viernes, 14 de noviembre de 2008

No estoy para músicas, o bien, subir es fácil; ¡pero bajar!


¿Cómo va a ser el despertar de este encantamiento masivo? ¿Cómo es deseable que sea?,

Me llevo preguntando eso toda la mañana. Esta vez es a lo bestia la maldición china, la de
Ojala vivas tiempos interesantes.

Y recuerdo de pronto el basurero de un restaurante, lleno de muslos de pollo rellenos, y huevos duros mordisqueados un poquito, y ensaladas de atún, nada más volver a España (odie a todos los occidentales más jóvenes que mi abuela durante muchos días) me acordaba de Antoñita y sus ataques de asma, incurables porque llevaba tres años de retraso de crecimiento por el hambre.

Es jodidísimo volver a la tribu, luego se olvida, pero durante unos años sabes exactamente lo que hay en ti de tribu. Era difícil mirarse en ese espejo bifronte cada opulenta navidad.

También he visto a muchas buenas cabezas de mi generación atontarse en las garras del glamour y los privilegios. Espero que recuperen pronto la lucidez. 

Vamos a pasar por tan malos tiempos que habrá que administrar hasta la compasión. 

Menos mal que nunca hay que administrar la empatía.

No hay nada bueno en la pobreza, la pobreza nos hace crueles, y mezquinos y lo que es peor, culpables (sobre todo después de tanto fingir que la aparente riqueza era un mérito, la virulencia de la pobreza va a ser asoladora, después de tantos años jugándonos el pellejo al triunfo y al fracaso crematístico) En todo caso en la pobreza hay una cultura inmensa llena de cosas estupendas que espero que no se haya olvidado en unos pocos años: estirar un pollo para tres comidas o algo tan difícil para nosotros: compartir.

Los grandes perdedores de esta partida de monopoli son los que nunca jugaron, como siempre. Los mileuristas sin hipoteca pasan a tener una situación envidiable. Porque hay muchos, muchos sueldos de seiscientos euros, que además son inestables, y que ahora les interesan a los españoles, y además hay muchos, muchos inmigrantes con hipoteca. Menos mal que, algo bueno les tenía que pasar, aun se acuerdan de estirar los pollos y de compartir.

Además habemus crisis con peculiaridad,
como bien apunta Jesús, algunos dicen saber a qué hora termina. ¡Vaya crueldad añadida tenernos mirando el reloj!

La imagén es de Juan Muñoz.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Sucede a todos los que hicimos la mili. Empezamos a contar historias y no hay quien nos pare...

Isabel Mercadé dijo...

Casi podría repetir íntegro el comentario que dejé ayer en otro blog (Luisa Miñana). Con ejemplos aparentemente distintos, habéis coincidido en los razonamientos y la conclusión. Esto es lo que contesté:

Has reflejado certeramente lo que los "no especialistas" vimos (los 80, con el periódico "progre" haciendo hagiografías de cuanto banquero se le pusiera por delante) vemos (¿por qué parecen complacerse tanto los que, de todos modos no van a perder, en señalar la palabra crisis? ¿qué pretenden? ¿es su palabra talismán para conseguir qué?) y veíamos venir:
"Es un hombre que camina solo por el barrio. Un martes por la mañana a la hora en que los demás trabajan. (...) Su mujer lo mira desde el balcón(...) Pechos una vez de brillantina, la locura de la sala de fiestas, todos esos hombres y sólo tú con tu cara de pájaro. Ven aquí, voy a llevarte lejos de este infierno, tengo negocios. El mismo hombre que hoy se arrodilla en el cajero automático y que suplica, perdónanos, Señor, perdónanos."
de "Dinero" de Pablo García
Casado.


Y ahora añadiría: ¿Si parece que éramos bastantes, por qué nos mantuvimos en silencio?
En la respuesta, que no sería tan simple como pueda parecer así, a bote pronto, estaría también la respuesta a ¿qué esta pasando?

Un abrazo, Marta. Me ha gustado mucho la entrada.

Marta Sanuy dijo...

A ver, primero el de la mili. No te he entendido. Si me lo explicas mejor.

Hola Bel. Decía un poco más de lo mismo y mejor decía Maruja Torres en las páginas de papel couche de este domingo. Yo no pretendo culpabilizarnos a los que hemos estado sentados sobre "los polvorines ocultos", ni mucho menos. "Los deslumbramientos" que decía Gottfried Benn siempre son menos culpa de los deslumbrados (incluido el deslumbramiento de Gottfried Benn)

¿Por qué nos mantuvimos callados?

Cuando el chiste es tan grueso que el director de GM se llama Perversi y el presidente de Rusia se llama Putin y todo parece normal: ¿qué vas a decir?

Perdón, me he escorado otra vez hacia el absurdo (en todo caso ¡qué bien si empapelan a Cristiani).

Seguiremos intentando hacer y responder preguntas.

Un amigo mío siempre dice que sabemos que estamos de acuerdo pero no tenemos suficientemente claro en qué.

Yo ya no podré parar, la del gaitero de Alicante.


Abrazos Bel. Y feliz mundo narrativo soldado anónimo.

Anónimo dijo...

Da pereza explicar las cosas más básicas, ¿no crees?
Imagínate si además te tratan al por mayor...

Marta Sanuy dijo...

No, no creo que necesariamente tenga que dar pereza explicar cosas básicas, puestos a pensar te diré que explicar cosas básicas incluso puede ser un reto y un placer. Prueba.

Lo de tratar a los anónimos al por mayor es una elección, pero de los anónimos-