Cuando las rutas lectoras habituales me aburren, y me aburro hasta de mí misma, tengo dónde recurrir. Un paseo tabernario con el maestro, el café en su casa y seguro que ve vuelvo servida, de lectura y de ternura.
Sólo in-extremis exclamo: ¡Javier dejame un libro que me mate! tampoco hay que abusar, así descubrí Locus Solus, de Raymond Russel, El ladrón de Georges Darien, al mejor Sender...
Cuando yo digo las palabras mágicas Javier entra en la bodega dónde guarda los buenos vinos y los buenos libros y sale blandiendo una edición amarillenta, es un pedazo miope, se baja las gafas y mete la nariz entre las páginas, me mira retador y dice:
Cuando yo digo las palabras mágicas Javier entra en la bodega dónde guarda los buenos vinos y los buenos libros y sale blandiendo una edición amarillenta, es un pedazo miope, se baja las gafas y mete la nariz entre las páginas, me mira retador y dice:
-Ya te puedes ir ya, que vas bien servida. A ver si dejas de una vez a esos vejestorios del Circulo de Frankfurt y lees en condiciones, que luego me vienes con tus anacronismos y tus episódicos desconciertos.
¡Por nada del mundo quiero que se entere de que tengo un blog el maestro!. Aún me acuerdo de cuando me dieron una columna de opinión y yo tenía 23 o 24 años, cada vez que la publicaban me sentaba al lado del teléfono esperando esa voz rotunda de tenor:
-Pero mira que eres burra, puntual solamente se puede aplicar a la hora, los hechos puntuales no sé lo que son.
Así las cosas dejé la columna, no quiero dejar también el blog, que me entretiene.
Ah, ayer me traje "Versión Celeste" de Juan Larrea y "El gran cuaderno" de Agota Kristof.
1 comentario:
tener un maestro es lo mejor del mundo, no hay muchas personas a las que se le pueda aplicar esa palabra, y además un maestro como este... un lujazo,
un besito
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