martes, 8 de julio de 2008

constricción nº1: buscando claves se encuentran llaves




O bien, El secreto de Raymond Roussel según Michel Foucault

La primera frase "Siempre me propuse explicar como escribí algunos de mi libros" indica claramente que estas relaciones no fueron accidentales ni establecidas en el último momento (...) y como esa revelación de último momento y de primer proyecto forma ahora el umbral inevitable y ambiguo que introduce en la obra terminándola, se burla de nosotros, sin duda: al dar la clave que desorganiza el juego traza a la vez el segundo enigma. Para leer la obra nos recomienda una conciencia inquieta: conciencia en la cual no es posible descansar, dado que el secreto no se puede hallar, como en esas charradas o adivinanzas que tanto le gustaban a Roussel: el secreto es descompaginado, y lo es cuidadosamente, para un lector que hubiera renunciado a la partida antes de terminar el juego. Pero es Roussel mismo que ha renunciado por el lector, al forzarlo a conocer un secreto que él no reconocía, a sentirse dentro de una especie de secreto flotante, anónimo, dado y retirado, nunca enteramente demostrable: si Roussel dijo alguna vez que había un secreto, se puede suponer que lo suprimió radicalmente al decirlo y al decir cuál es; o, igualmente, que lo desencajó, lo indagó y lo multiplicó al mantener en secreto el principio del secreto y de su supresión. Aqui la imposibilidad de decidir expone cualquier discurso sobre Roussel no sólo al riesgo común de engañarse, sino también al otro, más refinado, de ser engañado. De ser engañado no tanto por un secreto, cuanto por la conciencia de que lo hay


A mi me pasa como a Roussel, me gustan las adivinanzas, y este verano me voy a descansar a un lugar aséptico, dónde la clave es el juego, sin estanques emocionales, una gran finca literaria: EL OULIPO.

La lámpara maravillosa, que me viene como anillo al dedo es además de un amigo, de Javier Seco.