jueves, 14 de enero de 2016

En Cronos.



En el del teléfono son las cuatro y veinte, en el del ordenador las ocho y veinticinco, en la cocina la una menos diez. Y no es la primera vez que me sucede:

-¡para ya, Alicia!

Es lo primero que se me ocurre decir. Después me veo a mí misma comiéndome una manzana y mirando absorta el espectáculo más desincronizado del mundo: el escaparate de una relojería, (en una calle muy estrecha, con un abrigo muy largo, a los quince).

Diez minutos después, ahora, a las cuatro y media, las nueve menos veinticinco y la una en punto, por fin he vuelvo a tener una certeza.

Dibujar un laberinto y su salida con la línea del tiempo: eso es escribir un relato.

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