sábado, 11 de octubre de 2008

Un viaje para hacer más planos de la casa sin dejar fuera el barranco, ni las estrellas, ni a la salamandra, ni al buho



Otra vuelta a casa, la sorpresa de que sea así tu casa, la que querías y no atinabas a imaginar, aunque todavía no esté siempre ni del todo, por fin existe y es un lugar dadivoso: además de los cuatro elementos hay sonetos, palimpsestos, adivinanzas, enumeraciones, y leña, y mangos y aguacates que se arriman a un almendro, y cuatro o cinco olivos.

Me acordé mientras paseaba de aquel amante, del pleistoceno, intentaba convencerme de que te puedes orientar si aprendiste en Barrio Sésamo qué significaba dentro, fuera, arriba, abajo, cerca y lejos.

Tuve la certeza de que tenía y no tenía razón el amante aquel. Hay una razón contaminada: menuda y perecedera, la de las monedas sueltas, la que marca lindes, siempre nerviosa y urgente, la que no impregna, y también se llama razón.

Escribo casi sin darme cuenta, como cuando paseo y luego rememoro algunas piedras, con los ojos cerrados.

Gran asombro, el asombro de volver a casa y encender un fuego. Llueve.

(p. d. hemos tenido nuestra primera naranja, son dulcísimas)

3 comentarios:

Miguel Baquero dijo...

Yo diría que escribes como respiras, Marta. ¡Qué facilidad para componer títulos!, ¡qué bonito lo de la razón de las monedas sueltas! ¡Qué gusto da leerte!

beatus_ille dijo...

qué razón tiene el amigo Baquero.
Dentro de poco te sacaremos citas igual que tu sacas de esa chistera en la que guardas los mejores nombres

no pares, por favor

Miriam G. dijo...

Y a mí que leyéndote me han entrado ganas de mandar todo a hacer puñetas, y vovler a casa para no salir nunca... ¡Qué cansancio por Dios!

Un beso, Miriam G.