domingo, 5 de diciembre de 2010

¿Aún son las bibliotecas lugares para leer?

Cuando era joven, y las bibliotecas tenían una lámpara en cada mesa, era excitante salir de allí después de muchas horas y desembarcar en el planeta tierra transportada por el vehículo más veloz de todos los conocidos: el cono de luz sobre un libro. A la salida me extrañaba, primero, que la nave me hubiese dejado otra vez en el mismo sitio, enfrente de aquel bingo, y en el mismo tiempo. Luego ya me extrañaba todo, hasta que fuera invierno o verano.

Todos sabemos que no se lee sólo con los ojos, que se lee con todo el cuerpo, y no sólo eso, que se lee incorporando el espacio que nos rodea mientras leemos, como si al escatimarle la atención el lugar nos impregnara con sus detalles en otro registro.

Mi biblioteca platónica es la José Sinués. No era una biblioteca de incunables y madera, no tenía el tufo de sarcófago sagrado que tienen las grandes bibliotecas, las que salen en las películas, pero contaba con alguien que compensaba todas las deficiencias iconográficas; aquella bibliotecaria, vestida con una bata blanca, que era una experta enfermera de lectores: encontraba lo que le pedías, bajaba las persianas, encendía las lámparas y supervisaba el silencio.

No sabía describir qué me ocurría en las modernas bibliotecas, ignoraba por qué nunca he conseguido permanecer sentada en alguna de las muchas tumbonas maravillosas que arriman a un ventanal más de cinco minutos, pero después de leer Biblioclasmo de Fernando R. de la Flor, he dejado de sentir esa inquietud como una deficiencia; algo produce escalofríos eléctricos en estas bibliotecas de ahora, todos lo sabemos, ya no son un espacio sagrado o un túnel del tiempo, se parecen a todos los edificios civiles, estaciones, centros de salud y aeropuertos, y provocan prisa.

Hay que tener cuidado al elegir dónde leemos: la memoria de los libros suele llegar acompañada por la luz del lugar en el que los leímos.

Marta Sanuy

Imagen Job Koelewijn

P.D. Es mi última articulación, las otras están para chuparse los dedos:

¿Es libre el verso libre?

¿A quién puede venir bien la pus?

7 comentarios:

Fenix Flash Spain dijo...

visite nuestra pagina.

http://cambiamelosamigos.blogspot.com/

virgi dijo...

Me cautivaste con tu nombre.
Musil, un genio.
He dado un paseo por tu blog, también me chupo los dedos.
Besos

Anónimo dijo...

Yo recordaba la biblioteca de mi pueblo como lúgubre, llena de libros viejos y con poca luz, además de un bibliotecario bastante oscuro y poco cuidadoso de lo que custodiaba; la biblioteca de la universidad, masificada y ruidosa, no me reconcilió mucho mas con esos espacios de viaje. He tenido que llegar a esta edad –sabia y gozadora- para encontrar varios rincones maravillosos para leer y estudiar, algunos incluso con ese “look” artificial. Eso sí, nada como las lamparitas en las mesas individuales de una de las bibliotecas de la Sorbonne, con olor a libro viejo incluido. Pero… nadie como la bibliotecaria del 19ème, que hace té silencioso a los asiduos… y lo mejor, el silencio maravilloso que te ofrecen las bibliotecas en esta ciudad ruidosa que uno puede llenar una vez escogido el libro, mientras nieva del otro lado. Genial Marta, me has hecho ponerle palabras al placer de mis últimas semanas: estudiar en la biblio.

Marta Sanuy dijo...

Gracias Virgi, y bienvenida, en cuanto deje de ser lunes y aligere el trabajo me voy a tu blog un rato.

Eso, eso ¡póngale usted palabras a los placeres! elocuente dama

A los que quieren que cambie de amigos no sé que decirles.

Anónimo dijo...

Marta!!! Te escribo desde Budapest -y con teclado hungaro, glups-. Me fascinan las bibliotecas: antiguas y nuevas. Ayer vi una antigua que tenía una decoración de los anos 50 (del este de Europa) y en sus ventanales cientos de tiestos con enormes plantas. Imagina: nieve en las calles; noche temprana del este -eran solo las 4 de la tarde-; frio, mucho frio; cristales empanyados y enormes hojas verdes.

Besazos enormes. Bea

Marta Sanuy dijo...

¡Bea! qué rico saber de ti. A ver si nos vemos pronto. Besicos a Norbert y a los niños.

Miguel Baquero dijo...

Pues no, ahora los bibliotecas no son para leer. Suelo ir mucho por la de mi barrio y nunca, jamás, desde hae tiempo, encuentro un sitio libre, todo está ocupado por carteras, bolsos y abrigos de estudiantes que en un 50 %, vale, están ante los apuntes, pero en otro 50 % están en la calle fumando y charlando en grupo. Yo no sé si esa es la función de las bibliotecas, ser un lugar de estudio donde, si no llegas pronto, te encuentras sin sitio, pero es bastante incómodo en realidad