miércoles, 19 de diciembre de 2007

Interferencias


-¿Por qué no te desmelenas nunca bonita? Podrías aprovechar ahora que termina el año y escribir con un tono más tremendo.

Me sugiere la de 24.

-Resume. Podrías decir: sólo me queda apego hacia el amanecer y el atardecer y por eso vivo en secano. Aquí hay amaneceres y atardeceres muy intensos que luego, con paciencia, lo tiñen todo. Además he encontrado una gran fórmula para no desgastarlos: madrugar sólo a veces.

Aprovechando esta
"tu incursión de este año en otros mundos", ¡dale!, ¡no te cuesta nada abrir la botella de whisky del aguinaldo! Siempre te sienta fatal el whisky: ¿cuántos de los amigos a los que no ves y te siguen conociendo te taparán siempre esa botella? Déjalo.

O también podrías decir:
-Mapi y yo tenemos debilidad por los mazapanes (¡nos levantábamos tan pronto!, ¡tan incrédulas buscando ese sabor que no llega a la primera!). Y ahora que aún no somos mayores otra vez una caja es la gran excusa para abrazarnos en el sabor de las almendras, con gula. La distancia correcta. El mazapán, la horchata: hay muchas botellas de horchata escondidas entre la ropa y mi hermana y yo, ¡aún!


Y si lo prefieres:

O quizá:

-Dos noches de agujetas, de las de antes, en el estómago. El insomnio cabrón (no se sabe bien qué busca, a quién busca). A pesar de los abrazos (porque los abrazos a veces se quedan al otro lado). ¡Levántate! ¡No jodás! ¿Recuerdas lo que estabas soñando? Había una palabra que daba muchísimo calor, y entonces, después de quitar el otro brazo y el edredón y no encontrar ningún alivio, encontraste la otra, la que daba frío. ¡Por fín! (por fín aunque no hayas podido volver a dormirte).


O mejor:

Empieza por el final, cuando lograste levantarte y en mitad de un trago de agua muy fría te rescató, ¿o te asaltó?, el recuerdo del roce en la espalda.


Si quieres cuenta:

A la vuelta fui corriendito al asilo, donde el tío José María está esperando el autobús que lo lleve a casa después de toda una vida trabajando de viajante. Y en aquella terraza me encontré con otro atardecer a gritos, con esa luz rabiosa y la piel de su mano buscando a tientas en la mesa algo que ya no está. Cuando llegué me dijo:

-Nunca vuelvas a preguntarme eso. Sobre todo tú. Cómo no te voy a conocer. Yo te he criado, dame la mano, y tómate algo conmigo, aquí las botellas de agua son por lo menos de tres litros y nos queda tiempo.

Y luego, inevitablemente

-¿Y Carmen?, ¿sabes algo de tu tía?, se ha difuminado. Nos estamos difuminando los dos. Pero no puedo hacer nada si es lo que ella quiere, la libertad es la libertad, aún después de una vida juntos, eso recuérdalo.

Me fui cuando él se olvidó de todo otra vez. Lo dejé concentrado con las servilletas, haciendo papiroflexia, calculando cuánta agua cabía en la botella: esperando poder llegar a casa antes de que la tía Carmen vaya a verlo mañana. Llevan dos semanas separados y desde hace dos semanas Carmen está difuminada, entre todos los tiempos y la confusión José María encontró la palabra exacta. Creo que está mucho peor que en las otras navidades,cuando murió su hijo.

Hay una palabra sólo que los alivia a los dos, mágica, y yo sé por qué: cuando no podemos con ellos, con su tristeza, decimos: ahora viene Matías, y parece que oyen "ahora viene el Mesías" esos dos ácratas.

3 comentarios:

Ababol dijo...

Qué bueno, Marta, qué gran post.
plasplasplas (aplausos)

Anotherdia dijo...

Me ha encantado, besicos.

Jesús Alonso dijo...

Este tipo de historias las cuentas como nadie.