domingo, 26 de diciembre de 2010
Vuelvo al sur
viernes, 24 de diciembre de 2010
Otro poema de los dones

jueves, 23 de diciembre de 2010
¿Qué puede uno contar sin un gran impudor?

La imagen es de Rufino Tamayo, se titula Hombre mirando pájaros, y todo lo demás, título incluido, de Elias Canetti, de Apuntes y de La provincia del hombre:
-La verdad es un mar de briznas de hierba que se mece al viento; quiere ser sentida como movimiento e inhalada como respiración. Solamente es una roca para quien no la siente ni respira; y éste deberá golpearse la cabeza con ella hasta que sangre.
-Lo más difícil será no odiarse a sí mismo, no sucumbir al odio, aunque todo está lleno de él, no odiarse sin motivo, ser justo con uno mismo como con los demás.
-Enigmático es el sistema de los prejuicios. De la consistencia, el número y el orden de éstos dependerá el que un hombre envejezca con mayor o menor rapidez. Tendremos un prejuicio donde quiera que temamos una metamorfosis. Pero no nos libramos de ella: la recuperamos con gran fuerza y sólo entonces volvemos a quedar libres. No es que podamos retrasar indefinidamente metamorfosis que ya hubieron debido realizarse. Ellas mismas nos lanzan en la dirección opuesta, pero el hombre tiene un alma elástica y tarde o temprano recae de nuevo en ellas con seguridad y energía. Muchas metamorfosis son marcadas por los anatemas de los mismos padres; éstas son las más peligrosas. Otras llevan el odio de toda la humanidad, en ellas recaen sólo unos pocos espíritus selectos. Quien se metamorfosea mucho necesita muchos prejuicios. Éstos no deberán ser un estorbo en un hombre muy vital, al que hay que medir en función de sus oscilaciones y no de aquello que lo retiene.
-Todo cuanto apuntamos aún contiene un ápice de esperanza, por más que provenga de la desesperación.
-Nada peor se le puede hacer a un hombre que ocuparse exclusivamente de él.
-En la boca de algunos la palabra alma suena como la quintaesencia de todo aquello que tememos y odiamos, y quisiéramos convertirnos en una locomotora para huir resoplando y a toda máquina.
-Podemos tocar la infelicidad del mundo entero en un hombre, y mientras no lo demos por perdido, nada se habrá perdido, mientras él respire, el mundo respirará.
miércoles, 22 de diciembre de 2010
Cambio de tercio: música
martes, 21 de diciembre de 2010
El gato asmático de una casa magnética

Con el montón de gente, vida, frases, ideas, confesiones, confusiones, carcajadas, juegos, complicidades, planes, sobrentendidos, reencuentros, abrazos, verbalizaciones, impresiones y aguaceros que se han sucedido sin tregua, y yo he venido todo el viaje pensando en el gato de Gonzalo y Paloma, que es asmático y dormía estos días a los píes de mi cama.
Tenía un par de ataques durante la noche, entonces daba la impresión de que llevaba a varias personas dentro. Cuando se ahogaba arañaba las sábanas, un poco, pero no pidiendo atención, ni compulsivamente. Sin molestar. Lo tenía que esquivar porque me daba calor en los píes, pero me agradaba que estuviera, me fascinaba ese modo de estar; tan discreto y autónomo cuando sufría como cuando se aliviaba.
Parece que los dos nos habíamos reunido allí para que el gato me recordara aquello, imprescindible, que decía Lezama:
"Si llegáramos a un planeta desconocido, comprobaríamos el sortilegio de la respiración, cada espiración una interrogación que no concluye, cada aspiración o inspiración un oscuro que nos aclara y que nos es necesario"
La imagen es de Maruja Mallo
domingo, 19 de diciembre de 2010
XVIII Premio Internacional de Relato Hiperbreve Círculo Cultural Faroni

Asi y despues de las bebidas deliberaciones el jurado otorgó el primer premio 2010 al relato:
"Toda la casa de borrachera" de Ester Berdor Corrales – Zaragoza (España)
Para una noche que llego sobrio a casa, ¡Y menuda curda llevaba la banqueta! Me intenté sentar en ella para quitarme los zapatos y no había manera porque estaba venga a menearse. La mesilla también se había unido a la fiesta, quería dejar mi medallita de oro en el cajón, pero se me iba de aquí para allá. ¡Yo todo era intentar cogerla, y ella, todo querer escaparse! El perchero, ciego como un piojo, lanzaba la gabardina y el sombrero contra la cama, que tenía las sábanas arremolinadas y muertas de risa. Al final me fui hacia el mueble-bar, a ver si también yo me ponía a tono.
martes, 14 de diciembre de 2010
lunes, 13 de diciembre de 2010
Economía doméstica

Nunca la menciono, pero procede contar que me esconde tabaco, mecheros, papelillos, y ahora también libros. Para cuando los necesite, dice. Al principio no me pareció una buena idea, pero cuando me contó que ya se lo hacía a mi bisabuelo Alejandro y a mi abuelo Matías, decidí repensarlo y estoy contentísima de haber accedido al juego. Ayer encontré los dos volúmenes de Apuntes de Elías Canetti; los había camuflado en la última balda, con la filosofía y la baraja de Rico. Me entusiasmé tanto que casi me curo de la biblioclastía, pero quedan síntomas.
Lo contrarío de ampliar una biblioteca es, también, copiarla. Tienen a su favor los copistas que leen y escriben al mismo tiempo. Cometen una redundancia consciente y explícita, pero se salvan de incurrir en la más habitual: repetir inconscientemente convencidos de que están creando.
A veces busco frases, ideas que creo que he leído, y después de mucho insistir empiezo a sospechar que las he pensado yo. Canetti habla de la felicidad de esas frases, de esas ideas que se independizan de nosotros.
Últimamente, incluso para copiar, utilizo un tamaño de letra más pequeño, va a ser verdad que estoy adelgazando al estilo Kafkiano: en todos los sentidos
La imagen es de Helena Almeida
Dos poemas de René Char que encontré por azar y seguidos.

El molino
Un ruido largo sale por el techo
golondrinas siempre blancas
agua que salta, agua que brilla
el grano salta, el agua muele
y el recinto donde el amor se arriesga
centellea y marca el paso.
Versión de Jorge Teiller
El refugio maltratado
Siempre me ha gustado la proximidad, sobre un camino de tierra,
de un hilillo de agua caída del cielo que viene y va persiguiéndose
a sí mismo, y la tierna torpeza de la hierba mediana a la que una carga
de piedras detiene -igual que un revés oscuro pone fin al pensamiento.
Versión de Jorge Riechmann
miércoles, 8 de diciembre de 2010
Informe de la última expulsión del paraíso
Veníamos de comer y Javier se equivocó de rotonda, yo me bajé allí mismo, no me iba a venir mal el paseo, que además, inevitablemente, me hacía pasar por La Ponderosa. No mentiré diciendo que no lo pensé dos veces, ni una lo pensé, es un lugar abandonado, salté. Para lo que significaba colarse en el lugar con el que más sueñas el esfuerzo no fue grande, después de un par de intentos fallidos cedieron la malla y el seto y ya estaba dentro. Me dio tiempo para ver que se había muerto la palmera y habían cortado los frutales, había basura y ya no estaban las cabañas de cañas con las que separaba el tío José María la verdura de invierno de la de verano, todo estaba yermo y, sin los laberintos de judías, zanahorias y acelgas, el lugar parecía mucho más pequeño. Acababa de descubrir lo pequeño que era en realidad el escenario de casi toda mi vida cuando empezaron a ladrarme dos enormes perros blancos y me subí a la terraza, más enfadada que asustada, ajolotada, sería un término exacto. En los momentos de confusión y adrenalina me visita la ejecutiva que me habita, me cae gorda, aunque luego le esté siempre agradecida. Desde la terraza llamé a Miguel, que había comido con nosotros y estaba en un funeral, para pedirle instrucciones y también para que alguien me tuviera localizada, no fuera a terminar en unas fauces ¡nadie me buscaría allí! Hace poco Miguel me contó que se había encontrado en las vacaciones, en Palmira, con un japonés al borde del ataque cardiaco porque lo perseguían dos perros, y tan efectiva fue la reacción de aquellos tipos de campo, que los pararon en seco, que el japonés pasó días haciéndose fotos con sus benefactores. Ahora me arrepiento de no haberme fumado un cigarro tranquilamente allá arriba, que era el motivo, pero no era cuestión de tener al otro al teléfono en medio de una misa: no les hagas ni caso, me iba diciendo, y no cedas ni un centímetro, que ni se te ocurra la posibilidad de que te pueden atacar, nada de dar ideas. Así lo hice y casi salgo con bien, pero elegí el camino equivocado. Cuando tenía trece años parecía una broma saltar aquella verja coronada de pinchos, pero desde que leímos en una revista de la tía Carmen, allí mismo, que el hijo de alguna actriz había muerto ensartado en una de esas, ocurrió lo inevitable, les pillamos miedo, subíamos hasta los pinchos y dábamos marcha atrás. Así que cuando vi aquellos clavos afilados en mi culo retrocedí; me rasgue el pantalón, perdí un pendiente y se me fue a tomar viento la patilla de la gafa, todo en un movimiento. Además ya no tenía a Miguel al teléfono y la Ponderosa es un chorizo, me quedaban otros mil metros, exactamente, cuesta arriba, y aquellos dos cada vez ladraban más. A veces da gusto ser géminis, sobre todo si acude a tiempo la que es muy segura, al final retrocedíeron ellos. Volví a salir por dónde había entrado. Salté desde la mesa en la que comíamos. Desde luego dormí muy mal y aún no he hecho balance más que de los rasguños.
domingo, 5 de diciembre de 2010
¿Aún son las bibliotecas lugares para leer?
Cuando era joven, y las bibliotecas tenían una lámpara en cada mesa, era excitante salir de allí después de muchas horas y desembarcar en el planeta tierra transportada por el vehículo más veloz de todos los conocidos: el cono de luz sobre un libro. A la salida me extrañaba, primero, que la nave me hubiese dejado otra vez en el mismo sitio, enfrente de aquel bingo, y en el mismo tiempo. Luego ya me extrañaba todo, hasta que fuera invierno o verano.
Todos sabemos que no se lee sólo con los ojos, que se lee con todo el cuerpo, y no sólo eso, que se lee incorporando el espacio que nos rodea mientras leemos, como si al escatimarle la atención el lugar nos impregnara con sus detalles en otro registro.
Mi biblioteca platónica es la José Sinués. No era una biblioteca de incunables y madera, no tenía el tufo de sarcófago sagrado que tienen las grandes bibliotecas, las que salen en las películas, pero contaba con alguien que compensaba todas las deficiencias iconográficas; aquella bibliotecaria, vestida con una bata blanca, que era una experta enfermera de lectores: encontraba lo que le pedías, bajaba las persianas, encendía las lámparas y supervisaba el silencio.
No sabía describir qué me ocurría en las modernas bibliotecas, ignoraba por qué nunca he conseguido permanecer sentada en alguna de las muchas tumbonas maravillosas que arriman a un ventanal más de cinco minutos, pero después de leer Biblioclasmo de Fernando R. de la Flor, he dejado de sentir esa inquietud como una deficiencia; algo produce escalofríos eléctricos en estas bibliotecas de ahora, todos lo sabemos, ya no son un espacio sagrado o un túnel del tiempo, se parecen a todos los edificios civiles, estaciones, centros de salud y aeropuertos, y provocan prisa.
Hay que tener cuidado al elegir dónde leemos: la memoria de los libros suele llegar acompañada por la luz del lugar en el que los leímos.
Marta Sanuy
Imagen Job Koelewijn
P.D. Es mi última articulación, las otras están para chuparse los dedos:
¿Es libre el verso libre?
¿A quién puede venir bien la pus?
viernes, 3 de diciembre de 2010
jueves, 2 de diciembre de 2010
miércoles, 1 de diciembre de 2010
Meditaciones sobre el cuerpo
lunes, 29 de noviembre de 2010
+Magris

sábado, 27 de noviembre de 2010
Gonzalo Escarpa
viernes, 26 de noviembre de 2010
+ Music
miércoles, 24 de noviembre de 2010
Sobre el desencanto y la desilusión

Creo que en aquel copiar se reveló mi pasión compilatoria, el deseo de ordenar y clasificar la realidad que más tarde me impulsaría a estudiar a los Musil y los Svevo, esa gran literatura que trata de catalogar la vida y muestra cómo ésta escapa a las redes de cualquier clasificación y hace relampaguear su sentido anárquico e insondable ante quien pretende reducirla al orden (...)
Pero la cita que iba hoy aquí es:
Desencanto y desilusión no niegan, sino que filtran como un tamiz las mentiras gelatinosas, la retórica sentimental, la papilla del corazón con la que tan complacientemente se engañan los otros y se engaña uno a sí mismo: quizá éste sea un signo común a los libros que, desenmascarando el vacío sobre el que se apoya la realidad y los oropeles con los que quiere velarlo, ayudan a mirar sin miedo en ese vacío y también darse cuenta del amor que existe pese a aquella vorágine. Libros así han sido para mí “El hombre sin atributos” de Musil y “Las amistades peligrosas "de Laclos y sobre todo "La educación sentimental" de Flaubert, ese libro sobre la insignificancia que es también el fluir de la vida. Y "La conciencia de Zeno" de Svevo, odisea moderna por excelencia, irónico, huidizo e insondable confrontación con la nada.
lunes, 22 de noviembre de 2010
Graffimero

miércoles, 17 de noviembre de 2010
Y sin embargo o las últimas notas de una libreta
Con los años estériles que nos quedan por detrás y los años sin esperanza que nos quedan por delante, y seguimos dedicándonos a practicar incompatibilidades inútiles.
(por eso creo que el presente es el tiempo que necesita más los relatos, porque contarse previene de los excesos: de énfasis, de sofismas, de dispersión, incluso de la locura)
29/10/2010
Sí, como hemos convenido, una de las claves importantes es contarse bien, a uno mismo y a los demás, la mejor versión es la más breve; por ejemplo la que le he contado después de mucho tiempo sin vernos a R y que ha durado como mucho un cuarto de hora, con sus preguntas, certeras, incluidas.
Cinco minutos de pasado, cinco de presente y cinco de futuro. Suficiente.
10/11/2010
-Escribir otro Musil para el calidoscopio analizando una de sus fórmulas preferidas de pensamiento: el “y sin embargo”.
Por ejemplo: “Y sin embargo en la vida ocurre casi siempre lo contrarío a lo que un espíritu cultivado esperaría”.
Los graffitis son de Suso 33
viernes, 12 de noviembre de 2010
Coincidencia: Carlos Edmundo de Ory se ha muerto al mismo tiempo que la Y griega

jueves, 11 de noviembre de 2010
En el desierto

Todos nos estamos imaginando desdoblados en turistas encima de los dromedarios, el silencio es sepulcral, sólo se oye el clic de las cámaras de T y W inmortalizando el momento. Por fin R empieza a meterse conmigo convencido de que voy a ser la que se raja, pero se ha equivocado, es L la que dice que a ella la chorradita del camello ya le costó un dolor de culo y que se va en el cuatro por cuatro.
El desierto es idéntico a como lo imaginas. Si hay algo que se parezca a una duna es otra duna. Desde la duna en la que estamos de ven perfectamente las luces del pueblo desde el que hemos venido en dromedario y el paseo resulta aún más ridículo, además ¡para una vez que voy al desierto llueve! siempre al revés.
Por la noche no logramos que nuestros guías, que ahora son cuatro, entiendan que no queremos que hagan de Tuaregs porque estamos cansados de hacer de turistas. No se relajan y nos comemos el repertorio completo de canciones y juegos de manos. Ay, la cortesía cruel.
Cuando nos quedamos solos reconstruimos la situación: estamos en manos de una empresa familiar y A, el chófer, es primo y jefe de esta tropa. Dos de los chicos se quedan a dormir fuera. Los oímos hablar en árabe y alguien se pregunta qué dirán
-Pues ¿qué van a decir? que el primo es un cabrón y no ha movido un dedo en toda la noche, o se quejaran de como les habla, o de que no les paga a tiempo.
En fin que tiene su encanto que dos grupos de gente tan distinta se observen.
A la mañana siguiente entre bostezos entregados alguien suspira:
-Qué bien el desierto ¿no?, ¿y si nos vamos los días que quedan a la costa?
Ésta foto y todas son de T Miralles. No sé si es un premio o un castigo verse de esa guisa, pero la tengo que poner ¡con lo que le costó hacerla desde el dromedario de delante!
miércoles, 10 de noviembre de 2010
Vamos hacia Zagora
¿Y de qué me suena Zagoza? ¿de qué? le pregunto a B insistentemente, hasta que creo recordar que es una de las ciudades invisible de Italo Calvino y, aunque luego sea mentira, los ecos de ese libro nos imantan el trayecto hasta Zagora a las dos.
En el camino vemos los primeros Oasis, por aquí todo parece un capricho discreto del barro y las palmeras. Me encandilan las casas, que sea difícil adivinar cuales son las que se siguen construyendo y cuales las que han empezado a disolverse, que se prolonguen en una tapia que no acaba, pero que por detrás se reúnan con las demás y compongan entre todas un laberinto. Miro como si marcara con una tiza kilómetros de casas y tapias para distinguirlas del suelo, y no hay un plano que se repita.
Paramos en un mercado y nada más bajar del coche notamos que nos hemos trasladado de verdad en el tiempo. Apenas hay mujeres, ni comprando ni vendiendo, las verduras no son de diseño y abundan los burros. Los niños, como siempre, miran la cabellera rubia de esa mujer tan alta. L está acostumbrada. Uno se atreve a preguntarle de qué tribu es y ella responde, sin titubear:
-De la tribu vasca.
Ya tenemos chiste, pero además tambien tenemos especias, algo ha hecho que nos pongamos a comprar por primera vez. Yo compro semillas de cilantro, T y la niña B han llenado una bolsa gigante de todas las especias que puede llevar un tallín, además de unas judías secas para comernos en el molino a la vuelta mientras intentamos distinguir el pimentón y la cayena e identificar el jengibre
martes, 9 de noviembre de 2010
Viajar es muy difícil o hacia el desierto transformados en turistas
Dice Elias Canetti en Voces de Marrakech:
“No había leído nada sobre el país. Sus lugares me resultaban tan ajenos como sus gentes. Lo poco que a lo largo de una vida le llega a uno por los aires, de cada país y cada pueblo, se pierde en las primeras horas”
Si es que siguen existiendo los viajeros, a veces lo dudo, son esos que saben lo importantes que son las primeras horas y dejan que el lugar se los trague.
El turista podría aprovechar esa fortuna del recién llegado, pero suele estar demasiado informado, un gran inconveniente, además padece de poco tiempo y del síndrome del que va de paso; dolencia que consiste en mirar y mirar de una manera enfebrecida, con una mirada voraz que busca constatar exotismos, almacena oropeles repetidos y le hace creer que atrapó la esencia, cuando lo más que pudo alcanzar es a documentar con muchas imágenes el mismo prejuicio.
El viajero es raro, porque en nuestra época es muy difícil viajar. Para empezar porque no hay sorpresa, y todo lo que vamos a ver ya lo hemos visto. Viajaban quienes llegaban no muy lejos de su casa hasta el siglo XIX pero, a partir de entonces, aunque el traslado sea a la esquina más remota del globo, no sé si se puede decir con propiedad que se viajó: en todos los países existen espacios neutros e idénticos que nos harán sentir como si no hubiéramos salido, y el viajero siempre fue un terco que practicaba anacronismos impropios del individuo civilizado, como la incomodidad El viajero es quien se puede permitir que sucedan cosas no imaginables de antemano, pero estos viajeros que me acompañan han decidido tenerlo, por una vez, todo previsto.
Los buenos viajeros son despiadados, recuerdo que decía Canetti, mientras salimos de Ouarzazate con un chofer Tuareg y transformados en turistas.
domingo, 7 de noviembre de 2010
Marrakech-Ouarzazate. El texto.

En el camino a Ouarzazate se nos llenó el coche de gente. Viajar con tres narradoras de armónicas voces que van hilando detalles de tantas vidas, cercanas y remotas, es otra de mis enormes fortunas.
Pero enseguida nos callamos y volvimos a mirar el camino; T conoce muy bien Marruecos y señala las primeras cabras subidas a los árboles de argán. El argán se ha convertido en el oro líquido de la región y lo recolectan las cabras. T nos cuenta que la producción y explotación del aceite está en manos de una cooperativa de mujeres bereberes, la Cooperativa Amal. Paramos en uno de esos lugares de carretera, en medio de la nada pero abarrotados de autobuses. En la entrada de la tienda unas chicas sentadas en el suelo machacan las semillas, del tamaño de una nuez, rojizas o amarillentas. Mientras cantan. Y miran a los turistas. ¿Cómo será triturar semillas de argán cantando y mirando turistas? La gente que vive a la orilla del progreso hace todos los días desde su casa al trabajo un viaje larguísimo.
T. compra un frasco de aceite para los masajes, tenemos una interlocutora táctil que en algún momento de bienestar, o malestar, o no estar, en medio de cualquier silencio o conversación, se levantará como un resorte y dirá la frase mágica:
-Os voy a dar un masaje en el cuello.
Luego silencio de ventanilla, y el paisaje, que me resulta muy familiar. Supongo que ser de un secarral ayuda a distinguir aquí más matices, y disfruto mucho de estos roquedales desiertos entre los que aparecen niños inesperados y señoras cuidando cabras con vestimentas de colores fulminantes. Rodeado de este ocre hasta el azúl del cielo se vuelve escandaloso.
Llegamos a Ouarzazate, la puerta del desierto es un plató, lo primero que encontramos son unos estudios de cine y el resto de la ciudad, de un neocolonialismo desértico, se contamina de la imponente imagen de los estudios, toda la ciudad parece un decorado. Encontramos a un guía Tuareg que, por supuesto, parece un extra, y a quién enseguida llamaremos Gadafi. Después de negociar, poco, quedamos para el día siguiente y nos vamos a comer una pizza. En Ouarzazate, como en todos los simulacros de ciudad, todas las opciones, restaurante con cerveza incluida, están en la puerta siguiente.
viernes, 5 de noviembre de 2010
jueves, 4 de noviembre de 2010
Marrakech
Trasegamos algunos asuntos hondos y todas las cervezas en la terraza del primer hotel que encontramos, a la vuelta disfrutamos de la conversación con el taxista y, para acabar la noche y empezar el whisky, nos citamos en la azotea del Riad.
Unos días más tarde, a la vuelta, descubriríamos que aquella atalaya con velas de barco dentro de la medina era perfecta para espiar Marrakech; desde allí vimos el cortejo, con su coro y su cabra, de una boda, muchas golondrinas, a los niños jugando en otras terrazas, la alegría con que se abrazaron dos vecinas y a la gallina de al lado, que arrastraba un pesado ladrillo del que creía que podía huir. W nos avisó entusiasmado porque había visto un mono, pero nos pilló en pleno berrido flamenco, capitaneadas por “la vasca de las tres mil viviendas” y no le hicimos ni caso.
Por la mañana seguíamos reencontrándonos. Yo cruce la medina hasta la plaza con L y las dos íbamos en tal climáx narrativo que las frases se apretujaran después en la memoria con los cueros, las especias y las telas de colores que no vimos. Ni siquiera vimos, hasta unos segundos después, a las dos ardillas que se nos cruzaron, ni a la culebra. Y por supuesto no vimos al camello con rabia que tanto impresionó a Elias Canetti.
Luego, después de comer, ya nos pusimos a mirar como era una tarde de domingo en la plaza Djemaa el Fna.
miércoles, 3 de noviembre de 2010
Tanger-Kenitra-Marrakech

Desde Tanger hasta Kenitra por autopista no pude dejar de pensar que el progreso, esa infección, había bajado desde el estrecho, que era la garganta. Nada se parecía desde allí al Marruecos que yo había visto hacía más de veinte años. Hasta el desvío a Kenitra podíamos estar en cualquier parte del mundo uniforme. Pero un poco más adentro era viernes y la ciudad olía como huele la alegría del sur y su generativo caos.
Dormimos en una barriada a las afueras, a la orilla de la playa y, como leeríamos en la guía unos días después, las gentes “pasean frenéticamente” desde bien temprano. Algunas jovencitas con velo se sentaron en la terraza del hotel a desayunar después del paseo, siempre me reconforta ver mujeres en los bares.
B-M,
B-M-T
B-M-T-R
B-M- T- R-W
B- M-T-R-W- L
B-M-T-R-W-
B-M-T-R-
B-M-T
B-M
Llegamos, ya reunidos y a la hora punta, a Marrakech. A tiempo para disfrutar de los ciudadanos corriendo en todas las direcciones, esquivándose lo justo, ciñendo hasta las ruedas, sin tropezar. A tiempo para ver el hervidero de bicicletas, autobuses, motos, carretillos, camionetas y taxis danzando en las rotondas. Y con R al volante, que además de encontrar nuestra puerta de memoria, no frena ni acelera en falso, se desliza al ritmo de todos y se divierte.
Atravesando los primeros suks aromáticos y cruzando un par de puertas más encontramos pronto “Riad Les inséparables”, el lugar que había reservado L. La rehabilitación más fiel del pasado árabe empaquetada con inspiración francesa. Tentador, pero salimos raudos, ya volveremos.
Acabábamos de reencontrarnos y se hacía tarde. Había que elegir y entre mirar fuera o mirarnos, cenar o cervezas, y nadie dudó
martes, 2 de noviembre de 2010
La secuencia ha sido:

Quiero escribir, pero me sale espuma,
Quiero decir muchísimo y me atollo;
No hay cifra hablada que no sea suma,
No hay pirámide escrita, sin cogollo.
Quiero escribir, pero me siento puma;
Quiero laurearme, pero me encebollo.
No hay voz hablada, que no llegue a bruma,
No hay dios ni hijo de dios, sin desarrollo.
Vámonos, pues, por eso, a comer yerba,
Carne de llanto, fruta de gemido,
Nuestra alma melancólica en conserva.
Vámonos! Vámonos! Estoy herido;
Vámonos a beber lo ya bebido,
Vámonos, cuervo, a fecundar tu cuerva.
Urceloy

Algunos poemas casi tristes 23
Ser en la noche oscura el que os espera,
quien os alumbre, mis amigos, ría
cada historia a la vuelta, eso me basta.
No quien cuida del fuego, no quien duda
y es sabio por dudar, no quien sostiene
en el amor la sangre y sus derrotas.
Ser quien se queda, quien respire el humo,
quien salga al campo y fuerce la mirada
hasta ver una luz que se aproxima.
Entonces nada es importante, y el
abrazo es la más noble de las armas:
ser quien muere abrazado a sus amigos.
Jesús Urceloy / septiembre 2010
viernes, 29 de octubre de 2010
Cuestiones que se que se almacenan en mi discernidero
martes, 26 de octubre de 2010
Un peu de poesía marroquí: Ahmed Barakat

Dialéctica del hombre experimentado
Si la idea no nada en ti dos veces
o más
las orillas no reflejaran tu sombra
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Sigue siendo posible sólo en un caso:
cuando lo que nos rodea desaparece
no en la oscuridad
sino en la vigilia
y bajo el látigo de la luz
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Ella le preguntó
si había en su jardín
lo que aún le seducía
Sobre el perchero
colgó su pregunta
y salió