-localizar lo que me cambia (intentaranotar cuando sucede) -no volver a asustarme cuando esta lloviendo y me pierdo en un aparcamiento subterráneo. -acordarme de las películas de Azcona -nadar, nadar, el infinitivo sin duda. -grabar, que también es un importante infinitivo ahora(grabarlo todo como interrogación, para ver, ¡como el primo de Arrebato!) -y preferir, eso si que es un infinitivo en serio.
Preferir todavía más.
La imagen es de Remedios Varo, una estupenda parienta de Eleonora Carrrington y en cierto modo de Unica Zurn, la última de todos los folletos en orden alfabético. Ayer, que me daba cuenta de todo, me dí cuenta de que siempre llevo El hombre jazmín en el coche, para los ratos de espera.
Y qué hago ahora Matías, le preguntaré, luego, ¿qué hago ahora que tengo miedo?
y Matías me contestará.
-¿Qué vas ha hacer? ¡Lo de siempre!. Cuando te desconciertes estira la mano y no hagas nada, y sobre todo no pares de contar, por lo menos hasta que llegues a diez. ¡Y sobre todo relájate ante los problemas que no puedes resolver!
no estoy para detalles, por eso controlo tantos, la imagen es de Francis-Alys
Me gusta ir a romper la hora. Creo que pocas cosas me han parecido tan catárticas en este mundo como ese escándalo.
No hay ni una sola imagen religiosa por allí, en Hijar la reunión sigue siendo por el equinoccio, en estas esquinas de Teruel se guarda una memoria remota y, a las doce de la noche del mismo día se vuelven a reunir todos en la plaza para señalarles por dónde salir, con ruido, a las almas de los muertos que se quedaron vagando. Primero todos a una, hasta que alcanzan la hipnosis, luego empiezan los diálogos entre tambores, las infinitas variaciones de las que hablaría hasta Adorno, pero esta noche no se habla, se retumba. Los tambores son el único idioma, el reservado para la ocasión.
Al día siguiente, a las doce también, pero de medio día, se rompe la hora en Calanda. Que es cuando yo aprovecho y me froto el culo en la puerta de la casa de Buñuel por si se me contagia el genio, dicen por ahí.
La Semana Santa turolense creo que no se parece a ninguna, además de ser totalmente profana carece de dramatismo. Luego las cámaras de televisión enfocan tambores ensangrentados, pero ni caso, yo he visto al que sangra, sin poder parar, mientras la novia le daba cubata en la puerta del bar a las cuatro de lamañana. Y siguen, siguen todos hasta que se agotan y están preparados para volver a empezar, y luego, durante tres días tarareamos los que les oimos eso, tan simple, que en este vídeo se oye tan mal. Trararara pum y que va teniendo infinitas variantes conforme pasan las horas.
Me gusta este vicio que he compartido con unos cuantos intensamente.
¿Estaré siendo romántica?, bueno no más que Carlos Fuentes, que dice de Luis Buñuel que, como todos los aragoneses, se comunicaba como los insectos, más allá del espacio, por medio de los tambores y los sueños.
No me extrañaría que tuviese razón, suenan los tambores casi todo el año, todas las tardes, desde noviembre que es cuando empiezan a ensayar. Bueno que se hace la hora. Me voy a purificar. A lo bruto, con estruendo. Con mi tribu. ¡Por fin una terapia colectiva!
Siempre supe que iba a terminar copiando aquí este libro entero, y también estaba segura de que me repetiría.
Las razones presagian ansias y lamentos, retrasan el destino, complican la espiral y alejan el último peldaño.
Conspiro contra mi calma habitual; la que me hace parir tristezas.
Otro poema:
Tu sombra como un duende. (Haciendo de las suyas)
Me empapa me envuelve y me penetra
Todo esto es de Antonio Gómez. Los poemas son de Caminar por caminar cansa. Y el poema visual se titula Poema de amor y lo pondré más veces. Seguro. Al final los ritos se imponen, hablar con Antonio, con mucha timidez, pero todos los años, luego me hace mucha compañia.
Tuve una bronquitis cuando me iba unos días a Sevilla. Ingresan a mi padre el viernes y no podré ir al Molino la semana que viene. -¿Qué te parece Carmen, debería ponerme a interpretar, tendrá algún sentido?¿se compensara lo que me traba con lo que me impulsa y estaré siempre en el mismo sitio?. -Bueno primero espera, primero tenemos que saber lo que pasa, y luego se piensa lo que sea.
Con Carlos hablo mucho del azar.Ayer me recordó el día que vimos a Eugenia en la Feria del Libro hace un par de años. Se volvió no sé sabe por qué, nos vio y nos abrazo a Amanda, a Carlos y a mi. Y puso cara de ¡que bien que nos hemos visto!¡que mal que me tengo que ir!.Nos queremos de veras, nos queremos aún mejor en ese ambiente líquido de las carcajadas o las seriedades y sentencias de Amanda. -Pero estoy con un pez gordo. Dijo Eugenia -Vete. ¡Ya!.Suficiente Dije yo.
Y seguimos paseando.
Luego estábamos parados delante de un libro de Spinosa, su padre le explicaba a la mona lo de siempre, el panteísmo, el animismo y la importancia de estar relajado. Una pamela de paja le dio a Carlos en el ojo. Le hizo mal. -Hijueputa. Dijo, ya nada panteista, y entonces vino Eugenia detrás de la Pamela. La recogió del suelo y se la puso a la altura de los ojos de Carlos: -No me digas Me miro a mi y dijo -que Y miro a Amanda y terminó por fin la frase. -esto es azar. -¿cómo va a a ser un azar sin más con este montón de gente?.
Y se fue. Nos gusto muchísimo a todos que eso acaeciera.
La niña Amanda, como desde chiquita, me ha elegido en Semana Santa, tenemos que hablar, tenemos que hacer cosas que después recordemos, como el año que pintamos el balcón, como cuando hacíamos carreras con caracoles. Este año se vendrá a grabar lo que vea en una gasolinera durante un turno de trabajo, también madrugamos mucho cuando nos vamos a pescar con su padre y el mió. Sumar y sumar retinas es la clave, y la palabra clave ¡mira!, también iremos a oír esos neuróticos tambores, que no son de guerra, que son de Buñuel. Para que nos inspire.¡Tampoco está tan mal tener algunas supersticiones!. ¡Y veremos muchos documentales para ver que vemos que sirva!, este año no hay pelis. -¡Hay que estar en algo! Decía siempre el Chele. Le tengo que hablar a Amanda del Chele, se le está olvidando.
Faltaban cinco minutos para que saliera el autobús y yo me había dejado la libreta. El monólogo arreciaba. Umbral publicaba todo lo que escribía, dice el periódico. Yo quiero montar un taller de borrado, pero muchos días no puedo vivir sin un cuaderno.
¡Ay de los cuadernos inacabados!.
-¡A mano Marta!, mejor a mano
Me dice siempre la niña Blanch,
-Queda más rastreable, y ¡que me gusta que escribas a mano!. Que entre el cerebro y mano se cuecen otras ideas, que esa tensión es la salsa, con otro fuego lento, ¡o no escribimos cosas que no se nos ocurren en orden alfabético!, dice la peduga.
Y es que son muchas horas de escribir juntas. Hasta se enfada un poco cuando me ve con tanto teclado.
No he titubeado, hace tiempo que domino una suerte de hipnotismo muy ventajoso para salir de los bucles. He dejado de perderme mirando el mapa, el coche sabe llegar a cualquier sitio en el que hayamos estado una vez juntos, si no me interrumpo con dudas que no proceden, claro. Sabía que tenía tiempo y efectivamente: había un cuaderno esperándome en la primera tienda del pasaje de la estación. Hay un estado de ánimo en el que todo lo que necesitas se acerca, y muchos otros en los que todo, todo, se aleja.
Pero sigo creyendo que como se escribe mejor es lavando a mano, o haciendo cualquier otra cosa, pero manual, o peripatética.
En Ayutuxte 44 no había lavadora, en la San Antonio tampoco, ni el Molino hasta el último viaje. Al principio cada cual se lavaba sus cositas hasta que un día Blanca decidió que ella lavaría lo de todo el mundo ¡menos los vaqueros!, y ya ninguno nos volvimos a andar con miserias. Lo hacíamos por lo que lo hacíamos, sin darnos cuenta, pero fue ella quién nos lo mostró. Todos recordamos algo parecido a "una finalidad" a veces, o nos lo recuerdan.
Y fueron buenos algunos de aquellos artículos y aquellos conatos de qué se yo, sin vaqueros.
Y yo no sé si somos aventureros cuerdos, ni siquiera si la aventura es loca: nos despedimos cuando terminamos las reuniones diciendo: bueno, a ver cuando nos reunimos. No hay ni un solo minuto perdido en circunloquios. Todo se cuenta al principio y muy deprisa. Así queda tiempo para haraganear, para que Nacho y Gonzalo improvisen, por ejemplo, una balada con guitarra eléctrica y armónica titulada bacalao con sal.
Estas ventanas de Parador del Sol se parecen a las de ese cuadro de Magritte. Deben ser las ventanas enormes las que me permiten ver clarísimo cómo va de uno a otro la energía en esta casa de la que, estoy segura, todos salimos más acompañados y más fuertes de lo que vinimos.
En Centro América hay ley seca tres días antes de las elecciones. Íbamos a “La tiendita el calvario” y bebíamos las cervezas envueltas en servilletas, por si venía la poli.
Lo de los atentados es todos los días lo más jodido, aquí, en Palestina y en Irak y ... hoy, en mi caso, hay dos coincidencias que me hacen este especialmente cercano y absurdo: soy hija de un cobrador de peaje socialista, a solo unos cuatrocientos kilometros.
Tengo que ver una película de Buñuel en la que mira con estupor, casi a la presocrática, el moderno terrorismo, ahora no me acuerdo, sé cual es pero no me acuerdo del título.
Anotado en el rabillo del ojo cuando venía de trabajar, para un culebrón elegante:
A esta hora, con este sol, con este verde, lo que deseo exactamente es una vida bien conversada, seguir conduciendo, y a ti como copiloto con quien callar y hablar, estés o no estés, durante muchísimos kilómetros iluminados exactamente así, por esta luz cobre.
Alguien me recordaba el otro día en un correo que estamos en derrota, nunca en doma. Me gusta que otros me recuerden las cosas que no se me olvidan.
Mi padre me persigue con un chiste:
Se sube un loco a una tapia y no hay manera de hacerlo bajar, hasta que llega otro loco, pide una cuchilla de afeitar y dice:
-bajas o corto la tapia.
Y también me persigue este otro que le oí contar una vez ¡a Panero!
Van dos locos por la vía del tren y uno dice:
-qué escalera tan larga
Y el otro le contesta
-lo malo es lo baja que está la barandilla.
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