miércoles, 3 de octubre de 2007

Aviso

No tengo claro por qué, pero yo siempre quise romperme una pierna o un brazo de pequeña, para que me escribieran en la escayola supongo, para sentirme escindida, quizá, espero que no era fuera afán de protagonismo. Nunca lo conseguí, la primera vez que me han vendado un brazo en mi vida ha sido hoy, eso si, un señor vendaje.

Hace un año o por ahí todo el mundo me comentaba lo peligroso que era beber cerveza en la lata por si había meado encima un roedor, (atención todo el mundo decía cerveza, la coca-cola y la naranjada permanecían fuera de sospecha) me repitieron la anécdota mil veces, pero a nadie se le ocurrió advertirme de los riesgos del microondas. Hace tiempo que sospecho que en nuestra época uno se puede matar, o cosas peores, comiendo un filete o tocando un frasquito por azar. Pero miré usted por donde no se me había ocurrido la posibilidad de morir escaldada preparando un té.

Así las cosas:

¡Atención!, qué a nadie se le ocurra calentar dos veces seguidas el agua en el microondas, se convierte en una bomba.

El microondas es un aparato infernal: nadie sabe qué sucede ahí dentro. Conozco a un electrónico sabio que lo utiliza, dice, porque no le importa morir. Pero hasta hoy yo no sabía hasta que punto era el citado electrodoméstico inmediatamente peligroso.

En el centro de salud me han dicho que es un accidente frecuente. ¡Menos mal que existe el Nolotil!. Y yo que pensaba que eran una tontería improbable los accidentes domésticos. Mierda, precisamente ahora que había vuelto a nadar mi kilómetro diario.