y de no escribir, y un montón de citas. He pensado en lo harta que estoy de meta-literatura, y de mi, y me ha parecido que esto es una agonía, la de una literatura que no es toda pero lo parece, una agonía prolongada y contagiosa, que sólo produce sufrimiento=aburrimiento, para los lectores y para los escritores.

Autores y autores preguntándose por si mismos. (Me he acordado también de esa novela de Vila-Matas en la que el personaje quería desaparecer y se iba a París, y a los dos días empezaba a preocuparse porque nadie le mandaba e-mails preocupandose por su ausencia, ¡si uno quiere desaparecer de verdad lo primero que hace es darse de baja en el servidor!, lo siento Sonia, prometo argumentar más, pero si el rey está desnudo, pues ni modo, o al Clandestino modo, porque es que luego se encuentra a una ex-amante y lo único que es capaz de preguntase es si le ha ido bien económicamente y si el brazalete que lleva es auténtico, vomitivo, ¿quiero ver?¿cómo se titula?)

Ah,
Las disociaciones entre "contar" y "escribir", (ser contador o escritor, más bien).Ese era el título de la tesis larga de antes de la siesta. Pero no la voy a escribir, no hace falta, generalmente me basta con pensar como si escribiera, es algo que hacemos los que no estamos muy satisfechos, para intentar percibir con más exactitud lo que vemos o lo que nos dicen. O para distorsionarlo del todo.

¿Carmen he escrito bien el título de este parto post-siesta?, esa es una de esas frases que nunca olvido pero nunca la he visto escrita y no sé italiano, la oiría en una película, seguramente, me siento una cazadora de frases, no me siento escritora sino anotadora, por eso me gustan los blogs, porque me recuerdan la delicia de las notas, esos guiños, que revientan llenos de posibilidades, esas piedrecitas blancas para la memoria, el hilo conductor, invisible.

Ah, gracias Jesús, por los acicates.

jueves, 28 de junio de 2007

Y el incipit de la historia es: "mirá, venite a la desembocadura del Lempa, voy a preparar pesticidas con hojas".




Me las prometía yo tan felices organizando rutinas veraniegas. Pero aún no tengo ni una, y aunque hace fresco a finales de junio, tengo insomnio.

No es solo el miedo de no poder dormir lo que impulsa mi insomnio, también lo impulsan, con muchísima energía, las imágenes que no evacué a tiempo. Tengo un insomnio narrativo que quiere sacarme de la cama y traerme hasta aquí:

-Tenes que contar el viaje al Lempa, tenes que contar sin falta el viaje a la desembocadura del Lempa. Hablá del Lempa pues Martita, de las quesadillas del puente aunque sea, o de las tortugas, o de las sillas que se hunden en el barro en medio de la conversación, a mitad de cena, y siempre hay alguien levantandose, cada rato, y a quién le toca arranca la silla, la sacude, esquiva el agujero que dejaron antes las patas,se vuelve a sentar y sigue contando.
-Mirá, hablá “
de cuando éramos pobres y felices”, y fumar era el único modo de espantar a los zancudos. La eternidad y a fumar
-Bueno pobres aun somos, pero vergón, ¡que cuente!. ¿Sigues queriendo contar lo de la Toña?, es muy difícil, mirá: la Marta llevó una noche al gran San Sangrador a una niña Chalateca que tenía siete años y un ataque de asma y nunca había visto la luz artificial, yo ya le dije que está yuca contarlo bien, nadie puede recordar palabras tan radiantes, tan exactas como las de aquella chava, que apenas podía respirar pero nombraba todos los deslumbramientos.

Oigo la conversación bajito, este era el baron Alvarenga, no hay duda, estabámos locos intentando rememorar lo que nos dijo Toña cuando vio por primera vez la ciudad.

-No hay que rebuscarse mucho chamaca. Así fue, así lo cuentas, no te compliqués, vos sabes, lo cuentas, lo cuentas, ni modo. Empeñate en una suma de poquitos que te diría Lezama. No vengas con pendejadas. Ya estuvo de sentirse un chicle en la suela de un bolo.
-No hay cosa más triste que tener oficio y no contar con aperos.

Este último que me reta es Vladi, seguro, las otras voces son de los Salarrue, la de Luis y la de Manuel respetándose el turno. Estarán aún platicando en el pleisbois, o por la Zacamil, o en Mejicanos, o en Credisa, o en la U, seguro que es en la U. Allí es aun muy pronto.

-¿Te acuerdas de cuando se te coló la pierna en el único agujero del camión aquel en el que íbamos encerrados con candado?. Como si lo fueras buscando, solo por allí entraba luz y allí metiste la pata.

Y me acuerdo ¿cómo no iba a acordarme de las aventuras con los poétas y con los agrónomos?. Otra cosa será contarlas.

Dice Carlos Fuentes de Luis Buñuel que, como todos los aragoneses, se comunicaba como los insectos, más allá del espacio, por medio de los tambores y los sueños. Como es lo más intenso que he leído sobre este terruño me lo atribuiré. Además ahora que me duermo, ya no es hora de visitas

martes, 26 de junio de 2007

Me proponen ir de compras






Atención:
En todo apego a las propiedades se esconde un germen del síndrome de Diógenes

La foto es de Cindy Sherman

Consejos vendo que para mi no tengo o lo que aprendí de Rulfo.




Tuve una interesante conversación hace más o menos un mes sobre qué podía aportar un taller de escritura. Me siento satisfecha con las conclusiones, llevaba años rumiándolas pero me parecieron más claras, menos pretenciosas, después de comentarlas con Benito.

Creo que intentamos mostrar la necesidad de convertirse en lector después de escribir, la meta es modificar, alterar la relación entre el que escribe y el que se lee después.

Yo intento proporcionar estrategias al que se lee para que pueda alejarse del embrujo de la propia escritura:

-Creó, o así.
(como diría Koke Vega)

También creo, o así, que si algo podemos enseñar no es a escribir, sino a borrar. La frase que más aparece en mis anotaciones a los textos es:

-Innecesario, se deduce.

O bien

-Yo esta última frase la borraría entera.


Cuentan que Rulfo escribía un cuento todas las noches, lo escribía temprano y no paraba hasta que lograba, quitando y quitando lo prescindible, borrarlo del todo.

lunes, 25 de junio de 2007

A la mujer sin atributos la siguen seduciendo las rokeras de su edad.

Algo me trajo a la memoria el otro día a la Rosenvinge, y bueno, que ya estuvo suave, que no era un gazapo que me gustara tanto, solo un poco de miedo a parecer blanda.



Y la de antes me sigue gustando: no estuvo mal querer llegar muy lejos, casi, casi hasta el final, donde nadie da consejos.



En fin, que si, que hasta la canción de la ratita presumida me gusta, esto tiene pinta de ser una debilidad



-¿Pero qué haces tú oyendo a esa tía?

dice Mapi que viene a por la perra.

Redes




Entre mis fantasías está la de organizar una quedada con los espectadores que ven Redes. Ahora ya lo ponen a las 3 de la mañana, pero seguro que unos pocos aguantamos. Claro, se puede grabar, pero no da tanto morbo como verlo en directo:

-Papa ¿viste redes ayer?, rectificó ¿has visto redes hoy?
-si
-¿Y qué?
-Pues nada, lo que ya sabemos pero con más avances, estuvieron hablando de la sinapsis. Por lo visto saben exactamente que pasa y porque pasa químicamente lo que pasa, y hasta donde pasa, por ejemplo los obsesivos compulsivos trabajan en una zona cercana al hipotálamo, parece que te pones a trabajar con una zona del cerebro, eso es tanto físico como actitudinal, y ya ni se te ocurre utilizar otra.
-ahhhhhhh
-Tambien contaron el caso de un pianista, le faltaba una conexión con el dedo índice, su dedo no aparecía en el electro, estaban los demás pero el índice no, y no podía utilizar ese dedo. ¿Qué fue antes el huevo o la gallina?, ¿de dónde desapareció el dedo antes?. Después de mucho esfuerzo logró domesticar el dedo, y el dedo reapareció en el escaner, parece que la voluntad y las terapias conductistas funcionan, pero era una lucecita débil lo que aparecía por mucho que el otro se esforzará, la memoria de su dedo se había perdido, tremenda la historia, un dedo que ha desaparecido pero que sigue ahí...

Dice Matías todo serio, no en vano, a pesar de no tener formación científica, conoce perfectamente los síntomas de una mala sinapsis o de una carencia de serotonina.

Ver Redes en directo tiene otras ventajas añadidas, mi imaginación se dispara cuando veo los gráficos de actividad eléctrica de un cerebro, pero entonces pasa el camión de la basura, que da dos vueltas a la plaza, como los buenos toreros, y me quedo sin el texto.

El grifo de la serotonina se queda abierto durante la noche y eso tiene efectos euforizantes estupendos para la depresión, hay depresiones severas que se tratan provocando insomnios severos. Redes es, sin lugar a dudas, un programa de interés público y está bien que lo pongan tan tarde. Si alguien a esas horas sigue teniendo ganas de averiguar lo que le pasa es imprescindible que la cruda descripción científica lo pille de buen humor.

Hace poco un amigo nos contaba un congreso al que había asistido, tiene buena memoria así que fue resumiendo ponencia por ponencia las que le habían parecido interesantes:

-Entonces le toco a Punset y habló y habló pero ninguno entendimos nada.

Dijo.

A mi me apetece ver el espectáculo, que imagino impresionante, cuando los literatos y los de la tendencia biologista del comportamiento se vean las caras. Hace años que me froto las manos, van a salir de ese encuentro un buen montón de historias y de preguntas. No hay más que leer a Oliver Saks.


el dibujo es de Picabia.

jueves, 21 de junio de 2007

¿Y las ínfulas gracianescas?¿y el color?







Vienen raudas dos ideas para intentar justificarme, esto de tanto escribir por escribir no me deja muy buen cuerpo:

-Un amigo me dijo que el año que se divorcio escribió más de doscientos cuentos. Catorce de ellos náufragos y buenísimos.

-A Carlos, que siempre me preguntaba por qué no escribía, le contestaba tambien siempre lo mismo: porque te lo cuento.

La mujer sin atributos tampoco habla con exactitud, dice más de lo que esta dispuesta a tomar bajo su responsabilidad




















Leo todos los días a mis alumnos y a otros, que han publicado en tapa dura pero no escriben ni mejor ni peor que ellos. Voy a cócteles y cenas de famosos y luego salgo con mis compañeros gasolineros, que dicen siempre mucho más que nuestros autores.
Recuerdo que me quedé varada cuatro días en Miami: comía con ejecutivos y tomaba café con una nicaragüense, Tania, a la que conocí porque me limpiaba la habitación. Puede ser que el continuo sube y baja me haya aturdido. En todo caso he llegado a tener algunos conceptos claros.

-Cuanto más especiales nos sentimos, más vulgares somos. (Es directamente proporcional, matemático, y la trampa siempre campa)
-Soy clasista, de clase baja, por supuesto, esto es una gran tomadura de pelo.
-Ser voyeur no es un mérito. Es una estrategia de supervivencia.
´
Sigo estando en el mismo punto en el que estaba,
lo decía el camarada Ulrich. Pero es que últimamente tengo mucho miedo de la autocensura, del silencio, y además echo de menos a Haro Tecglen.

La imagen es de Gilbert Garcin, un gran jubilado francés.

miércoles, 20 de junio de 2007

Culpable de culpabilidad




Generalmente escribir aquí me sienta bien, me permite zambullirme en cualquier cosa.

Pero con frecuencia lo que me apetece es anotar lo que se me ha puesto delante y me parece urgente, al modo de los diarios de Musil que ayer estuve ojeando:

-¿Sólo mi madre y yo estamos horrorizadas con lo que están haciendo en Palestina?, ¿nadie se acuerda de lo que pasó en Argelia?. Estos días he visto a mucha gente y nadie ha mencionado el tema. Nada parece ir con nadie, todo se despacha con frases generales que permiten que el horror se perpetúe ("¡qué vienen los musulmanes!" es ya el título de un tema para las fiestas. Pero también esta el mercado de los solidarios que viajan a la Mucata, y es chachi, y sobre todo es rentable). ¡Qué mala leche se me pone!.

-Acabo de leer Viajes por el Scriptorium, he encontrado El país de las últimas cosas y voy a releerlo, me gustó mucho, ¿se podrá calcular el deterioro?¿hay tanta paja como me parece en este?¿es todo paja?. Ya me contó Irene que se había aburrido un montón reseñándolo.

-Noche sublime, he vuelto a ver "Fresas Salvajes", ¡qué guión!. Una de las sensaciones más placenteras es estar leyendo y tener ya ganas de releer, eso también me pasa con algunas películas, sé que están llenas de sentidos con los que tendré que reencontrarme. Esa escena en que vuelve de anciano a examinarse y no solo lo suspenden, sino que lo condenan: Culpable de culpabilidad, es el cargo.

martes, 19 de junio de 2007

Rafael Cid o los sanadores que escriben.




Hace tiempo que me apetece hablar de Rafa, o pensar con los dedos en Rafa, ahora tengo una coartada, enlazar su blog: Camino hacia la nada. Rafa es mi médico de cabecera. Pertenece a una reputada saga, la de los de médicos que escriben. No hay una línea nítida entre ver, hablar, vivir, leer, pensar, pasear, sentir o tomar café para Rafa, todo lo teje, y te va describiendo el dibujo con asombro. Y el asombro, que duda cabe, es buen abono para el sentido.

Acostumbrado a empatizar con tantos no necesita malabarismos para salir de sí. A veces te da noticias impresionantes: un buen día logra ver a su mujer, o a sus hijos, o al propio Rafael Cid, o su oficio desde otra esquina, y como si diera una nueva puntada que cambia hasta la urdimbre, lo cuenta, con la misma energía que si si hubiera ido a otro continente y tuviera que resumir muchas impresiones en un telegrama, siempre tengo la impresión de que viaja y viaja continuamente..

Rafa fue médico de un pueblo en Teruel durante muchos años, fui a comer y conocí a Marian, su mujer, cercana, alegre, inteligente, y a sus hijos, adolescentes inquietos pero melómanos, acababan de irse a vivir a Zaragoza los cuatro, estaban negociando pros y contras, unos alababan la corte, otros la aldea, y a ratos se cambiaban los papeles. Me sentí en el paraíso en aquella casa con jardines y terrazas que llegaban a un río, mientras sonaba un poco, bajito, un violín.

Rafa también es un internatura perdido desde hace muchos años. Sabe todos los secretos sobre formatos de vídeo, bases de datos, buscadores, intranets, y tiene todos los programas. A veces le dejó notas extrañas en admisión, en lugar de “necesito tepazepan” recuerdo que puse un día “S.O.S. necesito urgente Dreamweawer 5.0, hazme una perdida cuando salgas”. Otro día se vino a casa con todas las armas, era un domingo a las doce de la noche y Blanca y yo nos estábamos volviendo locas con el formato de unas entrevistas.

Cuando voy a su consulta, hace tiempo con el ánimo por el suelo, ahora con algún dolorcillo menudo, primero le da la vuelta a mi cabeza, para eliminar la posibilidad de una hipocondría, y luego le presta mucha, mucha atención al trocito que me duele, pero poco rato, siempre me ve sana.

-¿Rafa tengo fiebre?; tener tanto calor no es normal.
-Bueno pero tampoco es fiebre, tienes unos grados de más, eso es todo, te acostumbras y listo

Y luego me habla de un poema de Borges, o de la brevedad, o del gesto de un paciente, o de una abstracción, o de la vejez, y lanza tres, cuatro imágenes muy concretas, justo las que necesitaba para salir en perfectas condiciones de la consulta. Con tiempo para pensar por dónde seguir la conversación luego, cuando salga a las tres y media o las cuatro y él se tome el vermut y yo un café.

Y con esto empiezo una galería de retratos que me apetece escribir, los de los amigos que me llevan a pasear entre olivos, los que después de comer me llevan a buscar trilobites.

lunes, 18 de junio de 2007

Un homenaje a Clarisse, que intentó aprehender a Mosburguer



Desde que le vi la cara al monstruo, ahora ya lo llamamos familiarmente Mister Hide, han pasado muchas cosas. Se me disputaron la urgencia y la parálisis. Durante años las otras caras se difuminaban sin previo aviso, y se me cristalizaron las sensaciones, en lugar de cosquillas tenía agujetas.

Su cara desfigurada, irreconocible, ni siquiera la de otro, más bien la cara de nadie, era imborrable. Después de verla sólo pude rezar: "no es posible, no es posible, no es posible...", y de la incredulidad pase al espanto, pero confieso que me asomé para volver a ver esa cara una y otra vez, nunca fui capaz de cerrar los ojos. Me arrastraba aquella voz, que además era la mía, diciendo siempre lo mismo: "no es posible, no es posible, no es posible".

-Lo que se teme se provoca y uno se vuelve loco cuando ya no puede comunicarse.

Explicaba al día siguiente el doctor Jekyll, y yo creía a pies juntillas su diagnóstico.

jueves, 14 de junio de 2007

El miedo, los patos, los pavos y el marisco




El día que más miedo he pasado en mi vida tuve miedo a posteriori. Fue el 31 de diciembre de 1985. Yo tenía un R-7 y veníamos de la pescadería. Íbamos en el coche mi madre, mi tía Aurora y yo, y aparqué un momento porque algo había que pasar a recoger en la tienda del tío Marino.

En aquella época cenábamos todos juntos y yo me lo pasaba muy bien, desde pequeña me gustó cocinar y además, ¿quién no disfruta de la abundancia cuando es inusual y desenfrenada?. Recuerdo que las ensaladas se preparaban en baldes gigantes, y había pozales llenos de caldos, y de pronto llegaba la tía Emma y decía:

-¿Cuántos pavos hay?, catorce, con catorce pavos no tenemos ni para empezar, ¿no conocéis a mis hijos?.
.
Mi madre tiene ocho hermanos, con los consortes 16, a una media de dos hijos otros 16, y ya llevamos 32, pero los Peña son cuatro, además estaban los amigos, creo que aquel año había venido Franco, ese amigo italiano tan feliniano, que tenía un hijo tan guapo y tan sinvergüenza, Miguel, y su mujer, tan graciosa, tan hermosa y tan triste como la Cabiria nos parecía Adriana, y estaban los abuelos y los vecinos, y los doscientos mil amigos que entre todos invitábamos a tomar café.

Un día, cansados de recibir, esta cuadrilla tuvo una idea brillante para rentabilizar tantas capacidades sociales: cogieron en traspaso el bar de debajo de casa, así las cosas cuando yo tenía 21 o 22 mi madre se volvió tabernera, y ahora me rio, pero entonces estuve traumatizada unos días. Nos turnábamos diez detrás de la barra: Arsenia, Matías, Emma, Jacinto, yo, David, Javi, Mapi, Miguel y Elena en orden de edad. ¡Qué fauna!. De esa época me viene la manía de llamar a mis padres por el nombre de pila, supongo. Matías nos hacía unos horarios bien estrictos. A los seis nos habian criado juntos, arriba judías, abajo macarrones, gritaban, un poco a la italiana, nuestras madres por la escalera: ¡qué cruz!, ahora que me doy cuenta, no me relajaré nunca del todo, yo era la mayor. Y mi padre y la tía Emma eran los intelectuales, los que jugaban al ajedrez y conocían los nombres de todos los ministros, y mi abuela Raimunda venía todas las tardes para hacer arroz con leche y zurcir los calcetines.

Total, que con catorce pavos no llegaba. ¿O fue aquella la noche vieja en la que se nos escaparon los patos?. Habría por lo menos una docena. Los dejamos en el corral de Emma y detrás de la casa hay humedales. Pasamos la tarde metidos por las acequias buscando la cena y solo rescatamos tres.

Ahora ya no, no sé por qué no, tengo que intentarlo, saldré este fin de semana que son fiestas, quizá, pero entonces lo más divertido del mundo era salir con mis primos, los amigos nos esperaban como agua de mayo. No sé si fue aquella noche, pero es memorable el día en que Sandra se subió a un mostrador en un bar de Garrapinillos y se quitó un calcetín, es el striptis más rentable al que he asistido, bebimos gratis todos durante toda la noche. Y es que esa Sandra, ¡pues no se caso en noche vieja la pendeja de Sandra!.

A lo que iba, aparqué mal, en el lado que no debía, y le pregunté a Aurora si bajaba o no, y dijo primero que no, pero luego bajo, lo vi a través del escaparate de la mercería, cuando sacaba el pié Aurora el coche voló por los aires y la avenida se cubrio con un manto de almejas, cigalas, mejillones, gambas, percebes, sepias, calamares

miércoles, 13 de junio de 2007

Feria del Libro 2007

Tatiana y la mujer sin atributos conversan sobre el miedo e intentan clasificarlo.





La intimidad es mucho más que la confesión de unas cuantas anécdotas biográficas, de eso no cabe duda, y mi intimidad con Tatiana es enorme; desde hace unas semanas abordamos cualquier tema, por cósmico que sea, sin prolegómenos. Unos cinco o seis años nos ha costado volver a vernos físicamente a Tatiana y a mi desde que nos conocimos en Ámsterdam, y las dos sabíamos, perteneciendo a la misma extraña familia, que no iba a ser en balde la espera.

Paseábamos el domingo desde el retiro hasta esa comida, que no en vano Ababol pondera, y hablamos de un gran tema: el miedo.

Tatiana, capaz de enamorarse sin cálculos y sin quitarse el chaleco antibalas en Irak, también tiene miedos. Sobre todo, me dice, tiene miedo de los miedos, claro, y lo que más creo que teme es el miedo de los otros, el que los paraliza, ella también tiene de ese y lo entiende aunque lo combate:

-El que impide transformarse.

Entonces nos ponemos a clasificar:

-Se llama insomnio al miedo a no dormir
-El miedo al fracaso siempre nos hace fracasar, de eso no hay duda
-El miedo a perder a quien tenemos más cerca nos convierte en "esclavos azules",
-El miedo a perder bienes y estabilidad nos ata a dinteles, sofas y cazuelas...
-Y esta el miedo a irse, y el miedo a quedarse.
-Y el terrible miedo al otro, ese que empieza con un hongo llamado desconfianza.

Después nos reímos porque llamo a Blanca, que esta en train de comerse unos percebes, y me cuenta que nuestro gran Rene se ha traído una Zodiac para el Molino, y después nos cuenta Tati que ya ha mandado los planos para el barco.

-Rene siempre hace lo que dice que va a hacer

Y concluimos, solo con una mirada, que no debemos asustarnos, tenemos muchos antídotos contra el miedo.

Luego, ya en el restaurante chino le digo:

-¡Que nombre tan bonito tienes Tatiana!. Me encanta tener amigos con nombres rusos, cuando os nombro la conversación parece aromatizada por Chejov y Dostoyevski, ¿te he contado que tengo una amigo que se llama Vladimir Baisa?.

También tuve un gran amigo chino-nicaragüense que se llama Arturo Chou, recuerdo cuando nos traen los rollitos de primavera y comienza el mano a mano Nacho-Joaquín. Y se nos va el miedo con la buena suerte.

Más coincidencias, durante la tarde también se hablo del miedo: Cronicas de Tedia

lunes, 11 de junio de 2007

La lectura y sus alternativas






Dame la mano
¿Qué mano?

J.E Cirlot


No sé dónde tenía la cabeza en aquel momento, las manos las tenía aupando tres cervezas y la mirada en aquella mujer oronda, luminosa y sonriente que no se parecía en nada al resto de los visitantes de la feria del libro. Estaba a punto de pensar que se había escapado de uno de los ejemplares que vendían en la caseta de enfrente, solo a punto, cuando la obedecí antes de entenderla:

-Espera, deja eso, dame la mano.

Y yo se la extendí lista para un apretón. Cuando me quise dar cuenta, aun en el aire, le había dado la vuelta y se puso a leer. Nada que objetar, para leer habíamos ido todos allí, y hace tiempo que está claro que no importa el soporte.

Además a mi siempre me han gustado los gitanos, no tuve fuerzas para interrumpirla:

-No hables de toros ni de gitanos

Me advertía Roberto antes de las cenas con nuestros amigos finos.

La lectura se dividió en cuatro vaticinios precedidos por una evidencia. Era exacta, yo ya la conocía y no me sorprendió demasiado que ella también. Entre las adivinaciones había una en presente que también demostraba que no era pequeña la diana, no me afectaba mucho, acertó incluso con el nombre de la protagonista, pero se excedía, lo hizo compuesto y fue una osadía fallida, era un nombre simple. Siguió una certeza por su parte, casi infalible, sobre un deseo que para mi todavía no ha tomado forma y para ella ya tenía desenlace. Luego me dijo que tendría una hija hermosísima, y yo pensé: esta mujer es mala calculando edades, y terminó, como todas, diciendo que sería muy feliz: no me extraña, con este rictus sonriente termino por ser sospechosa.

Me pidió cinco euros, y eso sí me sorprendió, debería haber adivinado que a mi lo que de verdad me gusta es regatear. Me mantuve firme, seguí el protocolo sutil del regateo (lo cuenta muy bien Elias Canetti) y le di dos cincuenta. No se quedo insatisfecha,me regalo medio ramo de romero que todavía llevo en el bolso. Recogí las tres cervezas y nos despedimos.

No sé de qué hablaban Carmen y Tatiana porque volví a tener uno de mis ataques probabilísticos:

-Imagínate -me decía a la oreja alguien que seguro que es una mujer sin atributos-que en lugar de libreros en las casetas hubiese gitanas, y en lugar de venir a buscar lectura viniésemos a que nos leyeran. También habría entonces gitanas con más éxito, esas preverían lo que el público prefiere: riquezas, familias felices, niñas hermosas, curaciones, éxitos. Se arruinarían las más profesionales, las verdaderamente intuitivas, porque a todos nos gusta el realismo sucio pero lejos del propio pellejo. Y también existirían los equivalentes al erudito, que se harían leer las manos en todas las casetas, tomarían notas, dibujarían estadísticas, y anotarían digresiones sobre todas sus biografías probables, quizá hasta decidieran su vida por el futuro que más les habían repetido.

Ya me había ido del todo a esa nueva modalidad de industria lectora, hasta estaba preguntándome si habría precio único y cuales serían los porcentajes: ¿sustituirían a los distribuidores los patriarcas con bastón?¿pellizcarían también el 40% de lo que dieran de sí aquellas líneas? ¿Habría premio a la mano del año?¿Se diseñarían logotipos para los anillos del poder? ¿Las manos premiadas reaccionarían con una displicencia calculada hacia cualquier otra mano?¿Temblarían las manos de editas y de inéditas?.

En esos galimatías sobre manos estaba cuando reapareció la lectora que hablaba calo. Yo seguía sin saber qué hablaban Tatiana y Madam Gusanillo, pero me desperté: ambas quisieron romero, sonrieron y escondieron las manos.

¡Ahora que digo romero!. Se acerca la fecha, el viernes, como todos los años, llegará a casa un ramo de lavanda gigante, ¡se tiene de pié!, ese olor todo lo penetra en mi vida hasta el fin del verano, es un ramo tan grande que parece una escultura, es siempre igual desde hace, ¡buf!, ¿cuántos años?

Una pregunta de Cirlot a Brownyn




¿Verdad que es verde el cielo que ha bajado
al pozo de la piedra palpitante?

Juan Eduardo Cirlot. Bronwyn

miércoles, 6 de junio de 2007

Un sueño de Quevedo



"Advierte que hay tres géneros de hombres en el mundo: los unos que por hallarse ignorantes no escriben, y esos merecen disculpa por haber callado y alabanza por haberse conocido; otros que no comunican lo que saben: a éstos se les ha de tener lástima de la condición y envidia del ingenio pidiendo a Dios que les perdone lo pasado y les enmiende lo por venir; los últimos no escriben de miedo a las malas lenguas: esos merecen reprensión pues si la obra llega a manos de hombres sabios, no saben decir mal de nadie; y si de ignorantes ¿cómo pueden decir mal sabiendo que si lo dicen de malo, lo dicen de sí mismos, y de bueno no importa, que ya saben todos que no entienden?

Quevedo "Los sueños"

lunes, 4 de junio de 2007

Llego la hora de hacer algunas magdalenas.





Y ¿Por qué no voy a escribir al pedo ahora que estoy tan descansada?. Total, Landero me dijo, “si no se te ocurre nada ponte un gin-tonic, pero escribe”, y en esta casa hay de todo, (¿papa tienes papel de fumar?, y va Matías y tiene).

Y además ha estado esa cigüeña haciendo círculos concéntricos alrededor de mi cabeza durante todo el fin de semana, y tengo la duda de si los cuatros se están convirtiendo en cincos, ¿tenderán a sietes?, ¿dónde tengo a Cirlot para consultar?. Llevo dos meses viendo pájaros: por eso me he dado cuenta de que antes no los veía. ¿Qué le puede pasar a esa cigüeña?.

Vino a cenar mi tío ayer, el de los cuellos almidonados y las camisas blancas. Estos eran unos ricos panaderos, y hubieran podido creer que eran hasta felices, pero su padre nunca tuvo que ver con lo que ocurría a su alrededor, los llevaba a los toros pero detestaba el conjunto y eso se notaba, siempre he creído que se arruino para desheredarlos sin violencia. Yo me acuerdo bien del tío Clemente; vivía enfundando en el Heraldo cuando media como una sábana, bajo el círculo de un flexo, era calvo y enigmático, recién salido, ahora lo sé, de una novela negra. Pero sobre todo el tío Clemente tenía la única puerta de todo mi mundo a la que había que llamar antes de entrar, y estaba al fondo de un pasillo, y eso me impresionaba. Luego abrías la puerta y parecía seguir estando muy lejos, más al fondo.

-Al tío Clemente lo echaron al camión, pero esa historia es muy larga, tiene miga, era rico y de izquierdas, y era culto el tío Clemente, algún día te lo cuento

Decía mi madre, maestra narrativa, (lo enigmático y lo suspendido y las repeticiones y la diferencia).

En la puerta siguiente vivía mi tía Lucía, tambien enfundada, pero en un camisón con millones de puntillas, y también encaramada, pero sobre almohadas de pluma, ella suspiraba.

-Mapi no suspires así que me recuerdas a la tía Lucía

le decimos a veces a mi hermana, es la única noción de su existencia que nos dejó.

Menos mal que no escribí todo eso ¡qué anacronismo!

-¿pero cómo no vas a escribir eso, tonta?, ¿no te acuerdas del membrillero?¿y del olor a pan recién salido del horno mezclado con el del membrillo y el verano?¿y de la amante del hijo, que estaba enfermo del corazón y por eso tenía la prerrogativa de tener a su amante en casa?. Carmen, se llamaba Carmen, era un granito de arena en una ostra, y solo mama gata se sentaba con ella a fumar debajo del membrillero, y devino en perla y le seguimos la pista muchos años después. ¿No te acuerdas de la abuela Pilar en el lavadero, y vendiendo el pan, y de las mujeres haciendo magdalenas en un balde?. Bueno lo que más deberías recordar es lo de los abanicazos. El montón de tardes de verano en el patio del horno, cuando se iban las mujeres que hacían magdalenas para las fiestas y se quedaban la Abuela Pilar, la tía Lucía y la tía Avelina, machacandose el escote con aquellos abanicos ¡qué velocidad!.

También decía Landero que hay un material literario que aparece ya hecho, ya a la mano, ya elaborado, y que ese no es tan interesante, o por lo menos no es un reto.

-En todo caso esta bien recordar estas historias, aunque no las escribas, por el olor.