martes, 24 de junio de 2014

¡Los sustos que me da este compi!



Se ha acurrucado en la jaula y, con lo tiquis miquis que es, que no hay quién le toque un barrote, no se movía. Llevamos catorce años juntos, el Pichi no es cualquier pájaro, pide el agua para bañarse y responde siempre que le hablo. Cuando doy la luz a deshoras le pido disculpas. Ahora miraba hacia arriba, no contestaba y no se atrevía a volar. Nos hemos estado turnando un par de horas para hablarle seguras de que le gusta. Luego ya he pensado que es una insensatez pretender que un pájaro tan diminuto viva más años en una jaula y siga pareciendo contento, y me he hecho a la idea de que se moría. Le he puesto a Magdalena Kozena, porque además es un pájaro melómano que prefiere, y le he seguido hablando. Enciende todas las luces, ha dicho mi tía desde la cama, eso no lo soporta.

Eso he hecho y ha resucitado.Está tan normal. Quizá sólo tenía frío, ha estado lloviendo todo el día, o sueño. ¡Qué tipo! Una vez volvió milagrosamente de la calle, otra se salvó por los pelos de morir ahogado detrás de un mueble y ahora resucita.

¡Y qué bien sienta una resurrección!


lunes, 23 de junio de 2014

Torna fogosa la abstracción




 Hollie Chastain



“Torna fogosa la abstracción” dice Steiner de Dante.

Estoy preparndo apuntes y vuelvo una y otra vez a esa frase. No paro de repetirla.

¡Tornar fogosa la abstracción! ¡Casi nada!
 

domingo, 22 de junio de 2014

Anotando, que es gerundio.





 Lorna Simpson


-Acabo de leer:

-Todos sobrevivieron al cáncer en la vida real

¿Y en la ficticia no?


-Y un poco antes había leído a Canetti:

Cómo se representa para él la felicidad: pasarse toda una vida leyendo y escribiendo tranquilamente sin mostrarle a nadie una sola palabra de lo escrito y sin publicar una sola palabra. Dejar a lápiz todo lo que ha ido anotando, sin hacer ningún cambio, como si aquello no existiera para nada, como curso natural de una vida que no sirve a ninguna finalidad restrictiva, sino que es totalmente ella misma y se va anotando como se camina y respira, por sí misma.

-Einstein dice que sólo tuvo un par de ideas importantes en toda su vida. ¡A qué viene entonces este desasosiego por las cuatro frases que no anoté anoche!

-Anotar, anotar, anotar, no escribir, sólo anotar, por ejemplo:

Decidimos esperar a que bajara el sol y nos tumbamos debajo de los pinos con unos cartones para no pincharnos. La doctora Delgado amontonaba en el relato los hechos más relevantes de la última semana, mientras sacó un vaquero del bolso y empezó a rasgarlo y a subir el tono, decía una frase y le daba un tirón, encontraba una costura, la atacaba con las tijeras de podar y daba un grito, en un par de ocasiones tuvimos que tirar cada una de un lado. Hasta el final, cuando ya había cambiado el atuendo, no me di cuenta de que se estaba quitando a la doctora Delgado para ponerse a Concha.

viernes, 20 de junio de 2014

Utopía y desencanto



 

Me gusta tanto leer a Magris porque sé que, en el momento menos pensado, me dará una patada en el culo y me mandará a otro sitio. Siempre dejo sus libros inacabados y en un punto apetitoso, sabiendo que volveré. Hoy creo que me voy a ir otra vez con  Los Sonámbulos de Broch porque dice:

A Broch le fascinan las épocas de transición, las épocas suspendidas entre el final de un sistema de valores (el “ya no”) y la espera de uno nuevo (“el todavía no) anticipado en la tensión utópica y mesiánica de la esperanza (el “sin embargo ya”)

Ese triestino parece un pariente encantador y cotilla. Canetti también es un alcahuetón en “Fiesta bajo las bombas”.

En este libro habla, por ejemplo, de lo furiosamente antidemocrático que era Thomas Man. De lo poco lúcida que era la Arentd cuando se trataba de Heidegger. De la grandeza infinita de Primo Levi. De puentes y fronteras. Y del allí desde ahora y del aquí visto desde entonces, fundamentalmente.


miércoles, 18 de junio de 2014

Lilian: una Doctora Honoris Causa




El Colatino salía por la tarde, lo escribía casi entero el Tibu y la niña Lilian lo vendía sentada en el peldaño de la esquina del cafetín de letras. Cuando la veíamos al fondo de aquel pasillo, tan menuda y siempre, se nos salían frases como: “Mirá Lilian vos, parece un regalo liliputiense” o bien “¿creés que la Lilian es La Maga de vieja?” Y también, cuando pasaba algo: “vayamos a dónde la Lilian y ella sabrá más” y sobre todo “está donde la niña Lilian”.

Es verosímil que La Maga, ya madura, decidiera apostarse en la puerta de una universidad eternamente, y aprender y aprender de los estudiantes. Hay un sedentarismo absoluto que es rico y complejo. Todas las potencialidades parecen estar en el lado de los viajeros, pero como bien sabía Perec, también el tiempo y el espacio son infinitos en la plaza de Saint Sulplice.

Yo puedo imaginar a Lilian quieta, protegida por su peldaño, invisible, viendo terremotos, saqueos, ejecuciones y las tomas militares.

Hacía un sol del demonio en el peldaño de Lilian a las dos de la tarde y, aunque su análisis del día era un guiso perfecto de rabia y potencia yo, tonta que tonta, me iba a la sombra del cafetín dónde me encontraba al Pinche Buey subido en un palo de mango y repitiendo la cantinela monótona del Pinche “mal eh, jo mal, muy mal” Pero, ni modo, a media tarde volvía, o a la noche, cuando Lilian tenía muchos pupilos y su sonrisa era aún más niña.

P.D. No imaginé que volvería a saber de ella y la necesitaría para describir este encuentro. Esta manera triste de reconfortar que tienen las despedidas.

lunes, 16 de junio de 2014

Ayer, un día aligerador.





 


Después de leer diarios me da menos pudor que esto sea un diario. A mí me pasan pocas cosas, pero no es que Cheever, Musil,Thomas Mann o la Carson tengan una vida de la leche, que también cuentan tontadas a montón. Ayer por la mañana me acordé de la Señora Daloway por alguna deriva parecida.

Fue un buen día de cumpleaños. La primera llamada de la tía Emma, como casi siempre, Luego una honda conversación con María Jesús regando, hacía un viento de estos que lo vuelven todo muy raro. Después un rico vermout en el porche: es un lujo que esa mujer se ponga narrativa y ayer tocaba repaso de mi vida.

-Entonces, resumiendo: el primer caso lo tengo muy claro, convivía con vosotros, te lo dije entonces, lo vuestro no era una pareja, era una historia de colegas. Pero es que uniendo cabos la segunda vez fue igual. Joder Martita, que es que te casas con los amigos, o los conviertes en amigos después, eso lo pensaré para la próxima semana. La cosa es que así no es.

Cuando me narra María Jesús me siento absolutamente ajena a mí misma, ligera e intemporal.

Después el aligerador fue Matías describiendo el brazo de gitano de carne que había preparado mi madre, y al que se le reventó la envoltura.

- Este viene de una reyerta, pero mira como lleva el brazo, si hasta se le ven los huevos.

Y cuando nos estábamos tronchando la remató

-Tú no te rías, que estás deprimida.

Y muchas más cosas, claro.

viernes, 13 de junio de 2014

Esa visible oscuridad.




 Carmen Calvo

 

No hay escritor sin gato, me dijo Julio el otro día, y me callé porque yo no soy escritora y también porque llegaba a destiempo esa imagen recurrente, la de habérmelos tragado. Tampoco comenté, aunque me vino a la cabeza, la imagen terrorífica de una gran chillazón de gatos en casa de María Zambrano que relata Ullán.

Tienen capacidades mágicas esas pastillas, le bajan el volumen al edificio y calman a los gatos del estómago, que siguen estando ahí pero sólo ronronean. Ayer soñé con Concha y con Rafa, me envolvían en una guata blanca y me recetaban que no pensara. Es un sueño facilón porque más o menos eso han hecho. Las pastillas han bajado también el volumen interno, pero tienen contra indicaciones: además de indiferencia y sueño provocan una holgura entre las palabras que antes no estaba, tanto si leo como si escribo noto en que rincones no casan. Y en cuanto me acerco más de la cuenta se ponen a chocar.

La peor condena en cualquier oficio es no tener herramientas, me contó Vladimir, que aquel día trabajaba de agrónomo, pero cuando se escribe es mucho peor porque nada lo justifica, es una ausencia visible y sin embargo inexplicable, porque sin palabras, vos me dirás.Lo recordaré tanto porque me lo contó en el lodazal donde se había quedado encallado el camión aquel en el que viajábamos huevos, perros, niños, muchas señoras, campesinos, fumigadoras, maquinarias, sombreros, radios, baterías.

Así las cosas pensé que leer y escribir no, pero quizá sí escuchar, pensar con palabras de otros. Y ahí sigo, envuelta en una frazada blanca. Hasta el momento he visto y revisto entrevistas con Bioy Casares, Foster Wallance, Cortázar el locuaz, por supuesto, Roberto Bolaño. También mesas redondas, sabrosísimas: una entre Octavio Paz, Borges y alguien más que no recuerdo, y otra bravísima entre Cortázar, Juan José Saer y Roa Bastos en la que comentaban que el cine se convertiría en otra cosa para ellos cuando existiera una tecnología que les permitiera rebobinar.


jueves, 5 de junio de 2014

Cuando hace falta me acuerdo de aquel día



 
Hollie Chastain


Vivíamos en la calle La Habana y después de comer alquilé un montón de películas en las que no pude concentrarme. Siempre hacía eso, acabo de volver a hacerlo, empecé cuando los vídeos eran una novedad tecnológica y sólo tenía el tío Marino. Aquella tarde reuní fuerzas para ir a urgencias. Me costó tanto que cuando veo desiertos recuerdo el descampado que me separaba del centro de salud. La noche anterior me había partido una ceja con la gafa atravesando un cristal y tenía la impresión de llevar muchos gatos agazapados en el estómago.

Cuál sería mi sorpresa cuando encontré a Elena haciendo una suplencia. Cuando éramos pequeñas Elena, Ana y Ana Bel eran de ciudad y venían a pasar los fines de semana al pueblo. Nunca he conocido ciudades tan deslumbrantes como las que imaginaba a través de aquellas tres chicas tan distintas a nosotras. Aquel día que nos encontramos en el Insalud del barrio de Jesús ya habían pasado muchos años, Elena estaba estudiando psiquiatría y yo era una librera recién casada.

Y alguien me lo hubiera contado después, seguro,cuando se popularizó la palabra depresión, aunque hubiera sido mucho mejor que me lo hubieran contado antes, lamento que no mejoraran mi infancia con unas dosis de serotonina. La cuestión es que todavía hoy considero que fue el día más importante de mi vida.

Desculpabilizarse es lo primero, me dijo la Benedí, y para eso quizá te sirva saber que tu caso es hereditario. Empezó a describir a esos parientes míos que se sientan a meditar en lo alto de las escaleras y a los que ella conocía bien, y sí, durante muchos años sólo la tía Carmen entendió aquel dolor insoportable. Luego tienes que asimilar otra cosa, siguió diciendo, es hereditario y es crónico, pero hay una buena noticia: no la vas a padecer porque vas a aprender a identificarla y le vas a parar los píes a tiempo.

Y gracias a Elena descubrí algo que casi nadie toma en cuenta, que la cabeza es un órgano más y que enferma, como todos. También aprendí a no identificarme con mis alteraciones químicas, eso es lo más difícil. Gracias a los inhibidores de la recaptación de la serotonina a tiempo mi vida no ha sido un absoluto desastre.

Nada me pone tan mala leche como la superficialidad de las bromas sobre el Prozac, bueno sí, la identificación de la locura con el genio.

Acabo de pararle los píes otra vez, después de treinta capítulos de a dos metros bajo tierra. (“No me puedo quedar a cenar, tengo que seguir con la serie” le dije el otro día a M Jesús, ¡seré pava!) después de llorar litros y litros durante semanas volveré a convertirme en una chica motivan, o como se llame ahora la vaina. Julio se me ha llevado a un concurso de microbreves a la radio esta tarde, luego he tenido clase y más tarde me ha llegado de algún sitio una caricia invisible. Mañana iré a ver a Rafa, mi médico, que me intentará disuadir pero me hará la receta. Y quizá hoy duerma.

P.D. Lo cuento tambien porque a todos nos ronda y creo que es más terrible para los que vivís desprevenidos. Ah, y  porque me gustaría muchísimo volver a ver a Elena para volver a darle las gracias.

jueves, 29 de mayo de 2014

Una fuga: ¡Dos temporadas a dos metros bajo tierra del tirón!




Como si hubiera oscuros poderes confabulados me he cortado, me he quemado y me ha picado un bicho, todo en la mano izquierda. Menos mal que acabo de encontrarme dos temporadas que no había visto de "A dos metros bajo tierra"  ¡casi grito de gusto! Todos, pero sobre todo esa madre titubeante y esa pelirroja, están entre los seres de ficción que prefiero

A mí también me tienen loca los HBO. Carnival, En terapia, The Wire, True Detective, hasta True Blue.¡Black Mirror!

Pero la que más, la que más, "A dos metros bajo tierra"

miércoles, 28 de mayo de 2014

Algunos destrozos del éxito y el fracaso.




Tommy Ingberg
 

Cuando leo en los autobuses tengo la impresión de poner chinchetas paisajísticas. Tengo tendencia a recordar datos insulsos, como que el artículo “Los segundos no tienen hipertexto”de la revista Bostezo sobre el fracaso lo empecé saliendo de la estación de Bilbao y allí descubrí que se podía imaginar otro París teniendo un dato: el de quien quedó el segundo, detrás de Eiffel, en 1886, en el concurso para construir una torre en el Campo de Marte.

“Lo firmaba el ingeniero Sébillot. Era una torre-sol, una torre-faro, de una altura de trecientos metros que iba a iluminar el bosque de Boulogne, todo Neuilly y Levallois, hasta el Sena”

Que no hay termino medio en esto del triunfo y el fracaso, la mecánica burda de esa dualidad que todo lo aplasta ,queda demostrado por el absoluto olvido del ingeniero Sébillot y el permanente recuerdo de Eiffel. Y es sólo un ejemplo.

Esta mañana he descubierto un término, “escotoma”, que significa pérdida de conocimiento, pérdida de visión, olvido de algo importante que se supo, vuelta a explicaciones menos certeras, menos perspicaces, menos profundas de las que en algún momento se alcanzaron. Se aplica sobre todo a la ciencia y habla de otro tipo de fracasados: los precoces. Aquellos que han descubierto teorías imposibles de integrar en su época.. Ahí encontramos otro ejército, a otros que fracasaron de un modo injusto: Goethe con su teoría de los colores y Oswald Avery, que descubrió el ADN en 1944 por ejemplo.

Esta semana el desaparecido Comandante Marcos logró que todos lo leyésemos, y me parece muy bien, en uno de los párrafos de su discurso decía:

“Si ser consecuente es un fracaso, entonces la incongruencia es el camino del éxito, la ruta del poder. Pero nosotros no queremos ir para allá, no nos interesa. En estos parámetros, preferimos fracasar que triunfar.”

En Masa y Poder dice Canetti que si todos tuviéramos más de un oficio descubriríamos que no eramos buenos en todos, y asegura que tirando de ese hilo conseguiríamos cambiar muchos conceptos y aumentaría el respeto hacia los otros.

En todo caso no sé por qué me enredo tanto si siempre tuve clara mi vocación por motivos mucho más banales: no soporto el tufo de los triunfadores y me ponen mala los efluvios del exceso de admiración, que casi siempre esconden una impotencia. Siempre he sentido cierta nausea al comprobar que el éxito suele nutrirse del fracaso igual que la riqueza de la pobreza. Creo que ambos son conceptos en los que estamos adiestrados y que nos empequeñecen la vida, que es mucho más compleja. ¡Cómo no recordar aquí a los Tangu, aquellos que jugaban hasta que empataban!


P. D. Anotaciones paralelas para disolver cualquier confusión: mi enhorabuena a Podemos y también a Pablo Iglesias.¡Casi nada reilusionarse!