martes, 16 de octubre de 2007

Escaneando cerebros enamorados



Siempre me ha interesado, con motivos, la química del cerebro, pero además me divierto mucho con esta batería de sustancias explicativas y su montaje visual: los libros que se caen al principio, la dopamina como el quinto de caballería, el zoom, pasarse del pop a Mozart, el escaner de los cerebros enamorados. ¡Esa retórica!; "poco podemos hacer": ¿no es literaria?.

Salgo mal parada, creo me desaconsejan el colocón del amante porque tengo baja la serotonina, es crónico y hereditario, pero saberlo me da ventaja contra las neurosis y no suelo bajar la guardia. Eso si, a partir de ahora voy a desterrar el lenguaje amoroso de mi vida. Nada de veleidades poéticas, me preguntaré cuando proceda: ¿es la dopamina y la norepirefrina cabalgando sobre mi hipotálamo?¿me ha anegado un coctel químico y no es gin-tonic?

Ya en serio: esto termina con una pregunta que me apetece lanzar al aire. Ahí va.

jueves, 11 de octubre de 2007

Otro otoño


Otoño Antonio Gómez



El otoño me devuelve uno de mis ánimos preferidos, me concentró más, empiezó a acurrucarme.

En fiestas del Pilar llaman amigos que no han llamado en mucho tiempo. Como si estuvieran utilizando agendas viejas. O tuvieran el collar de los días trucado y les hubiese salido una cuenta que pertenece a otra vuelta. Como si quisieran hacer con cada día un espejo de otro y eligieran días remotos, difíciles ya de reflejar. Al final lo consiguen, me apunto a las regresiones; y sigue y sigue cambiando lo mismo.

Donde más otoño he visto en mi vida es en
La selva de Iratí, se congrega tanto otoño allí que me prometí volver todos los años, todavía no lo cumplo a raja tabla, pero este año iré. Iba a decir que es el lugar en el que más colores he visto, y no es cierto, pero casi.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Remedio contra la angoise para Sonia: Mon Oncle



Sonia esta canción es una receta infalible que he heredado de mi padre, oír esto de una a tres veces cuando la angustia aprieta es efectivísimo.

- Ya no tienes otro trabajo en todo el día que quitarte el sonsonete de la cabeza, pero la angustia se va.

Dice Matías.

Si no te vale con una dosis administrate la pelicula de Tati entera, merece la pena volver a verla en estos tiempos nuestros, de tantas y tantas tecnologías.

martes, 9 de octubre de 2007

Avizorar el rostro de los otros enmascarados


Rafael Canogart



He encontrado por ahí, flotando, estas palabras de Cintio Vitier:

"Necesitaba una tradición para mi deseo, no quería afrontar esa especie de extravagancia del ser, que me hubiera puesto en la obligación de fundar un partido con los retiramientos del crepúsculo y los gritos del pescador. Necesitaba avizorar el rostro de los otros enmascarados".

lunes, 8 de octubre de 2007

La sarna, los piojos y la pobreza



A pesar de que vivo en un ambiente con pocos tabues, siempre hay cosas que ¡no se pueden contar! Mi madre me ha prohibido terminantemente contar que he tenido la sarna. Las pocas veces que ha salido el tema se pone detrás del interlocutor y me grita con gestos que no siga, y es que mi madre nació en el 36 y recuerda muy bien la mala fama de la sarna que siempre se consideró, erróneamente, producto de la poca higiene, como los piojos.

Aprovecharé para contarlo ahora que no me oye.

El ácaro de la sarna primero se acomoda entre el índice y el pulgar, ahí solo, en la mollita entre los dos dedos. Empieza con un picor que parece inofensivo pero que es muy persistente. Yo recuerdo que lo noté en casa de Nora. Ella dijo: va a ser sarna. Y todo cambió. Cambió porque desde aquel momento empecé a imaginar a los bichitos que me recorrían ya la mano entera, y entendía perfectamente que les estaba abriendo el camino si me rascaba, pero no podía dejar de hacerlo. Fui tomada por los ácaros en pocas horas y no sólo me tomaron a mí; aquella misma noche empezamos todos a rascarnos: José, Fran, Blanca, Marian, vaya que tomaron la casa entera. Parecía que teníamos el baile de San Vito, dejamos de ser gente normal, con obligaciones, para dedicarnos a las contorsiones continuadas. La pila no daba abasto, cada tantos minutos alguien desesperado se echaba por encima un jarro de agua. El baño, que estaba en el patio, tenía un techo de uralita desde el que se veía ahí nomasito el volcán, nos subíamos para esperar turno mientras los otros se aliviaban y hubo paroxismos de picor que por poco nos tiran del tejado. Subíamos por una escalera de palo que tenía debajo un hormiguero gigante, aquellas hormigas eran tan grandes que casi les dabas los buenos días, y les cogimos manía hasta a las hormigas. Acabábamos de descubrir el poder del microcosmos, millones de bichos se movían lejos de nuestro control.

Nos costó terminar con la plaga: tuvimos que comprar un bidón en la gasolinera y hervir toda la ropa. Ahora, cuando le pregunto a José si me seco con su toalla me dice.

-Pues claro Martita, no preguntes pendejadas, que nosotros hemos compartido la sarna.

Si algo entendí cuando viajé en el tiempo fue gracias a mi madre. Ella me había contado mil detalles que luego no pasaron desapercibidos porque podía comprenderlos con sus palabras. Por ejemplo, cuando ella era pequeña pusieron aquí al lado una base militar americana, me ha contado mil veces la perplejidad que sentía cuando miraba, escondida detrás de un matojo, a aquellas mujeres con pantalones cortos que jugaban al tenis. Cuando vivíamos en San Salvador, no recuerdo cómo, llego a casa una mesa de ping-pong que colocamos en un corredor que daba a la calle: los niños miraban a través de la celosía y yo reconocía a mi madre y me veía a mí misma, trastornando el tiempo con una raqueta y unos pantalones cortos. Una tarde, en Chalatenango, hubo una sublevación de niños hambrientos a la que me sumé; decidimos comernos las piñas que estaban a medio crecer, y aquellas piñas a medio crecer eran como el pedazo de pan negro que mi madre escondía detrás de un espejo que estaba lleno de telarañas, y por supuesto la Arse se podía haber llamado Antoñita.

Hay una pobreza que es aliada a muerte de la limpieza, ¡que despropósito estigmatizarla con la sarna y los piojos!, ¡cualquiera los disimulaba! Me conmueve mucho que mi madre me haya prohibido contar que tuve la sarna.

domingo, 7 de octubre de 2007

Juventud, aquiescencia y melomanía



Dos adolescetes hablando de música clásica:


-Pues a mi me gusta algunas veces.

-A mi también, pero no para oírla.

viernes, 5 de octubre de 2007

Marlango




Hay días que se salvan por la música y yo he tenido hoy un estupendo día con ánimo Marlango.
(sobre todo un día The Electrical Morning, pero no he encontrado la canción para subirla aquí)

jueves, 4 de octubre de 2007

Idea escoltada




Hace por lo menos quince días se me ocurrió una acción viendo lo que se ve en estas fotos.

-¿Y si nos propusieramos escribir poemas, aforismos, palabras en puentes con las tinturas naturales de la zona?-.

¡Vaya coartada para una buena excursión!

miércoles, 3 de octubre de 2007

Aviso

No tengo claro por qué, pero yo siempre quise romperme una pierna o un brazo de pequeña, para que me escribieran en la escayola supongo, para sentirme escindida, quizá, espero que no era fuera afán de protagonismo. Nunca lo conseguí, la primera vez que me han vendado un brazo en mi vida ha sido hoy, eso si, un señor vendaje.

Hace un año o por ahí todo el mundo me comentaba lo peligroso que era beber cerveza en la lata por si había meado encima un roedor, (atención todo el mundo decía cerveza, la coca-cola y la naranjada permanecían fuera de sospecha) me repitieron la anécdota mil veces, pero a nadie se le ocurrió advertirme de los riesgos del microondas. Hace tiempo que sospecho que en nuestra época uno se puede matar, o cosas peores, comiendo un filete o tocando un frasquito por azar. Pero miré usted por donde no se me había ocurrido la posibilidad de morir escaldada preparando un té.

Así las cosas:

¡Atención!, qué a nadie se le ocurra calentar dos veces seguidas el agua en el microondas, se convierte en una bomba.

El microondas es un aparato infernal: nadie sabe qué sucede ahí dentro. Conozco a un electrónico sabio que lo utiliza, dice, porque no le importa morir. Pero hasta hoy yo no sabía hasta que punto era el citado electrodoméstico inmediatamente peligroso.

En el centro de salud me han dicho que es un accidente frecuente. ¡Menos mal que existe el Nolotil!. Y yo que pensaba que eran una tontería improbable los accidentes domésticos. Mierda, precisamente ahora que había vuelto a nadar mi kilómetro diario.

martes, 2 de octubre de 2007

Repetición y diferencia





Hace un mes o así Ababol me preguntaba por qué etiqueto todo en este blog como repetición y diferencia, y la mayor parte de las veces seguro que es por dejadez (incluso tengo dos repeticiones y diferencias, una con acento y otra sin acento)

Repetición y Diferencia son obsesiones viejas para mí. Me asaltaron por primera vez esos dos conceptos, brillantemente formalizados, en un libro de Gilles Deleuze con prólogo de Foucault que se titulaba así (estaba en Cuadernos Ínfimos, en Anagrama, parece que aún lo estoy tocando). A los veintiséis o veintisiete años deserté del mundo literario y me matriculé en filosofía pura, llegué hasta tercero. Ese librito me rescató y me devolvió a lo que creo que es mi territorio natural, aunque aun disfruto de las excursiones. Esta mañana estaba leyendo un libro de Foucault sobre Raymond Russel y he encontrado esta cita que no puedo dejar de copiar por lo familiar que me sigue pareciendo:


“Repetición y diferencia están tan íntimamente imbricadas una en la otra, y se ajustan con tanta exactitud, que no es posible decir qué es lo primero y qué es lo derivado; este ordenamiento meticuloso da a todos estos textos tersos una profundidad repentina allí donde su chatura y superficial aparece como necesaria. Profundidad puramente formal que abre por debajo del relato todo un juego de identidades y diferencias que se repiten como en espejos, yendo sin cesar de las cosas a las palabras, perdiéndose en el horizonte pero volviendo siempre a sí mismas: identidad ligeramente diferente de las palabras inductoras; diferencia enmascarada por palabras adyacentes idénticas; identidad que cubre una diferencia de sentido; diferencia que el relato se encarga de abolir en la continuidad del discurso; continuidad que lo lleva a esas reproducciones un poco inexactas, en las cuales el efecto permite que la frase idéntica se escurra; frase idéntica pero ligeramente diferente…Y el lenguaje más simple, el de todos los días y todas las conversaciones- el lenguaje rigurosamente chato, cuya función es la de repetir con exactitud y para todo el mundo el pasado y las cosas-, se encuentra preso de entrada en el desdoblamiento indefinido del doble, que lo cautiva mediante el espesor virtual y sin salida de un espejo. El retorno mismo se hunde en un espacio laberíntico y vano, puesto que se pierde en él; vano también porque, en el momento en que se encuentra, se le notifica que lo mismo ya no es lo mismo, ni en este lugar; sino que es otro y está en otra parte, allá de donde viene. Y que el juego siempre puede recomenzar.”