jueves, 7 de febrero de 2008

La sauna, la coreana, el militar y las firmas verbales




Cuando inauguraron la sauna se planteó un problema moral de primer orden: ¿queríamos que fuera por días y sexos?, ¿éramos conscientes de que tenia connotaciones eróticas en el imaginario más básico lo de una sauna? El ayuntamiento no se hacia responsable: ¿todos mezclados?, ¿qué?. Antes estas cuestiones se dirimían en los bares a gritos, ahora, después del orden y el progreso que trajo Pascual, las decisiones se toman mediante consulta formal, por escrito.

Parece que sólo la coreana rellenó aquel papelito, no es cómodo andar con papelitos entre humedades. Ella no quería ver hombres en la sauna, ¡ni por asomo!. Así las cosas, lunes hombres, martes mujeres, miércoles hombres y mujeres, viernes mujeres otra vez, el sábado mezclados. Un lío. Y siempre hemos preferido todos todos los días, claro, si no, puestos a segregar, un día para los de derechas y otro para los de izquierdas, no vaya a enardecernos hablar de política en bañador, que a mi me da conversación un militar y se llama Severo. Además que la coreana es una pesada, vive en la piscina, ¡horrible ver a alguien tan dedicado a su cuerpo siempre en el mismo sitio!, ¡untada con yogures de fresa de arriba abajo!, con su propio radiocasete entre esas humedades, que da miedo no se electrocute. No me extraña que tema las miradas, y que las malinterprete.

Han pasado cuatro años, casi cinco, pero por fin nos hemos rebelado. Un varón entró en día femenino, otra fémina se coló un lunes alegando falsos problemas bronquiales y poco a poco hemos ido despeñándonos, aprovechando los miércoles y los sábados, hacia una sauna unisex. No sé qué ha sido de la coreana, nadie sabe si está realmente enfadada, habíamos llegado a apreciarla, pero la verdad es que hemos recogido firmas para ser normales arriesgándonos a perderla. Severo, que también está siempre allí, ha organizado las negociaciones; hemos firmado todos pero verbalmente, porque ¡con tanto vapor!.

Nota











Tengo que escribir sobre la dislocación que observo en quienes han conquistado el centro, cualquier centro, y creen que es su centro.












Imagen
Giuseppe Pongolini Matternita otra vez. Fin de la trilogía.