lunes, 18 de julio de 2016

La vuelta




Vine bien acompañada de México. Ni un momento me separé de Juan Rulfo. Y aunque me tuve que colgar seis kilos de ropa que sobraban: de la maleta directa al cuello, y se equivocó la del embarque y me mandó en dirección contraria, aunque todavía me parece que me persigo a mí misma por el Benito Juarez, valió la pena. A uno de mis gritos preguntando por la puerta 69 respondió una monja burgalesa:

-¿Vuelas a España? pues tranquila, yo del baño vengo.Aún no nos han llamado 
Dijo. Y yo respondí sin titubear.
-A ti te ha mandado Dios.
Y allí se quedaron un trozo de la monja y otro mío tronchados de risa.

Nada más salir de Puebla comprobé que me había dejado los euros, la tarjeta de crédito y los pendientes favoritos en el monedero de mi madre, en la cocina. Super Valentina me mandó los números y guardará los objetos preciados. No pueden estar en mejores manos. Y está bueno romper esa tarjeta, que quizá tenía mal fario. No me daba ningún miedo llegar sin blanca a Barajas y tuve razón. En el aeropuerto me recomendaron que fuera a por autobus a Avenida de América y nada más oírme decir que no tenía para el billete una rumana que estaba en la fila me dió dos euros. Ya en el bus me encontré con una rubia que también era ángel de la guarda. Trabajaba en Aena y me coló en un bus haciéndome pasar por una clienta virulenta e insatisfecha. Luego me invitó a una torta y a un café mientras esperaba.









Llegó, la foto. Por fin he encontrado mi Lado B



Hasta el martes a la una.