miércoles, 9 de diciembre de 2015

Imagina que cada arruga de la superficie fuera un nuevo territorio terso por dentro.





Éste era uno de los desacuerdos serios con mi madre, llegábamos a reñir porque repetía cien veces:

-Pero qué horrible es la vejez.

Cómo iba a estar de acuerdo teniéndola delante, si yo la veía cada vez  más bella.
(más graciosa, más serena, más alegre)


Cuando uno se muere puede tener cualquier edad, así que elegí esa foto para ponerla en la mesilla, de un modo espontáneo se ha ido convirtiendo en un altarcito, el lugar de la presencia de la ausencia, aunque es una presencia que cunde, también me hace bailar desde que tengo la radio en la cocina.