domingo, 21 de septiembre de 2014

Situaciones: momentos de una vida




 


Otro de los motivos por los que me gustaría ser libro es para recorrer discretamente muchas casas, claro, existe el riesgo de ser uno de esos que no salen de la estantería, con los lomos pegados a otros dos que están igual, condenados a un plano fijo y a que, de cuando en cuando, les haga cosquillas un plumero.

Ayer me devolvió Inés “El Refugio” de Eduardo Haro Tecglen, que era de mi madre. Hace unos años tuvimos uno de esos proyectos que no terminamos pero de los que tanto aprendemos ,y queríamos empezar por entrevistar a Vazquez-Montalban, pero se murió. El siguiente era don Eduardo y nosotras nos pusimos un poquito supersticiosas. Pero no hubo escapatoria, vino a dar una conferencia a Zaragoza y fui con mi madre. ¿Por qué estuvimos los tres solos en el inmensa sala tanto rato? No sé. Pero me dijo:

-Te impone ¡a que sí! eres una cobarde, acércate ahora mismo.

Y allí fuimos, yo le tenía guardado el recado de un Salvadoreño y no hizo mucho caso,pero se entusiasmó cuando le conté lo que queríamos hacer y dijo que la entrevista cuando quisiera. Nos quedamos  los tres sentados en un banco, charrando un rato.

Después de la conferencia encontramos a Almenara y a un par más de respetables y nos fuimos de vinos.Luego, por supuesto antes de la entrevista, murió Don Eduardo, y ahí nomasito suspendimos el proyecto.

Quién iba a tener ese libro sino Inés, si los libros que se van una temporada a otras casas es porque viajan en el torrente de una conversación de mucha gente. Por eso, esta tarde, me lo voy a volver a leer.



jueves, 18 de septiembre de 2014

Reincidencia Paradisiaca



Cuando le conté a Ester que estaba leyendo Paradiso puso el grito en el cielo ¡pero otra vez! Y me mandó “Pacífico” de José Antonio Garriga Vela, que me ha gustado, que está bien escrita, aunque le pasan sus cosas, y que mi madre clasificaría enseguida en el género de “novela de personajes tristes” que la irritaba.

-Para qué me voy a pasar la tarde con un pusilánime desconocido, con los que tengo alrededor.

Decía. Se dejó pendiente una conversación sobre el tema con Landero.

Yo de momento me vuelvo a Paradiso. Es el libro que le regalé a Leonardo cuando murió su madre, Sofía, el que le regalé a Dora cuando murieron sus hermanos, y a tantos, lo convertí en el libro para los duelos convencida de que contenía conjuros. Hasta que dejé de hacerlo.

Qué voy a leer ahora, a quién debo entender mejor que a este abuelo que dice:

“La muerte me ofrendó un nuevo concepto de vida, lo invisible empezó a trabajar sobre mí”

martes, 16 de septiembre de 2014

Sobre la gramática de cortinas y persianas y búhos.






 
Podría decir que el vecino me iluminó el insomnio al dejar la luz de su terraza encendida. Primero porque las hojas de la pared quedaron encajadas en las horizontales de luz como si hubieran entrado en un pentagrama y se propusieran empezar a sonar. Después porque recordé la importancia de persianas y cortinas, esas dos metáforas tan diferentes.

La persiana hace que nos veamos entrecortados, nos deja identificar los bultos y seguir los movimientos pero nos priva de cualquier certeza, azuza la intuición, como todas las visiones incompletas. Las cortinas no. Las cortinas exhiben y ocultan alternativamente, se contonean para insinuar, producen otro desasosiego, no paran de dialogar con lo de afuera y agitan el salón, mientras las persianas, rígidas, proyectan en el dormitorio lentas coordenadas de fuga.

Walter Benjamín en Hachís, Lezama en Paradiso, Cortázar: búhos persianas y tranvías, Flaubert también pone cortinas en el carruaje y que no se me olviden las persianas de la roulotte de Raymond Roussel...voy a seguir recordando y buscando: todo está en todo decía Spinoza y hay que estar en algo decía el Chele.

domingo, 14 de septiembre de 2014

+ Sobre mitología rural.


Ortega Muñoz

 

Del tanatorio recuerdo pocas cosas, a quien mejor recuerdo es a Luisita Bel, con el mismo diminutivo, pero muy mayor.

-Tu madre entró a servir en mi casa a los quince, y cuando tenía fiesta yo tenía que llevar a mis hijas pequeñas a casa de tu abuela para que les siguiera contando historias.

De aquellos ricos más cultos ella aprendió a hacer la cama como si hiciera papiroflexia, a ser una clasista, de clase baja, con rigor y elegancia, y a deleitarse, ya mayor, con la existencia de Gil Bel: se comportaba releyendo su biografía como si, por haber compartido el mismo espacio, le hubiese dejado un encargo que tenía que descifrar.

sábado, 13 de septiembre de 2014

Hay que atravesar este pasillo entre la vigilia y el sueño.







Crecí pensando que este pueblo era una mina narrativa, pero un día descubrí que no era suficiente con el costumbrismo. Intuí el surrealismo cuando nos hicieron escribir en la escuela una postal para mi bisabuela porque cumplía ciento tres años. No recuerdo el texto de la pizarra, todas las postales eran de la torre de la iglesia, creo que Mosen Andrés  fue el director de la performance. Durante años fue divertidísimo encontrarse con setecientas tarjetas idénticas en la que sólo cambiaba la firma. Daban ganas de hacerse grafóloga.

Han abierto una página de Utebo estos días, qué coincidencia, como si fueran para mí todas esas imágenes del pasado, del que vi y del que oí. Además desde que se ha muerto mi madre ella tiene todas las edades, y yo también. No sólo me pasa a mí, Mapi dijo el otro día cenando:

-Yo quiero que venga mamá.

Y me gustó.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Tengo que dejar de estar necrológica






 

Lo sé. Pero esta mañana se me ocurría que en ese más allá de juguete que nos han enseñado a imaginar, mi madre bailaría una rumba con Peret y luego le diría cuatro cosas, entre ellas insulso, a Botín. Y casi nada si está el tío José María

martes, 9 de septiembre de 2014

La parte por el todo


                                                                  Vilhelm Hammershøi


Todas las casas se construyen con presencias y ausencias.
El ladrillo que se pone será un muro.
El ladrillo que no se pone será una puerta.

José María Cumbreño.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Un domingo con mi hermana



Ayer, después de comer, cuando Matías se fue a dormir, Mapi y yo bajamos las persianas, pusimos la refrigeración, bebimos cerveza y logramos un círculo imantado del que entraban y salían quienes nosotras queríamos. Llamó la Boti sin interrumpirnos, le hicimos mil preguntas, también llamámos a la tía Aurora ,y a Marí Cruz.

Un poco antes habíamos estado pensando en el reparto de sus cosas queridas entre quienes la querían. No llegan, claro. Ni mi padre puede creer hasta que punto nos enseñó a no desear nada material. Pero yo donde la encuentro con más rapidez es en su perla japonesa,esos mil matices del blanco son mi primer recuerdo. Sólo lo entendió bien Mapi, que se ha quedado con los pendientes.

Luego vino a visitarnos una prima lejana, la que relata las lavadoras que ha puesto y es como su abuela. Nos sustituyeron los mayores pronto. No podemos oír otra vez el relato chato de la muerte de la Arse, nos fuimos chutando a la cocina. Ella ya sabía que éramos unas asquerosas.

domingo, 7 de septiembre de 2014

¿Qué leería?


Quedan pendientes manjares suculentos. Me cuentan cosas que no sabía y la memoria de todos es como esa pelota que botando dibuja la cara sonriente del coronel en Paradiso.

Mi prima Marí Cruz la recuerda recitando, tenía buena voz y muchos ritmos. María Jesús decía estos días que ,ella sola, hubiera podido hacer todos los personajes de un a novela radiada. “Un duro al año” era el poema que recordó Marí Cruz. Enseguida lo encontré pero no segui buscando información porque al día siguiente había quedado con Javier , que me trajo un alijo de palabras imprescindibles. Nada más mencionarle Eusebio Blasco se entusiasmó y me contó su importancia.

¿Qué leería? Lo que sí imagino es de dónde sacaba los libros, las casas de sus vecinos, de Luis, de Carmen, de María Jesús, tenían buenas bibliotecas. Emma me contará.


Un duro al año
Monte arriba, cara al viento,
buscando reposo y calma,
ibame yo muy contento,
dándole descanso al alma,

y cuando al alto llegue,
y al dar la vuelta a la cima,

un rebaño me encontré
que se me venía encima.

Avanzaban las ovejas
marchando al paso tranquilas,

y pasaban las parejas
al sonar de las esquilas:

y a los últimos reflejos
de los rayos vespertinos

las vi perderse a lo lejos
por los ásperos caminos.

Detrás de ellas, lentamente,
dando al aire una canción

y sacando indiferente
su mendrugo del zurrón,

venía un pastor, un niño,
un imberbe zagalejo,

que me inspiró ese cariño
que es tan súbito en un viejo.

-¡Hola! ¿eres el pastor?
-Sí señor, ¿qué se le ofrece?

-¿tienes padres? -no señor.

-¿cuantos años tienes? - Trece.

- ¿Y cuanto ganas, amigo?
- Un duro. - ¿al día? ¡anda maño!

- ¿Un duro al mes? - ¡que no, digo!

- ¡Un duro al año!

II
Le dejé que se marchara
y en el monte me senté,

y avergonzado, la cara
en las manos oculté.

Pasaron por mi memoria
templos, palacios y reyes,

los aplausos y las glorias,
los discursos y las leyes,

los millones del banquero,
las fiestas del potentado,
réditos del usurero,

ladrones en despoblado,
fortunas mal heredadas
en el tapete perdidas,

cortesanas celebradas
de ricas galas prendidas,

los que de lujo se afanan,
tantas glorias, tanto daño...

y en tanto hay seres que ganan...
¡Un duro al año!

III
¡Un duro! ¡OH Dios! ¡Cuantas veces

lo habré derrochado Yo,

en miles de pequeñeces

que mi gusto me perdió!

en comer y no tener ganas,

en caprichos, en favores,

en vanidades humanas,

en guantes, coches y flores,

en un rato de placer,

en un litro sin valor,

en apostar, en beber,

en humo, en un buen olor...

Y ese duro que se olvida

En cuanto correr se deja,

era un año de la vida

de aquel niño que se aleja...

Y vi que somos peores

todos los seres humanos.

unos, falsos soñadores;

otros, falsos puritanos

todos en el daño iguales;

ante las llagas sociales;

y hay seres que, en esa edad

que ignoran su propio engaño

deben a la humanidad...

¡Un duro al año!

IV
¡No! Mientras el frió enero,

en una espantosa noche,

mi prójimo, por dinero,

me lleve a mi casa en coche;

mientras de la mina obscura

saque el carbón tanta gente,

pasando tanta amargura

para que Yo me caliente;

mientras de la alegre fiesta

salga Yo, que siento y creo,

y al pobre que me moleste

le mande airado a paseo;

mientras derroche la moda,

y se gasten, grande o chico,

mil duros en una boda.

Mil en entierros del rico,

y hasta el sol desigual sea

en dar al hombre sus rayos,

y hayan niños con librea

que me sirvan de lacayos

ni creo en leyes humanas

ni en el que las bombas tira...

¡Palabras! Palabras vanas.

¡Mentira, todo mentira!

No hay a las penas consuelos;

¡sufrir y siempre sufrir!

¡El Cristo se fue a los cielos,

pero volverá a venir!

Y ha de subir a mil codos

mas alto el nuevo diluvio,

y en el moriremos todos;

y más altos que el Vesubio

nos a de ver impasible

ese niño, ese pastor,

ya convertido en terrible

ángel exterminador,

y entre torrentes de lava

gritara de su alto escaño:

-Yo soy aquel que ganaba

¡Un duro al año!

V
Así a mis solas decía,

Solo, en la cumbre del monte,

Mientras el sol se escondía

en el rojizo horizonte,

en la sombra se ocultaban

lentamente las aldeas,

y allá lejos humeaban

las fabriles chimeneas,

entre el ruido y movimiento

de las modernas ciudades,

resumen triste y cruento

de las necias vanidades...

Y allá, perdido en la plana,

Cantando, tras su rebaño,

iba aquel niño que gana

¡Un duro al año!


Eusebio Blasco (1844 - 1903)

sábado, 6 de septiembre de 2014

Me dijo.


 Alain Fleischer

 
Aquel domingo, mientras yo hablaba con mi padre y con la tía Pili por skipe, mi madre hablaba por teléfono. Era una telefómana, a mí me gustaba desde pequeña oírla e imaginar lo que decía el del otro lado. Tenía una particularidad, frente a las habituales despedidas largas y redundantes, ella colgaba cuando le pasaba por las narices, casi sin previo aviso.

-¿Ya te ha colgado, a que sí? A mi me ha colgado también esta mañana. Dice bueno, venga, vale y cuelga.

Al final se puso mi madre y me dijo:

-Pocas novedades tengo que contarte. El tío sigue igual, hace calor y poco más. Bueno sí, que he hablado con tu prima Olga y me ha dicho algo obvio pero muy convincente que me ha cambiado el ánimo:”Tía, mi padre ha vivido setenta y seis años plenos, es muy triste, es muy doloroso, pero es así y hay que aceptarlo”. No sé explicarte por qué pero me han hecho mella sus palabras y la manera de decirlas, me he quedado como una seda

Luego me puse a hablar yo pero me dijo

-Marta, te dejo, que tú cascas mucho y se me pega la paella.

Luego descubrí que ese día habían comido asado, así que en su última frase mi madre me mintió, o se puso literaria