lunes, 13 de diciembre de 2010

Economía doméstica


Nunca la menciono, pero procede contar que me esconde tabaco, mecheros, papelillos, y ahora también libros. Para cuando los necesite, dice. Al principio no me pareció una buena idea, pero cuando me contó que ya se lo hacía a mi bisabuelo Alejandro y a mi abuelo Matías, decidí repensarlo y estoy contentísima de haber accedido al juego. Ayer encontré los dos volúmenes de Apuntes de Elías Canetti; los había camuflado en la última balda, con la filosofía y la baraja de Rico. Me entusiasmé tanto que casi me curo de la biblioclastía, pero quedan síntomas.

Lo contrarío de ampliar una biblioteca es, también, copiarla. Tienen a su favor los copistas que leen y escriben al mismo tiempo. Cometen una redundancia consciente y explícita, pero se salvan de incurrir en la más habitual: repetir inconscientemente convencidos de que están creando.

A veces busco frases, ideas que creo que he leído, y después de mucho insistir empiezo a sospechar que las he pensado yo. Canetti habla de la felicidad de esas frases, de esas ideas que se independizan de nosotros.

Últimamente, incluso para copiar, utilizo un tamaño de letra más pequeño, va a ser verdad que estoy adelgazando al estilo Kafkiano: en todos los sentidos

-Tía ¿ no tendrás por ahí un cigarro escondido?

La imagen es de Helena Almeida

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Tu es pressé d'écrire,
Comme si tu étais en retard sur la vie.
S'il en est ainsi fais cortège à tes sources.
Hâte-toi.
Hâte-toi de transmettre
Ta part de merveilleux de rébellion de bienfaisance.

Anónimo dijo...

René Char... me equivoqué de lugar con el comentario.

Marta Sanuy dijo...

gracias de todas maneras