domingo, 19 de septiembre de 2010

"Pero habrá que empujarla para que pueda ser" Labordeta



Los hechos son tozudos, hoy más muerte, vaya con la parca, está hiperactiva.
Como todos los zaragozanos yo me he encontrado durante toda la vida con José A Labordeta por ahí: cantando, en el instituto, paseando, cenando y creo que, en una tierra donde somos más bien ingratos con los nuestros, consiguió algo dificilísimo: ser querido. Sospecho que porque andaba por la vida a la pata la llana, por aquí no nos gustan los héroes, venimos con una idea clara en la cadena genética los aragoneses: quien se da importancia es porque no la tiene.
Pero esta mañana de lo que me he acordado es de la primera vez que vi a Labordeta, en el salón blanco, en 1978. Y me han entrado unas ganas tremendas de contar lo que sucedía entonces. No tiene nada que ver con lo que pasa ahora y creo que explica matices de sus canciones, de las escritas cuando éramos todavía una comunidad de emigrantes.
Yo tenía trece años y en este pueblo, que es uno de los más grandes, hasta entonces no había octavo, creo que ya lo he contado, tampoco había biblioteca, venía una vez a la semana el bibliobús, eso no lo conté. Capitaneados por unos cuantos veinteañeros, éramos muy poquitos, le pedimos una casa de los maestros y un corral al ayuntamiento, nos la concedieron: uno era el hijo del alcalde. Llevamos nuestros propios libros a la casa, había cinco ejemplares de Requiem por un campesino español, que me acuerdo, y ya teníamos biblioteca. Desde la casa de enfrente nos cantaron una noche el cara el sol, uno tenía la impresión de que la historia era eso, pequeñas situaciones en muchos sitios, y que la historia estaba en aquel momento en marcha.
El corral lo pintamos de blanco, lo llamamos, haciendo un prodigioso esfuerzo de imaginación, “El salón blanco”. En aquel corral vi por primera vez a Labordeta, que acudió raudo a la llamada de aquellos adolescentes. De aquel día me quedó en la retina la emoción de la tía Enma, de mis padres, creo que no albergaban ningún sentimiento que pueda ser llamado con propiedad nacionalista, era más importante que allí y entonces, por primera vez en sus vidas, pudieran decir tan alto Libertad, y eso fue posible gracias a Labordeta, que fue un nacionalista cosmopolita y universal.

4 comentarios:

Miguel Baquero dijo...

Pues eso le honra más, lo de acudir al local de unos chavales a cantar un rato. Eso ya pocos, si no nadie, lo haría hoy.

soperos dijo...

una hermosa historia.

desde luego, en eso y en otras cosas, era un gran tipo.

besos,
pepe

soperos dijo...

una hermosa historia.

desde luego, en eso y en otras cosas, era un gran tipo.

besos,
pepe

soperos dijo...

hermosísima, sí, querida marta.

besos,
ò.