viernes, 3 de junio de 2016

Seguimos...




Estoy escuchando los audios que grabé en el encuentro de la Universidad Campesina Indígena para escribir algo. Como esos días en la sierra voy del llanto a la carcajada y estoy deseando que siga lloviendo para seguir encerrada en la habitación, escuchando.

 Todos los viajes empiezan mucho antes y luego se tarda muchísimo en volver, en ocasiones más, a mí me cuesta sobre todo volver del campo a la ciudad, aunque en Puebla también se practica la defensa del territorio empezando por el cuerpo: Alisón me recibió con un masaje y a la mañana siguiente Malu me llevó derechita al seno materno en su clase de buto.

Además, camino de Lado B, me encontré con esa reconfortante bicicleta que me llevó a esta cita:


 “Lo mismo que nos sorprende en Occidente conocer que los campesinos (no la agricultura industrial) alimentan al 70% de la población mundial, nos resultará novedoso saber que cerca del 14% de la población mundial (unos mil millones de personas) depende directamente de lácteos como modo de subsistencia. Y a pesar de que Nestlé y Danone venden sus productos en cualquier rincón del planeta, en casi todo el mundo los lácteos siguen estando en manos de la gente pobre. Es lo que se llama la “leche popular”. Esta cadena que va del productor al consumidor supone más del 80% de la leche que se comercializa en los países empobrecidos y el 47% del total global mundial. En Colombia hablamos de cerca de 50.000 ´jarreadores´, de dos millones de lugares de producción en el campo, de 40 millones de litros de leche diarios repartidos y de unos precios al alcance de más de 20 millones de colombianos (…). Igual ocurre en la India, el mayor productor de leche del mundo, con más de 70 millones de sitios rurales que mantienen animales lecheros, en el que la leche popular comprende el 85% del mercado y en donde un cuarto de la producción se procesa informalmente, obteniéndose queso y yogurt. También la situación es similar en Pakistán, Kenia y muchos otros países”

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